Con cada obra trato de compartir una instancia creativa: Luis Luna

Infobae Colombia habló con el pintor previo a la inauguración de ‘La variedad del mundo’, para conocer el origen de estas nuevas obras, sus intereses por el pensamiento de Wittgenstein, lo alquímico, los signos y la pintura

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La exposición estará abierta al público desde el 21 de mayo hasta el 18 de junio. Foto: Luis Luna.
La exposición estará abierta al público desde el 21 de mayo hasta el 18 de junio. Foto: Luis Luna.

Luis llegó un poco tarde, no encontraba las llaves del carro. “Duré media hora buscándolas”. Se quitó su sombrero, lo dejó sobre una mesa. Empezamos a recorrer a la galería, una primera mirada a su más reciente trabajo que estará, desde el 21 de mayo en Beatriz Esguerra Art, en la exposición ‘La variedad del mundo’.

La muestra se compone de 18 obras en las que Luis Luna, a partir de una serie de emblemas barrocos que encontró en un libro de Villegas Editores que le regalaron y que fue interviniendo y acercándola a su mundo personal, en el que las referencias a Wittgenstein, lo alquímico, el interés por los signos y la pintura conviven para asomarse un poco en su obra.

Para este conjunto, el artista continúa una exploración que comenzó hace unos años en un trabajo colaborativo con la tejedora Mónica de Rhodes. En esa oportunidad, realizó una pintura de gran formato sobre papel, una obra de una abstracción gestual y vaporosa, que después intervendría de Rhodes destruyéndola y reconstruyéndola con hilos metálicos.

Algo se despertó en el pintor, tal vez una de esas epifanías que todos los artistas esperan y en la que las soluciones formales a sus inquietudes plásticas empiezan a encontrar alguna solución. Iniciaría, así, un periplo que aún no termina y que, como dice, ha enriquecido su trabajo ayudando a evolucionar su pintura.

En la galería las obras están colgadas, no están en bastidores, parecen suspendidas en el aire lejos de la pared. Son pinturas en las que serigrafió los emblemas barrocos e intervino creando capas de colores y texturas, atmósferas gaseosas, y que de Rhodes cortó en tiras y reensambló con los hijos de metal. Por las fisuras resultantes se cuela la luz y redibujan las obras con sombras.

Infobae Colombia habló con Luis Luna previo a la inauguración de la muestra para conocer el origen de estas nuevas obras, sus intereses por el pensamiento de Wittgenstein, lo alquímico, los signos y la pintura.

¿Cómo nace este nuevo conjunto de obra?

Tiene dos vertientes, la técnica, que ya tiene unos tres cuatro años, que es la experimentación con unos telares con una amiga mía tejedora, y la parte conceptual, que tiene que ver con los emblemas barrocos, que también es como una especie de imaginería que ya había utilizado en alguna oportunidad, hace como unos cinco años, pero que retomé ahora para precisamente trabajarlo con esta nueva técnica.

Con los emblemas barrocos me parecía como si estuviera rescatando una serie de imágenes y de elementos casi que mitológicos, deconstruyéndolos y volviéndolos a reconstruir a través de la urdimbre, entonces estaba por un lado el rescate de estas imágenes, como imágenes, pero también a través de una técnica que se destruye y reconstruye, como lo es la tela vuelta urdimbre de nuevo.

Hablando de eso, en las obras hay una intensión de resignificación y actualización de esos viejos símbolos, ¿cómo fueron seleccionados en un acervo de símbolos y emblemas barrocos que puede ser infinito?

Ahí hay un juego que va entre el azar, digamos, como el botar los dados y escoger el que vaya apareciendo, pero, en un principio yo escogí un banco de símbolos que me interesaban mucho, que eran muy dicientes y que me evocaban ciertas cosas. Ahí sí escojo conscientemente, porque me llevan a cierto acervo de conocimiento que tengo sobre esta simbología, como por ejemplo el perro mirando a la luna, o por ejemplo el cordero pascual, o uno que yo atribuí al ave fénix, pero que está descrito de una manera distinta.

Estos símbolos manejan una imaginería, una iconología que se pierde porque no estamos manejando el mismo código que ellos manejaron...

