“¿Quién es usted? / ¡Soy estudiante!” es una de las arengas más populares y escuchadas cada que se convoca una manifestación en cualquier parte del país. Su eco significa que hay, por lo menos, un grupo de alumnos presente en esas concentraciones. Históricamente, son las y los alumnos quienes promueven la lucha pacífica, en las calles y con cánticos, banderas, aplausos y silbatos; en ese sentido, tampoco es nueva la estigmatización y violencia hacia ellos por parte de agentes estatales.
Por ello, cada 8 y 9 de junio se conmemora el día de estudiante caído en Colombia, tomando como antecedente principal una protesta hecha en el gobierno de Miguel Abadía Méndez, en 1929, justo cuando se conoció la masacre de las bananeras, en la que decenas de trabajadores de la United Fruit Company murieron a manos del Ejército, al mano del general Carlos Cortés Vargas, quien fue felicitado por el presidente “por haber salvado al país de la anarquía”, según reportes del Banco de la República.
En esas protestas fue asesinado Gonzalo Bravo, estudiante de la Universidad Nacional, pero esa no fue la única semilla violenta que fue sembrada sobre el movimiento estudiantil. En 1954, en protestas conmemorativas por el crimen de Bravo, también murió Uriel Gutiérrez. Por esas fechas otros 11 alumnos fallecieron y otros 50 resultaron heridos.
En 1973 fue asesinado el estudiante de la Universidad de Antioquia, Luis Felipe Barrientos. Desde ese año, el movimiento estudiantil decretó el 8 y 9 de junio como sus días y de quienes han caído en manifestaciones.
“Ha habido una persecución histórica a los estudiantes (...) Tuvimos gente de nuestra generación que fue encarcelada... Te empezaban a llamar y decirte que te iban a matar (...) Tuve la infiltración de un agente del DAS en el edificio donde yo vivía”, relató ante la Comisión de la Verdad Omar Vera, líder estudiantil de la década de los 90
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Desde Dilan Cruz hasta Juan Diego Perdomo: las cifras de represión contra estudiantes en Colombia
Son los estudiantes que, históricamente, han llevado a cuestas el descontento social, económico y político de clases menos favorecidas y de quienes son inconformes con los gobiernos de turno. Recientemente, se vio en el paro de 2019 y también en el efectuado en 2021, cuando miles de personas salieron a las calles luego del anuncio de una reforma tributaria que afectaba la canasta familiar y las clases populares del país.
Las muertes de Dilan Cruz y Lucas Villa, ocurridas en las manifestaciones de 2019 y 2021 respectivamente, han supuesto una continuidad de lo ocurrido hace casi 100 años con el crimen de Gonzalo Bravo.
Los pocos avances en el esclarecimiento de los dos primeros casos así como las trabas existentes para saber la verdad con prontitud, así como la forma en que murieron (mientras que Cruz fue impactado en la cabeza por una bala disparada por el capitán del Esmad, Manuel Cubillos, Villa recibió 8 impactos de bala por agentes desconocidos en Pereira) los han convertido en símbolos de resistencia para otros movimientos estudiantiles y sectores sociales.
Otro caso fue el de Juan Diego Perdomo, el estudiante de Educación Artística de la Universidad Surcolombiana que murió durante el paro del año pasado en Neiva. De acuerdo con familiares, habría muerto por causas naturales. Sin embargo, los motivos reales son una incógnita, pues en redes sociales se había hablado incluso hasta de un asesinato, versión que tampoco fue confirmada.
El 25 de mayo de 2021, luego de la quema del Palacio de Justicia de Tuluá (Valle), murió Camilo Arango, estudiante de la universidad Central del Valle del Cauca. Cursaba segundo semestre de derecho y, de acuerdo con primeras versiones, estaba cerca al río municipal cuando recibió un tiro en la cabeza. El hecho fue lamentado por la gobernadora Clara Luz Roldán; las congresistas Katherine Miranda y Sandra Ramírez afirmaron que habría sido un agente del Esmad quien causó su muerte.
Finalmente, el informe ‘Ambos venimos de morir, susurros acechantes del estudiante caído’ de la Comisión de la Verdad señala que, de 1929 a 2011 han sido asesinados 845 estudiantes en Colombia; además, precisa que entre 1962 y 2011 fueron asesinados 603 alumnos, siendo 1968 el año donde solamente se registró un caso.
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