Fue en 1981 cuando el diario El País publicaba una nota en la que informaban acerca de un periodista español que había sido secuestrado por la guerrilla del M-19 en Colombia. En aquella época, el grupo de izquierda tenía por costumbre tomar a la fuerza rehenes de la esfera pública para llevar comunicados o boletines a la audiencia nacional, esperando que su recepción fuera superior a través de estos nombres.
Durante el inicio de la década del 80, Colombia se encontraba dirigida por el presidente Julio César Turbay Ayala. Fue un periodo en el que las guerrillas hicieron alarde de sus posiciones sumamente radicales respecto a las decisiones que tomaba el Gobierno. En julio del 81, Turbay Ayala reconocía que la ley de amnistía para los guerrilleros había sido un total fracaso, pues muy pocos miembros de las fuerzas insurgentes se habían acogido, y anunciaba al Congreso que se mantendría el instaurado estado de sitio en el país, que llevaba ya 31 años de vigencia.
Mientras Turbay Ayala entregaba a los colombianos las actualizaciones de sus decisiones al respecto, las acciones de los guerrilleros crecían. En julio de ese año, la capital del país vio cómo un comando urbano lanzaba tres explosivos en el jardín del Palacio de Nariño y el M-19 y las FARC tomaban acciones en algunas zonas campesinas al sur de Colombia. Para los grupos insurgentes, desde el inicio, el proyecto gubernamental estaba incompleto.
“Es preferible haber perdido la batalla de la amnistía que haber destruido las bases morales del Estado”, dijo Turbay en el Congreso, tras mostrarse firme luego de las últimas apariciones de los insurgentes. Para entonces, transcurrieron apenas cuatro meses desde que la ley entrara en vigor, una ley, la 37 de ese año, que le concedía amnistía a los colombianos, “autores o partícipes de hechos que constituyan rebelión, sedición o asonada, y delitos conexos con los anteriores”.
En esos días, en los que el M-19 tomaba fuerza como un grupo intelectual de izquierda, varios fueron los actos delictivos que se les adjudicaron, desde terrorismo hasta extorsiones y secuestros. Los guerrilleros tomaron como rehenes a varias personas del círculo periodístico colombiano, entre ellas a la periodista de El Espectador, Alexandra Pineda, y a otras personalidades de la esfera pública, entre 1980 y 1990.
Uno de los nombres que mayor resonancia tuvo en la prensa internacional, o al menos en la española, fue el del periodista y presentador Fernando González Pacheco, quien a día de hoy es uno de los hombres más recordados de la televisión colombiana. Pacheco nació en 1932, en Valencia (España), pero desde muy joven, tras el estallido de la Guerra Civil, emigró junto a su familia al país cafetero. Desde muy niño estuvo en esta nación y rápidamente se hizo dueño de las maneras de los colombianos.
Como era uno de los rostros más conocidos en aquella época, el M-19 quiso utilizarlo para comunicarle al presidente Turbay una propuesta de paz basada en tres puntos. Jaime Bateman, el comandante de la estructura subversiva, fue el hombre detrás de esta decisión. A la periodista Alexandra Pineda la tomó como testigo, pero no le permitió saber a fondo cuál sería el curso de las declaraciones que Pacheco le daría al Gobierno.
Ella cuenta, en una publicación de El Espectador, que todo ocurrió una noche de julio de 1981. Bateman la tenía en un sitio de Bogotá en la que asistiría a una especie de rueda de prensa clandestina. Minutos antes, había visto por primera vez a Pacheco, estaba escurrido dentro de un carro. Después, ya sentados alrededor de una mesa, entendió que ella era una invitada más, y el presentador el portavoz oficial. En el sitio se encontraban también cinco hombres y una mujer “armados hasta los dientes” y encapuchados, que custodiaban la reunión.
