Dirigir una orquesta, ya sea en Bogotá o en Medellín, puede tener el mismo valor que hacerlo en otro escenario del continente. Sin embargo, cuando una batuta colombiana llega a los teatros de Suiza no queda de otra que aplaudir de pie, pues no han sido muchos los artistas que lo consiguen. De hecho, solo una mujer ha podido conquistar lo que para muchos es una proeza, como llegar al Olimpo sinfónico.
Ana María Patiño, una joven paisa egresada de la universidad EAFIT, es la encargada de hacer ver posible lo que a veces parece inalcanzable, pues desde hace algunos meses se convirtió en la primera colombiana en ser la directora asistente de la Orquesta de la Suisse Romande. Ya había tenido acercamientos con la potencia artística de Suiza al ser seleccionada, junto con otros 19 directores, para ser parte del Festival de Lucerna.
Ahora, en diálogo con Infobae Colombia, la maestra no solamente cuenta cómo fue el proceso para hacer parte de esta agrupación, sino sus proyecciones con respecto al futuro de las orquestas en estas tierras cafeteras que, si bien no son potencia, pueden serlo en la medida que sean apoyadas desde distintos frentes.
Infobae Colombia: ¿Cómo llegó la convocatoria que terminó con este nombramiento?
Bueno, realmente yo ya estaba queriendo darle a mi carrera una oportunidad que me permitiera dirigir en Europa a un nivel muy alto. Yo había empezado mi maestría -que ya terminé- en Suiza precisamente, aunque en Zurich, y digamos que ya había sentido el nivel tan alto de las orquestas en este continente y pensé de alguna manera en esas esferas. Ya había hecho un par de audiciones antes y varios concursos allí, pero pasaron varios años para que yo tuviera la suficiente madurez para enfundar no solo la audición de la Suisse Romande sino también el trabajo. También había dirigido un par de orquestas importantes en Europa y sabía que cuando llegara una oportunidad así tenía que estar muy bien preparada.
Cuando salió, el año pasado, la convocatoria de la Suisse Romande yo dije: “Bueno, esta es una muy buena oportunidad, voy a presentarme y vamos a ver qué sucede en el camino”. Yo mandé todos los requisitos en noviembre y en enero estaba dando unos talleres de dirección en Cartagena; estando allá me llegó un correo de la orquesta invitándome a la audición con otros cuatro finalistas, así que empecé a prepararme muy bien.
¿En algún momento sintió que no podía salir seleccionada teniendo en cuenta la gran amplitud que tuvo la convocatoria?
Bueno... es una pregunta muy interesante, porque para empezar hay una presión de saber que, así sea durante 40 o 50 minutos, uno se va a parar al frente de una de las mejores orquestas del mundo. Eso ya genera muchísima emoción. La posibilidad de pararte ahí un ratico con ellos, ya es gigante para uno como director joven que empieza a moverse en el campo profesional. Te juro que uno sabe que ese rato con esa orquesta lo va a enriquecer un montón, entonces de entrada yo ya sentía mucha emoción de verme dirigir la orquesta un momento.
Ahora, respecto al hecho de que la convocatoria fuera tan grande y amplia, creo que para mí era muy predecible, eso ya lo sabía pero no lo pensé mucho. Yo dije: “No, ya pasé a la final, tengo que prepararme lo mejor que pueda” y ya cuando uno llega al escenario te empiezan a decir todas las cosas que han pasado para estar allá y ahí yo me di cuenta de la importancia de eso. Realmente no tenía la plena certeza de que iba a ganar, pero sí estaba muy preparada, entonces musicalmente sí me sentía muy segura con lo que iba a hacer y creo que, a diferencia de otras audiciones que he hecho esa vez tenía el deseo de hacer música lo mejor posible y creer en mis ideas musicales.
Claro, nadie es nadie se postula a un concurso viendo que va a perder, pero ¿en algún momento tuvo esa sensación de pesimismo?
Cuando pasé a la final, sí pensé en eso. Decía: “Bueno, si pasé a la final es porque puedo ganarme el concurso”, entonces más que eso fue ese deseo de dirigir... A mí me encanta dirigir, entonces el hecho de poder hacerlo con una orquesta tan buena me llenaba de mucha ilusión, pero también estaban las dudas: “¿Será qué me voy a poner demasiado nerviosa en una audición con semejante orquesta y me voy a confundir?, ¿se me van a olvidar las ideas? no voy a ser capaz de hablar rápidamente lo que tengo que decir”, esas cosas me pasan siempre por la cabeza, pero cada día, a través de la experiencia, uno empieza a confiar un poco más.
¿Qué tanta motivación le generó el maestro Jonathan Nott al momento de querer pertenecer a la orquesta?
Sí, fue importante para mí saber que él está allá y también lo fue el saber que está Daniel Harding, que es también un director muy importante, y también ese hecho de saber que ellos dos hacen parte de la orquesta me dio a mí mucha más seguridad de apostarle a este trabajo porque él es de esos directores que no son tan conocidos como otros de su generación, pero que sí han sido destacados no solo en la orquesta sino también en su carrera.
