La cumbre de Los Ángeles: otra oportunidad perdida

La cumbre de esta semana devuelve el reloj al pasado. La exclusión, por razones ideológicas, de Venezuela, Cuba y Nicaragua desconoce el derecho que tienen estos países, con independencia de sus sistemas políticos, a ser parte del colectivo latinoamericano

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habla durante la ceremonia inaugural de la novena Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, California, Estados Unidos. 8 de junio de 2022. REUTERS/Daniel Becerril
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habla durante la ceremonia inaugural de la novena Cumbre de las Américas, en Los Ángeles, California, Estados Unidos. 8 de junio de 2022. REUTERS/Daniel Becerril

Tuve la oportunidad de asistir, en mi condición de presidente de Colombia, a la Cumbre de las Américas convocada por Bill Clinton en la ciudad de Miami en el año 1994. En el encuentro, el mandatario anfitrión convocó a todos los países a conformar el gran bloque americano, integrado por las tres Américas, que enfrentaría, en el escenario global, los bloques europeos y asiáticos que ya estaban conformados.

Todos los asistentes pensamos entonces que el ideal bolivariano del Congreso Anfictiónico de Panamá por fin se estaba concretando.  Nos despedimos invocando los ángeles tutelares de nuestra independencia: Lincoln, Martí, Bolívar, Zapata, para que nuestro compromiso se mantuviera en el tiempo y saliera adelante.

No duró mucho el entusiasmo: al poco tiempo del nacimiento del gran sueño americano, Clinton firmó con México el tratado de libre comercio que, pocos meses después, se extendería a Centroamérica, el Caribe y algunos países andinos, Colombia y Perú entre ellos. La letra de los tratados fue la partida de defunción de la integración recién acordada.

Se trataba de acuerdos bilaterales para rebajar aranceles, proteger inversiones norteamericanas, reconocer licencias y patentes, y aceptar la tutela de los organismos financieros internacionales. Varios años después, en la cumbre celebrada en Panamá, la administración Obama aceptó que en la agenda fueran considerados temas hasta entonces vedados, como la normalización de las relaciones con Cuba y un nuevo enfoque en la lucha contra las drogas.

La cumbre de esta semana devuelve el reloj al pasado. La exclusión, por razones ideológicas, de Venezuela, Cuba y Nicaragua desconoce el derecho que tienen estos países, con independencia de sus sistemas políticos, a ser parte del colectivo latinoamericano que asiste a estos encuentros. La decisión de otros países, como México, Guatemala y Bolivia, de no asistir, por solidaridad con los países no invitados, le quita aún más legitimidad al encuentro. También lo logra el hecho evidente del interés electoral que anima al gobierno Biden de no pagar ningún costo político interno dejando de invitar a mandatarios que producen urticaria a sectores manifiestamente conservadores y especialmente republicanos.

Hubiera sido mejor, a la luz de estas consideraciones, aplazar la cumbre que convertirla en un escenario para confirmar la trágica realidad de una política norteamericana hacia América Latina que redujo su agenda a temas de su interés, como la lucha contra el narcotráfico, la protección de sus inversiones, la ampliación del libre comercio y, cómo no, el problema, de contener el flujo de los migrantes que hoy marchan, masivamente, hacia Los Ángeles.

Sobre los otros temas de la agenda de la lánguida cumbre de Los Ángeles, como la lucha contra el covid 19, el cambio climático o la recuperación económica después de la pandemia, se entienden menos las razones para haber excluido países del evento, como si Venezuela no viviera la misma tragedia humanitaria de todos los países en pandemia, agravada por las sanciones económicas impuestas por los mismos EEUU, o Cuba no pudiera hablar de la única vacuna producida en la región contra el mortífero virus, a pesar del bloqueo económico durante  medio siglo, o  Nicaragua  aportar sus experiencias sobre los orígenes  de las migraciones centroamericanas.

En síntesis, por las razones que fueran, el presidente Biden desaprovechó una oportunidad de oro para haber renovado y diversificado su agenda con América Latina e inclusive, para haber buscado y encontrado comunes denominadores alrededor de una posición hemisférica respecto al avance del proceso de desglobalización como consecuencia de la nueva guerra fría entre Rusia y Ucrania que parece no tener fin.

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