Si Francia Elena no fuera Márquez Mina, sino una mujer de apellido con abolengo, nacida en una cuna de oro en las ciudades grandes del país, rubia, de ojos claros y con una juventud de pocas responsabilidades, posiblemente habría dedicado su dulce voz de soprano a las artes escénicas o performativas. Como no lo fue, hoy aspira a la vicepresidencia de Colombia por el movimiento de izquierda Pacto Histórico; aunque ha recorrido un largo camino para llegar a este punto.
Sin importar que las personas que sí sacaron esa lotería poblacional la tilden de victimista o resentida social, Francia Márquez sabe que la historia de su vida no empezó el primero de diciembre de 1981 en el municipio de Suárez (Cauca), cuando nació. Ella se lo recuerda a la sociedad en cada oportunidad que tiene, en caso de que a sus oyentes se les olvide desde el privilegio y la comodidad.
“Soy una mujer afrodescendiente; crecí en un territorio ancestral que data desde 1636″, dijo con timidez al comenzar su discurso de aceptación del Premio Internacional Goldman para el Medio Ambiente de 2018, que le fue otorgado por organizar a las mujeres de su comunidad para detener la minería ilegal a gran escala en su territorio.
Hija de una madre cabeza de hogar que tuvo doce hijos, Francia Márquez creció en el corregimiento de La Toma junto con sus hermanos y vecinos. Allí, niños y grandes se dedicaban al cultivo de maíz y frutas o a la minería artesanal al borde del río Ovejas.
Era parte del paisaje que los niños y niñas trabajaran para ayudar en casa. Aunque la escolaridad exclusiva está relacionada con una mejor calidad de vida para los futuros adultos, a la clase política colombiana de los ochenta y noventa poco le importaba lo que pasara en la cotidianidad caucana, con sus niños y sus viejos.
A pesar de la precariedad y el olvido, la cultura en el Pacífico es profundamente optimista y no pierde oportunidad de celebrar la vida y acompañar la muerte. En ese contexto cultural, la voz de Francia Márquez, antes de ser una voz de protesta, fue una voz cantante. “La primera vez que la vi fue en un evento de jóvenes. La invitaron a que nos cantara algunas cosas e hiciera poesía”, le dijo Víctor Hugo Montero a La Silla Vacía.
Francia Márquez tenía el sueño infantil de ser artista, quizá una cantante, bailarina o actriz. Incluso afirmó que llegó a audicionar para el programa de concurso musical Factor X y no fue aceptada por los jurados. Ella contó esa historia en abril de 2022, luego de haber sido llamada King Kong por la cantante Marbelle, una de las antiguas jurados en ese reality show. El video de la participación de Márquez, si la hubo, aún es una pieza de lost media.
“Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en llovizna cae del cielo la buena suerte”. Los nadies, Eduardo Galeano.
A Francia Márquez se le ha visto con el pañuelo verde, representativo de las colectivas feministas que buscan la despenalización del aborto en América Latina. “Hoy quienes abortan son niñas, son adolescentes, son mujeres empobrecidas, indígenas y campesinas, afrodescendientes, que no han tenido procesos de formación frente a la sexualidad, frente a la reproducción de la vida”, dijo en un debate de la revista Semana.
Según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 91.215 adolescentes entre los 14 y 19 años se convirtieron en madres durante 2021. El embarazo adolescente es un problema de salud pública porque reduce las posibilidades de movilidad social, y esto es un problema especialmente en adolescentes empobrecidas. Por otro lado, Colombia es uno de los países con más madres solteras del mundo; la red de apoyo de la madre y el hijo en esas condiciones es aún más frágil.
Ella lo tiene muy claro hoy, pero no lo sabía en la adolescencia. “A mis 16 años, yo estaba embarazada un hombre blanco mestizo, que me vio solo como un sujeto sexual, me embarazó y ¡chao, se fue! Entonces, me tocó asumir una maternidad y paternidad a los 16 años, estando estudiando en el colegio”, confesó Francia en entrevista al canal de YouTube del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
En la misma entrevista, recordó que tuvo que interrumpir sus estudios de bachillerato durante la espera. “Me tocó trabajar en la mina, así como todo el embarazo, y como hoy lo iba a parir, no fui a la mina y lo parí en la madrugada del día siguiente”, contó.
Las posibilidades de Francia Márquez para entrar a la educación superior en esa condición socioeconómica eran mínimas. A la fuerza, las prioridades cambiaron. Quedaron atrás las obras de teatro de colegio, los cununos y los alabaos. Sobrevivir se hizo primordial —y ya era bastante complicado—.