Además, aparte de ser un muy buen director es un músico excelente, y sumado a eso tiene esa formación de los directores ingleses que es tan seria, tan centrada en la parte coral y basados en un montón de estructura académica, tan elaborada y eso me da mucha emoción. Aparte, dicen que es experto en Gustav Mahler, entonces eso también fue muy relevante para mí.
Hace poco estuvo en la inauguración del Centro Nacional de las Artes en Bogotá junto con la Sinfónica de Colombia. ¿Hay mucha diferencia entre lo expuesto acá y los conjuntos europeos?
Lo que pasa es que en ambas partes hay una manera diferente de relacionarse con la música, primero porque somos una cultura más joven en cuanto a la música clásica; es decir, no es lo mismo que tú hagas Beethoven en Viena a hacerlo acá, porque cuando uno está, digamos, en esa ciudad, uno se siente parte de esa historia musical, porque de repente tú vas caminando por la calle y de repente te encuentras con la casa donde él escribió la 9° sinfonía. Eso te genera una inspiración diferente.
Otra cosa primordial es el dinero que manejan las orquestas en Europa, porque estas llevan 50 o 100 años y muchas de estas ya son instituciones gigantes respaldadas por un montón de personas, entonces esto hace que todo sea gigantesco desde lo administrativo. En ese sentido, en ese continente hay otras posibilidades de carácter político, pero musicalmente yo creo que ha ido desapareciendo esa brecha que antes existía y por eso pienso que acá se toma muy bien la música que es europea.
También tiene mucho que ver el hecho de que muchos músicos latinoamericanos nos vamos para Europa, para vivir una experiencia diferente y también para ver cómo está relacionada toda la vida cotidiana de las ciudades con la música clásica. Esa es la diferencia.
¿Y en ese orden siente que la música de orquesta en Colombia va por buen camino?
Claro que sí, cada vez se hace mejor. Cada vez hay más conciencia de la interpretación, hay más información, hay más gente que va a prepararse a otros lados y llega con ideas nuevas, con formación académica nueva. Cada vez hay más procesos de orquestas en Colombia.
Mi maestro Alejandro Posada nos cuenta que cuando él estaba más joven no había casi orquestas, por mucho una o dos en Colombia. Hoy en día hay tantas cosas que se pueden hacer, tantas comunicaciones que se pueden tener, porque hace 50 años un director de orquesta apenas podía escuchar un CD, pero hoy en día uno ve a muchos directores dando clases maestras y conciertos en vivo en las mejores orquestas del mundo. Definitivamente cada día se toca mucho mejor la música clásica.
¿Se ve dirigiendo y haciendo música con orquestas colombianas?
Me encantaría, me gusta trabajar con gente joven y me gustaría hacer grandes producciones aquí, y con eso me refiero a, por ejemplo, si estoy en Europa poder venir dos o tres semanas y hacer un programa con todo el enfoque de construir y descubrir con las orquestas. Lo que no quisiera es desligarme de Colombia es desligarme a tal punto de llegar un día antes de un concierto y después me devuelva. Me gustaría hacer el mejor repertorio posible con toda la humanidad y seriedad del caso en este país con las orquestas profesionales juveniles.
¿Ve a más mujeres en una posición como la suya, dirigiendo las orquestas más grandes del mundo?
Bueno, este es un tema un poco complicado para mí y te lo digo de manera personal porque creo que hay que encontrar equilibrio con respecto a qué se hace con las oportunidades que uno tiene. Yo tuve un conflicto durante mucho tiempo al rededor de si va a llegar un punto donde me inviten a una orquesta solo por ser mujer, y cuando pensé que más allá de la oportunidad que tengo de hacer esto siendo una mujer colombiana, es la responsabilidad de que nadie dude de mi talento más allá de ser mujer. Que como directora, no me defina, ser mujer u hombre. Hoy todavía algunas colegas rusas sienten que no pueden dirigir porque son mujeres porque hay una cultura que se los impide.
Yo tuve la suerte de crecer teniendo profesores y maestros hombres, y nunca tuve ninguna barrera que a mí me dijera “no puedes hacer tal cosa porque eres mujer” y siempre tuve la suerte de contar con maestros que me permitieron un desarrollo musical sin pensar en eso y sin que eso me definiera a mí como profesional. La verdad es que es un tema muy amplio y hasta controversial porque tengo una opinión muy personal al respecto.
Cuando tú estés en el escenario parado o parada, nadie tiene por qué definir tu trabajo por si eres hombre o mujer, es muy importante para mí. Yo creo que está muy mal cuando dicen “tú no puedes ser directora de orquesta porque eres mujer” o que te inviten a una orquesta por ser mujer porque eso es pasar por encima del talento y las capacidades.
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