Colombia no ha tenido en su historia republicana un gobierno nacional de izquierda; con Gustavo Petro sería la primera vez que esto puede llegar a suceder: ¿cómo pudo ser esto posible?
El sistema político colombiano estuvo durante décadas monopolizado por dos partidos políticos: el Liberal y el Conservador. En el siglo XIX, la alternancia se resolvía con guerras civiles casi inacabables hasta el final de la de los Mil Días. Durante la primera mitad del siglo XX, ambos partidos se disputaron la presidencia en elecciones abiertas con muy poca visibilidad para las emergentes organizaciones políticas de izquierda.
A mediados del siglo pasado, y luego del período denominado La Violencia, los mismos partidos hicieron un pacto político —el Frente Nacional— para alternarse el poder, excluyendo del juego político a otras fuerzas, especialmente las de izquierda, lo que según muchos historiadores dio origen a las guerrillas, como reacción a esta forma de democracia excluyente.
El Frente Nacional se extendió hasta 1970, cuando Misael Pastrana obtuvo la presidencia en una elección llena de dudas por un posible fraude contra el candidato Gustavo Rojas Pinilla, un general retirado con una propuesta política populista que había ejercido el poder de facto entre 1953 y 1957.
En reacción a esto surgió el movimiento guerrillero M-19, del cual hizo parte Gustavo Petro, hasta que, a finales de los años 80, se logró la desmovilización de este grupo, en el marco de los acuerdos de paz con el estado colombiano; Petro continuó con su carrera política siendo un exitoso congresista, alcalde de Bogotá —con luces y sombras— y candidato presidencial en las elecciones de 2010 y 2018.
La Constitución de 1991 —aprobada con un aporte importante del M-19, ya transformado en partido legal— abrió el sistema político, y permitió que la izquierda pudiera crecer como opción, pero teniendo como telón de fondo histórico la violencia ejercida contra organizaciones como la Unión Patriótica y el Partido Comunista que, en la práctica, hicieron imposible la participación política de la izquierda con todas las garantías.
La persistencia de un conflicto armado y la doctrina de la combinación de todas las formas de lucha, que impulsó un sector del partido Comunista, también hicieron difícil que una propuesta de izquierda tuviera posibilidades, por el temor a una toma del poder, el sueño de los grupos revolucionarios en América latina.
El Acuerdo de Paz con las Farc —que no ha significado el fin del conflicto armado— ha generado las condiciones para que por primera vez se piense en que un líder de izquierda, envuelto en una coalición variopinta como el Pacto Histórico, pueda ganar la presidencia.
Colombia es un país diferente al de 2018, cuando Petro fue derrotado por Iván Duque. Las protestas sociales en el marco del Paro Nacional en 2019, y las que se dieron luego de la pandemia en el segundo semestre de 2021, con una intensidad, duración y respuesta violenta estatal nunca antes vista, permitió a Gustavo Petro conectarse con ese malestar social, con esa inconformidad general con el establecimiento que el gobierno de Iván Duque no ha hecho sino reforzar.
El proyecto político del expresidente Álvaro Uribe ha contribuido también a la contención del ascenso de un gobierno de izquierda, pero ante el ocaso del líder antioqueño, el liderazgo de tono mesiánico de Petro encontró por fin su ventana de oportunidad para llegar a la Casa de Nariño.
El mismo Petro ha cambiado su performance, dejando de ser el solitario de antes, para presentarse como la cara visible de un proyecto que incluso ha sumado actores de la clase política tradicional, quienes han agregado claroscuros al proyecto de una izquierda progresista a cambio de efectivas dinámicas electorales, sin las cuales es difícil que un candidato por fuera del establecimiento político tradicional pueda ganar.
Los partidos históricos no tienen candidato propio en esta oportunidad; Gustavo Petro ha logrado recoger toda esa inconformidad y traducirla en preferencias electorales, de hacer sentir que sí se necesita un cambio más allá de los tradicionales ajustes institucionales que promete el centro político o la continuidad que siempre ofrece la derecha. Él es la persona que puede hacerlo para terminar de materializar el ideario de la Constitución de 1991, el cual no puede considerarse propiamente como de izquierda.
Petro se ha comparado con Alfonso López Pumarejo, un presidente liberal que hizo las reformas más progresistas del siglo XX, pero que estaba lejos de ser un político de izquierda; tiene una plataforma que recoge las demandas de las nueva generaciones —ambientalismo, derechos de las personas LGBTI, entre otras— y también hay espacio para las propuestas clásicas de la izquierda, tales como impuestos más progresivos y mayor equidad social, todo envuelto en una retórica anti sistema, atractiva para quienes quieren un golpe al tablero en el juego de la democracia colombiana.
*Jorge Iván Cuervo Restrepo es abogado en la Universidad Externado de Colombia. Realizó estudios de Especialización en derecho Público en la misma universidad, de Política Social en la Pontificia universidad Javeriana, de Maestría en la Universidad de Chile en el Magister de Gestión y Política Pública de la Facultad de Ingeniería Industrial. Es candidato a Doctor en Derecho de la Universidad Externado de Colombia. Ha sido consultor del PNUD, USAID y Banco Interamericano de Desarrollo en temas de acceso a la justicia. Ha sido Consultor de la firma Econometría y la Corporación Excelencia en la Justicia en temas de justicia.
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