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneros, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos los nadies, jodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no practican religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no aplican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos”. Los nadies, Eduardo Galeano.
Francia Márquez tuvo otro hijo a los 20 años. Para entonces, ya había ganado cierto reconocimiento como activista en su región. Todo empezó cuando su comunidad evitó que desviaran el río Ovejas, el mismo que les dejaba oro para recoger en sus orillas, para que sus aguas alimentaran la hidroeléctrica del embalse de Salvajina, un proyecto de infraestructura que se alimenta del río Cauca y ha sido el foco de múltiples crímenes ambientales y sociales, según denuncias de varias ONG.
Por sus participaciones en las asambleas comunitarias, la joven pero aguerrida mujer entró al Proceso de Comunidades Negras (PCN), una red de organizaciones sociales con 29 años de historia que se dedica a defender el estilo de vida digno del afrocolombiano: su cultura, sus recursos, sus derechos y su permanencia en los territorios.
En 2009, su comunidad opuso resistencia ante el posible despojo de su territorio, en el cual iniciaría la exploración minera de AngloGold Ashanti. Lo que el Gobierno nacional vio como una oportunidad de desarrollo —al punto de haber expedido títulos de explitación minera— tendría lugar sin consultarlo primero con la comunidad o esperar su aprobación. Esta reacción convirtió a Francia, a sus hijos y hermanos, en objetivo de los paramilitares de la zona.
Para esa época, Francia Márquez tomó la decisión de cursar la carrera de Derecho y se matriculó en la Universidad Santiago de Cali, una de las más reconocidas instituciones privadas del Valle del Cauca. Tardó siete años en graduarse. Durante esa década trabajó en lo que pudo para sostener a sus hijos y conseguir el dinero de la matrícula —incluso, se desempeñó como empleada de servicios generales—.
El tiempo parecía escaso con tantos deberes a cuestas, pero en esos años hizo historia y entró con fuerza al debate nacional.
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local”. Los nadies, Eduardo Galeano.
La cosa no mejoró con el paso de los años: para 2014, los órganos reguladores de las tierras en el país estaban haciendo lo que se les cantaba con los títulos mineros y las empresas entrarían a explotar los territorios sin pudor alguno en cualquier momento. El ruido de la maquinaria amarilla no los dejaría dormir por las noches y el movimiento de la tierra contaminaría el río. Tenían que hacer algo.
Lo intentaron: hubo manifestaciones, cartas y plantones, pero no encontraron mucha disposición de las entidades regionales. Los caucanos que protestaban eran los nadies y estaban fuera de la vista atenta de quienes tomaban decisiones.
Ante esa realidad, la ahora estudiante universitaria Francia Márquez decidió ir hasta la puerta de alguien más poderoso: el Gobierno central. Su idea era caminar desde el Cauca hasta Bogotá para denunciar que el río Ovejas estaba amenazado de muerte, así como la subsistencia de la gente en sus orillas. Al principio, solo cuatro vecinas aceptaron.
Después de mucha labia, quince mujeres iniciaron la Marcha de los Turbantes en noviembre de 2014. Cuando llegaron a Bogotá, doce días y 600 kilómetros después, la protesta ya había reunido a 150 mujeres. Todas ellas se tomaron las instalaciones del Ministerio del Interior durante una semana, incluso durante las noches. No estaban peleando solo por las aguas del río, sino por su derecho a existir como etnia y comunidad en ese espacio.
La marcha logró su cometido: las mujeres pudieron sentarse a negociar frente a frente con el presidente de aquel entonces, Juan Manuel Santos, y el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo. Llegaron a varios acuerdos: entre los más importantes, parar esa explotación a gran escala de inmediato y reconocer a 27 Consejos Comunitarios del Norte del Cauca como sujetos de reparación colectiva.
“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los nada, los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. Los nadies, Eduardo Galeano.
En ese momento, Francia Márquez se puso en el radar de la política colombiana y la defensa de los derechos humanos de poblaciones racializadas y empobrecidas. Ganó reconocimientos como el Premio Nacional a la defensa de los Derechos humanos en Colombia, por haber liderado la Marcha de los Turbantes.
Además, en 2016 pudo viajar hasta Cuba para poner la cuestión étnica en la mesa de diálogos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Su gestión como delegada del PCN y la Comisión Étnica para la Paz dieron como resultado el capítulo étnico del Acuerdo Final de Paz.