Esta especie de azar y de recontextualizar las cosas que se han perdido y volverlas a ponerlas en contexto es donde toca a Wittgenstein, que habla básicamente del lenguaje, el uso de las palabras, más que todo por el uso de las palabras, no es que las palabras tengan un significado por sí mismas, sino en cuanto al uso que se les da. Lo que yo estoy haciendo acá es darle un nuevo sentido a estas imágenes, pero un sentido que es más abstracto, que es extender el mismo lenguaje, dándoles un nuevo contexto y extenderlo para dar más significados, más sentidos.

Una amplificación de la significación de esos códigos, de esos símbolos...

Exacto, una ampliación que toca, no solamente el código mismo, como los materiales, como la técnica y el espacio en el que fue colgado, si es como renovar un poco estos lenguajes y estos códigos.

De alguna manera, como en algún momento hice con los signos alquímicos que los colocaba en distintas partes, estoy haciendo lo mismo con los emblemas, les estoy dando una simetría distinta y una serie de asociaciones muy curiosas.

En algún momento Eduardo Serrano, por allá en el 2007, escribió que “para Luis Luna hacer arte es una manera de explorar, de descubrir, de pensar”. ¿Para esta serie qué fue eso que estaba tratando de buscar o descubrir?

En esta serie entré como por la tangente, como de lado, al mundo barroco, porque me interesé mucho por el libro de emblemas sin pensar tan conscientemente que sí se trataba de un lenguaje barroco, un lenguaje del siglo XVIII, es como un viaje a través de la historia, pero es un viaje recontextualizado en nuestro territorio, en nuestras vivencias, en nuestra experiencia, en lo que yo tengo en mi estudio en este momento.

Luis, usted escribió que “nada es irrelevante y nada no está no conectado, toda parte de la obra se conecta con otra”, siguiendo ese orden de ideas, ¿cómo entra a jugar este trabajo reciente con el resto de obra?

Esto, en mi trabajo, se está renovando a través de la misma técnica del tapiz, hay muchas cosas como el control, descontrol, que uno tiene sobre su pintura que después se convierte en otra cosa y a través del tapiz se está renovando, pero también a través de la misma imaginería tan directa como son estos emblemas barrocos, que simplemente creé una serigrafía a partir de ellos y después está la intervención mía, mi pintura que es informalista y está más involucrada con la materia y está involucrada con el trazo y está tratando siempre como de crear luces y sombras, entonces sí están los cocidos, está aterrizando de mi mundo, pero recontextualizando los emblemas tan obvios que estaban ahí.

La muestra se compone de 18 obras de la producción mas reciente del artista. Foto: Exposición Galería Beatriz Esguerra art
La muestra se compone de 18 obras de la producción mas reciente del artista. Foto: Exposición Galería Beatriz Esguerra art

Luis Luna se pasea por la galería y va señalando detalles en sus obras. Se detiene en frente de dos, una hecha sobre vidrio y la otra, una pintura sobre tela que cuelga como un tapiz sin bastidor.

“Estos son unos dibujos de unas tejedoras de sombreros jipijapa recogidos por la comisión corográfica y acá atrás tiene un emblema de estos barrocos con un personaje recogiendo la vid. Se presta para muchas elucubraciones del trabajo con su producto y el producto de la cosecha y está intervenido acentuando la simetría barroca, los movimientos compositivos de esa espiral barroca. Esos son los mundos que voy conformando que siempre mantienen cabos abiertos”.

Luis también cuenta que el trabajo con los tapices ya se está empezando a ver en sus otras pinturas, “la pintura la prefiero, en este estadio, sacarla del bastidor y dejarla colgada porque se siente más liviana, como más vulnerable y con más movimiento”.

Capas de significado sobre capas de significado

En esta muestra de parte de su trabajo reciente, Luis Luna ha ido creando, no solo capas de pintura sobre capas de pintura, sino que también capas de significados, que se van cargando y superponiendo mientras él trabaja en su estudio, abordando cada obra como si fuera un juego.

Un juego azaroso en el que el artista deja que las cosas pasen, que se vayan sucediendo sobre la tela en su estudio que tiene en Villa de Leyva (aunque tiene otro en las Nieves en el centro de Bogotá).

“Son capas que se van renovando y que influyen técnicamente una sobre la otra y sobre la otra, el tapiz ya influyó para que la pintura ya se saliera del bastidor de una manera mucho más orgánica”.

Y recuerda que en con esta intensión de salirse del marco, del bastidor, tendencia en boga desde la segunda mitad del siglo XX con la aparición del concepto de pintura expandida y de escultura expandida de Rosalin Krauss.