Pineda, que solo estuvo secuestrada 24 horas, describe el momento como uno que nunca olvidará y sobre el que, lastimosamente, no todo el mundo sabrá. Bateman, esa noche, hablaba con las manos, con los brazos, con los ojos, “clavando su mirada penetrante en la misma dirección a donde lanza una ráfaga violenta de palabras. Y se ríe. Se ríe siempre, se ríe a carcajadas del temor y del peligro que no lo abandonan ni un solo instante de su angustiosa vida de fugitivo. Se ríe de la guerra y del susto que por su culpa se lleva la gente, se ríe del atentado con mortero contra el Palacio de Nariño (“era para estrenar la división de artillería”, nos dijo), pero asegura, sin embargo, que ama la paz, que la desea y cree en ella. Se ríe de todo y de todos, como si ningún obstáculo en el mundo fuera capaz de amedrentarlo, como si se creyera un superhombre inmortal a quien nadie le puede echar mano ni obligar a cambiar el rumbo que se señaló, como si la risa fuera el arma que más le gusta disparar. Uno puede temerle u odiarlo, uno puede no estar de acuerdo con él en absolutamente nada, pensar que es un loco perdido o simplemente un idealista que, en la lucha por conquistar su quimera, escogió un derrotero equivocado, pero es imposible negar el valor y la honestidad de alguien que se juega la vida cada día y cada noche por un ideal tan noble como la patria. Esto era lo que pensábamos nosotros, sentados a su lado, esa noche del 22 de julio”.
Pacheco pasó tres días con el líder revolucionario. Fue liberado posteriormente sin ningún tipo de afectación física, aunque de lo emocional no se puede decir mucho. Un secuestro es un secuestro. Todo el país anduvo como loco buscándolo hasta por debajo de las piedras y aquella fotografía de él junto a Bateman pasó a la historia. El rostro del presentador, inexpresivo, como congelado, con un arma apuntándole por detrás de la cabeza, y el de Bateman, risueño, como si nada pasara.
El caso se reabre
Han pasado 41 años desde aquel episodio. En España, un juez de nombre Joaquín Gadea, ha decidido reabrir el caso del secuestro de Pacheco para convencer a la familia del fallecido periodista de instaurar una querella contra Gustavo Petro, el actual candidato a la presidencia de Colombia, quien habría pertenecido al M-19 durante el periodo en que Pacheco fue secuestrado.
Gadea ha tomado la iniciativa después de dar cuenta de un trámite en curso contra el político de izquierda, en el que se le atribuyen delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra. El caso fue reabierto el pasado 19 de mayo de 2022, con una resolución de 21 páginas, en la que se descarta que la Audiencia Nacional Española tenga la autoridad para investigar los supuestos delitos, pero en la que se plantea la posibilidad de seguir adelante con el esclarecimiento de lo relacionado con el secuestro de González Pacheco en 1981.
Para que prospere la operación en la Audiencia Nacional, la ley española exige que la causa sea impulsada por la Fiscalía, que se ha opuesto a la admisión del trámite, la víctima misma, que ya ha fallecido en 2014, o sus familiares. El magistrado ha dado la orden a la Policía de que se compruebe si durante esa época González Pacheco ostentaba la nacionalidad española, que es poco probable, pues llevaba la colombiana desde muy joven. Llegó al país cuando tenía 4 años. También ha ordenado que se contacte a los familiares o descendientes para dialogar con ellos acerca de la posibilidad existente de una amonestación en contra de Gustavo Petro. Asimismo, ha solicitado que se investigue si el candidato presidencial cuenta con un estatuto de amnistia o indulto concedidos por el gobierno nacional, o si ha sido investigado previamente por secuestro, condenado o absuelto.
Petro ganó este 29 de mayo la primera vuelta de las elecciones presidenciales con el 40% de los votos, seguido del candidato santandereano, Rodolfo Hernández, con el 28%. En Colombia nunca ha gobernado la izquierda, y en la segunda vuelta, que se llevará a cabo el 19 de junio, se decidirá si será la primera vez de un político de esta ideología al frente del país.
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