Ese reconocimiento también tuvo un precio: también quedó bajo la mira de actores violentos en desacuerdo con sus luchas. Tuvo que dejar de vivir en la casa de su mamá y radicarse en Cali para proteger su seguridad y la de sus pequeños. Su activismo se convirtió en una actividad de altísimo riesgo. En una oportunidad se acercó a Santander de Quilichao, para un consejo comunitario, y sufrió un atentado terrorista.
En 2018 intentó dar el salto definitivo nacional a través del legislativo: se presentó a la circunscripción afro como cabeza de la lista del Consejo Comunitario del Río Yurumangui, pero recibió menos de ocho mil votos. No obstante, el impulso llegó de un lugar inesperado: en diciembre de ese año recibió el premio Goldman, que es equiparado con los premios Nobel en la rama de la ecología.
La ceremonia tuvo lugar en San Francisco, California (Estados Unidos). Francia invitó a su madre al evento y tuvo un curioso problema: la señora ha trabajado tanto con sus manos que ya no tiene huellas dactilares. “Le voy a sacar el pasaporte y casi ella no puede viajar conmigo. ¿Cuántas mamás en Colombia, en América Latina, han perdido las huellas de sus manos trabajando en casas de familia, haciendo lo que sea por sacar sus hijos adelante?”, dijo en la entrevista para Clacso.
Al final de su discurso de recibimiento exclamó “¡Viva la Colombia Humana!”, en un claro guiño al movimiento liderado por el hoy candidato presidencial Gustavo Petro. El político respaldó las candidaturas del movimiento que la había avalado a ella y ella sentía gran afinidad por el proyecto, pero en ese momento se estrechó definitivamente la relación entre Francia Márquez y la izquierda representada por él. Eso sí, no ha sido una relación libre de desencantos.
Ella decidió lanzarse a la Presidencia de Colombia tras conmoverse por la masacre de Llano Verde. En agosto de 2020, en el oriente de Cali, fueron asesinados cinco jóvenes entre los 14 y los 16 años. Por ese hecho ya fueron condenados Juan Carlos Loaiza Ocampo y Gabriel Alejandro Bejarano, alias El Mono. La situación se conoció en medio de la conmoción general por la pandemia e impactó al país por tratarse de menores de edad en un sector de vulnerabilidad social.
Francia Márquez se sintió conmovida porque una bala perdida le quitó a su sobrina años atrás. Convencida de que ninguna madre debía asistir al sepelio de sus hijos robados por el hambre o la violencia, anunció su intención de llegar a la Casa de Nariño. No obstante, el movimiento Soy Porque Somos —fundado por ella— no alcanzó a reunir suficientes firmas para impulsar su candidatura. Así llegó al Pacto Histórico a través del Polo Democrático.
Sobra decir que Francia Márquez es una mujer que dice lo que piensa sin miedo a las consecuencias, porque ya las ha enfrentado de frente y no han podido con ella. Eso sí, al debate no ha podido —ni querido— escapar en estos cinco meses de campaña. Cuando algunas figuras del Pacto Histórico la han tratado como a la negra de la foto —la persona a la que se incluye para fingir representación étnica sin otorgarla de verdad—, ella los ha frenado en seco sin chistar.
Con recursos financieros esquivos e inmersa en polémicas, Francia Márquez impulsó su precandidatura con miras al 13 de marzo, fecha de la consulta interpartidista. Aseguró que no le cargaría las maletas a Gustavo Petro en una entrevista, encaró al Pacto Histórico por relegar a sus candidatos al Congreso a posiciones inaccesibles de la lista cerrada, se enfrentó públicamente a personajes como Alberto Saade, e hizo varios amagues de abandonar el Pacto.
La fractura definitiva con el Pacto Histórico estuvo muy cerca, luego de que Petro y Gustavo Bolívar, congresista y viejo amigo del candidato, aseguraran que el exalcalde de Bogotá no acogería al segundo lugar en la consulta de la izquierda como fórmula vicepresidencial, pese a que eso era parte del pacto. De todas maneras, como las alternativas del centro del país estaban todas alineadas en esta coalición, Francia terminó quedándose en la consulta.
Fue una buena decisión. Con 780.000 votos, Francia Márquez quedó en segundo lugar en las votaciones de la consulta, pero obtuvo muchos más respaldo que el candidato Sergio Fajardo, ganador de la Coalición de la Esperanza y con una extensa hoja de vida en política. También superó los votos de candidatos como Álex Char y Enrique Peñalosa, quienes también estaban respaldados por años de experiencia y las maquinarias políticas del país.
Este fue un golpe de opinión contundente. El apoyo de los nadies que vieron en Francia una alternativa real a la vieja política tradicional, ciega ante los colores y los privilegios, le valió el reconocimiento como fórmula vicepresidencial días después.
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