A comienzos del siglo XX, la literatura había tomado un primer auge que llevaba un tizne de nostalgia tras la muerte de José Asunción Silva en 1896. Otros exponentes masculinos, como Luis Vidales y el mismo León de Greiff estaban marcando la tendencia intelectual de la época, pero los referentes no se quedaron solamente allí. Las mujeres también consolidaron su propio espacio a pesar de las tendencias machistas que siguen vigentes en varios escenarios a pesar de las expresiones femeninas y feministas durante los últimos cien años.
Por aquellos años 20, nació María Vieira White, mejor conocida como Maruja, exactamente en 1922 en Manizales, y su figura fue tan importante para el movimiento literario femenino que, de alguna manera, recogió los aportes dejados por Waldina Dávila de Ponce de León (1831-1900) en temas novelísticos, pero a diferencia de la nacida en Neiva, Vieira se enfocó en la poesía, construyendo una obra insoslayable para los círculos artísticos del siglo.
Vieira White fue testigo de los acontecimientos sociales y políticos más importantes de la historia del país, así como fue partícipe de las transformaciones culturales, llegando a figurar en diversos movimientos literarios y élites periodísticas de mitad de siglo, además de ganarse un puesto como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y correspondiente a la Real Academia Española.
Una obra que fue más allá de Colombia
Además de pertenecer a las élites intelectuales e integrar tertulias en cafés femeninos, Vieira White llegó a liderar organizaciones culturales tanto en Colombia como Venezuela, formando nuevas poetisas y defendiendo los derechos de las mujeres en ambos países, y de manera paralela fue publicando sus poemarios: el primero fue Campanario de lluvia en 1947, y ese mismo año sacó la segunda edición con 20 textos. Cuatro años después, sacó al público Los poemas de enero, con 13 poemas, incluyendo ‘Como el partir de un barco’:
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Ya todo está más claro.
Como la tierra después de la lluvia
son los ojos después de las lágrimas.
El viento hace cantar una vez más los árboles,
pero en la madrugada
tienen distinta voz las antiguas campanas.
Partió un barco. El ancla la levaron
las manos más amadas.
En ese 1951, Maruja Vieira publicó su trabajo Poesía y en 1953 dio a conocer Palabras de la ausencia, una de sus obras más significativas de su legado que también incluye Ciudad remanso, Popayán en 1956, Clave mínima en 1965 y Mis propias palabras, que no fue lanzado sino hasta 1986.
En la década de 1990 publicó tres trabajos literarios: Tiempo de vivir, Todo el amor y Sombra del amor., donde estaba el poema Todavía:
Todavía
la frágil quemadura de una lágrima
borra la luz del árbol.
Todavía
cerca del corazón se detiene la vida
cuando te nombra alguien.
Todavía
rueda el mundo al vacío,
desprendido y errante.
Todavía
no encuentro las palabras
para decir la ausencia de tus manos.
Todavía te amo.
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Su trabajo como gestora cultural estuvo enfocado en la cooperación con varios intelectuales de la región como los escritores Alejo Carpentier, el chileno Ricardo Eliécer Neftalí Reyes -Pablo Neruda-, Arturo y Miguel Otero, entre otras plumas. También, trabajó influenciada por el director de cine Román Chalbaud, el dramaturgo Alberto de Paz y Mateos.
Asimismo, en Colombia, círculo intelectual PEN Club, el cual promueve la cooperación y tolerancia entre escritores del mundo; además, fue socia fundadora ni más ni menos que del Círculo de Periodistas de Bogotá -CPB-, fue directora de los programas de Radio Mundo Cultural y jefe de comunicaciones del Servicio Nacional de Aprendizaje y del Instituto Colombiano de Cultura, nombrado posteriormente como el Ministerio de Cultura Nacional.
Finalmente, sus obras han sido traducidas a más de ocho idiomas, incluyendo el griego y el húngaro, y recientemente su legado fue seleccionado para hacer parte de la Biblioteca de Escritoras Colombianas, lanzada el 7 de marzo de 2022 y donde se incluyen autoras como María Mercedes Carranza, Emilia Ayarza, Elisa Mújica y Teresa Martínez de Varela, entre otras.
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