Previo a la campaña presidencial de 2022, el nombre de Rodolfo Hernández Suárez era relacionado por la opinión pública con el de un político con un humor bien particular, que tildaba a algunos de sus contrincantes electorales de “prostitutas” y que se dio a conocer por el bofetón que le dio a un concejal mientras se desempeñaba como alcalde de Bucaramanga, una de las ciudades más importantes de Colombia. Sin embargo, ahora es conocido por ser uno de los contendores políticos más fuertes en la carrera por suceder a Iván Duque en la jefatura del Estado colombiano y el sorprendente político que llegó a la segunda vuelta.
Hernández ha construido buena parte de su vida pública y política en el gremio empresarial, pues no solo es ingeniero civil y posee una fortuna que sobrepasa los 100 millones de dólares —unos 400.000 millones de pesos colombianos—, como él mismo lo ha reconocido, sino que lidera a la Constructora HG (Hernández Gómez y Compañía), una de las empresas más poderosas de la construcción en su departamento, Santander.
El aspirante a ser el próximo inquilino de la Casa de Nariño nació en Piedecuesta, un municipio del departamento santandereano, del que administró su capital entre 2016 y 2019, y en el que construyó buena parte de su fugaz pero controvertida hoja de vida en cargos de elección popular.
Aunque un sector de la prensa nacional e internacional lo ha señalado de ser el “Donald Trump colombiano” por los millones que le pesan en los bolsillos y por su forma de hablar y expresarse —que recuerdan al polémico exmandatario estadounidense—, el político de 76 años de edad no siempre ha sido de los hombres más acaudalados de la tierra del café y el aguardiente.
Sus orígenes son humildes, pues viene de una familia campesina liderada por sus progenitores, Luis Jesús Hernández y Cecilia Suárez. Es más, la Ingeniería Civil que cursó, y que saca a relucir en cuanta ocasión puede, la estudió en la Universidad Nacional de Colombia, una de las academias públicas más reconocidas del país.
Aunque varios creerían que su primer cargo público fue como mandatario de Bucaramanga, en el siglo pasado, entre 1992 y y 1996, Hernández fue concejal de su natal Piedecuesta. Sin embargo, varios informes periodísticos detallan que ni siquiera llegó a su posesión y no cumplió, supuestamente, su periodo como cabildante del municipio que lo vio nacer.
No obstante, su fortuna la amasó, no desde la chequera del erario público, sino con la ayuda de los más pobres, como él mismo lo ha ratificado en entrevistas, discursos e intervenciones en redes sociales. El ingeniero ideó su llamado ‘Plan 100′, con el que le prestaba plata a las familias más necesitadas para que lograran adquirir sus viviendas de interés social y, tal parece, no le fue nada mal.
Inclusive, el éxito financiero de Rodolfo Hernández ha sido tal que asegura que, de convertirse en el próximo presidente de Colombia, donará su salario, que está a punto de llegar a los 35 salarios mínimos legales vigentes en el país, porque sencillamente no necesita esa suma monetaria.
Su llegada a la Alcaldía de Bucaramanga se podría decir que fue un capricho, dado que nadie apostaba con que Hernández ganara las elecciones. Ni él mismo. Y no es mentira. Cuando se anunció al vencedor, él estaba fuera del país y recibió la noticia por redes sociales.
No obstante, la Registraduría confirmó lo que, para varios analistas, era un hito: el candidato del entonces movimiento ciudadano ‘Lógica, ‘Ética y Estética’ se convertía en el próximo dirigente de la capital de las hormigas culonas para el período 2016-2019 al obtener poco más de 77.000 votos. Cabe anotar que venció a su contrincante más cercano por escasos cinco mil sufragios.
Su paso por la administración bumanguesa lo lanzó a la esfera pública y desde allí causó furor en su país, no solo porque conectó con miles de ciudadanos por su particular personalidad, sino también porque causó varias polémicas que hoy lo siguen persiguiendo en su deseo por ser jefe de Estado: cacheteó al concejal Jhon Claro en su despacho y es investigado por el caso de presunta corrupción de Vitalogic, donde habría dado, presuntamente, algunas dádivas para que su administración le entregara un contrato a dicha empresa.
Aunque se pensaba que el mandato distrital de Hernández en Bucaramanga no podía traer más polémicas, faltando tres meses para terminar su gobierno renunció a la alcaldía, luego de que la Procuraduría General de la Nación abriera otra investigación en su contra por presunta participación política indebida. De acuerdo con el Ministerio Público, hay más de 30 indagaciones que lo involucran.
Ahora, de la mano de quien sería su primera dama, Socorro Oliveros, de sus tres hijos (la cuarta fue asesinada por un grupo armado), de su fórmula vicepresidencial Marelen Castillo y de su movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción, el exmandatario santandereano busca “quitarle la chequera a los politiqueros” y convertirse en el presidente de un país de casi 50 millones de ciudadanos, cargado de problemáticas y luchas sociales que, se espera, no queden en veremos por otro de los caprichos de un controvertido personaje que, por lo que se evidencia, no sabe en qué invertir sus años dorados y quiere acabarlos siendo el sucesor del presidente uribista Iván Duque.
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