“Es algo que siempre lo había intentado, lo había hecho en unas exposiciones que hice de la variedad del mundo, en la que cortaba maderas pintadas de colores fuertes y que recargaba sobre paredes, como collages de tres dimensiones, pero acá, nació de una manera más orgánica, más natural, como una mariposa naciendo de la crisálida. De la tela misma del tapiz a la pintura ya se dio el siguiente paso y sacar la tela del bastidor le da más vida y le da más historia y le da una connotación distinta. No es la ventana del bastidor, que es impresionante”.

Las frases que aparecen las obras, ¿de dónde salen?

Igual que con los emblemas, yo me rodeo de un pull de literatura, en este caso de Hernando Ayala Olave sobre las historias de los campesinos del Carare Opón en el Magdalena medio y Santander, en este caso preciso. Pero también me he rodeado bastante de libros herméticos de primeras épocas después de Cristo que tienen que ver con la Cábala, con Hermés, con el Libro de los muertos egipcio.

Volviendo al proceso, ¿cómo es esa espera cuando le envía la obra pintada a Mónica para que ella la intervenga? ¿Prevé el resultado o es siempre una sorpresa?

Es una sorpresa total el resultado. Yo le entrego a Mónica todo el material y ella lo diseca como yo se lo entrego, no es que ella coloque las cosas donde ella quiera, sino que ella lo hace como yo se lo entrego, pero claro, es una cosa completamente inesperada porque los espacios entre los cortes, los cortes de luz que entran, el brillo del hilo... todo lo convierte en una cosa distinta

En estos casos me he dedicado a intervenirlo aún después de recibirlo, porque me llama a tocarlo más.

Por la misma novedad y sorpresa de ver la obra después de la intervención, ¿eso lo invita a seguirla retocando y ampliar ese lenguaje?

Sí, me invita a extender esas fronteras, es como un comentario que hace uno sobre la tela que está mirando, es como una arqueología al revés.

¿Cómo una suerte de encriptación en la que quien la vea la obra pueda decodificarla de alguna forma?

Sí, porque siempre hay un lenguaje de simetría, un lenguaje de repetir ciertas formas que se encuentran ya dibujadas en el emblema.

Hay cierto orden y control en ese azar y esa propiedad informalismo de esperar qué sucede con el material...

Ahí vuelve Wittgenstein, porque si bien existen juegos del lenguaje, los juegos siempre tienen unas reglas. Entonces yo establezco determinadas reglas, digamos inconscientes, o que por lo menos dentro del proceso mismo me van articulando hasta determinado punto la imagen.

¿Usted se permite romper esas reglas que van a apareciendo en el proceso?

Ahí sí soy terriblemente rígido, mientras estoy jugando el juego no me permito nada que se salga de sí. Tú armas tu juego y sigues las reglas del juego, cuando ya la rompes es porque empezaste otro juego.

¿Cómo acercar al público a esas reglas que usted se impone para crear o le ofrece otras reglas para ver la obra?

A lo que estoy invitando a la gente, cuando ve la obra, es crear sus propias reglas de interpretación de las imágenes. Porque lo que más divierte cuando ve una imagen es interpretarla y cada interpretación depende de la agenda y del contexto de cada uno. Entonces la persona va a mirar sus dilemas, otra gente va a mirar los animales, o la casa y después entonces ve unas rutas o un mapa, una cartografía... Cada cosa va llevando a la otra y a la otra, pero a lo que estoy invitando es que, así como yo estoy jugando con estas imágenes, estoy invitando a la gente a hacer esa misma labor a partir de lo que ya tiene al frente.

¿Usted suele dejar alguna pista para que el público pueda descifrar la intención original con la que se creó la obra?

No, evito dejar pistas porque precisamente no quiero eso. A lo que estoy invitando es a que la persona juegue con las imágenes y juegue con su misma psiquis y ella misma empiece a crear su propio mundo. Si les dejara algún vestigio sería dirigirlas hacia algo y lo que más quiero evitar es dirigir esa mirada, sino que la mirada siempre está sorprendiéndose por algún elemento nuevo que encuentra en la obra.

Cada obra es, para mí, establecer unas reglas de juego, pero la persona no debe adivinar esas reglas sino que tiene que seguir esa misma actitud mía y recrear un nuevo juego. Es tratar de compartir una instancia creativa, una substancia, un estadio, una manera de ser creativa. Eso es lo que quiero transmitir con las obras.

La exposición se podrá visitar en la carrera 16 No. 86A-31

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