‘El film justifica los medios’, el metraje que reconstruye parte de la historia del cine social y político en Colombia

En diálogo con Infobae Colombia, Juan Jacobo del Castillo, director del documental, señaló que es necesario un replanteamiento de instituciones públicas para la conservación de estos materiales, así como la manera en que las nuevas audiencias pueden recibir estos contenidos históricos

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El documental 'El film justifica
El documental 'El film justifica los medios' muestra la historia del cine social y popular en los años 60 con testiminios de algunos exponentes. FOTO: YouTube (InteriorXIII)

Para entender el contenido de la entrevista hay que tener en cuenta, primero, que en Colombia sí se ha hecho cine social y político; su historia no es nueva pero sí ha sido amedrentada y hasta censurada por diferentes actores, legales e ilegales, al mostrar diversas problemáticas propias de una región y que muchas veces pasan por alto en las urbes.

Es por ello que se vuelve necesaria la producción de metrajes que muestren la historia de aquel cine que le ha hecho contrapoder a aquel ostentoso, el que llena las salas de cine y que muestra la alegría de un país que necesita conocer la verdad de la violencia, la censura, el rapto de personas, pueblos, tradiciones y costumbres. En ese punto entra en acción el documental ‘El film justifica los medios’, cuyo director, Juan Jacobo del Castillo, habló con Infobae Colombia sobre el apremio por realizar formatos similares y el impacto que este puede tener en las nuevas generaciones de audiencias.

Del Castillo no solo ha participado en este metraje, sino que ha editado títulos audiovisuales como Yo no canto por cantar (México - 2016) y del largometraje Las Colonias (México - 2020). De hecho, este es primer largometraje dirigido por el cineasta, quien ha apelado a la construcción de la memoria fílmica para mantener vivos los legados mostrados en ‘El film justifica los medios’, cuyo estreno es este jueves 19 en la Cinemateca Distrital de Bogotá.

Infobae Colombia: ¿Cómo fue ese proceso de reunir a referentes del cine social y popular como Marta Rodríguez y Carlos Sánchez?

Fue un método muy divertido porque también hubo muchas cosas del azar y la casualidad que juegan ahí y que son chéveres.

Primero aparecen las películas y cuando empezamos a verlas y empezamos a enlazar referentes, nosotros sabíamos de la existencia de varias de estas personas como Marta Rodríguez; pero mire que a Carlos Álvarez lo conocimos bastante tarde. Yo conocí el cine de Carlos Álvarez bastante tarde; de hecho, llegué a saber de él alguna vez en un conversatorio y por ahí nos fuimos descubriendo, entonces con respecto a la recolección, lo primero que hicimos fue mapear en 2015: ¿quiénes todavía están activos, donde están donde viven?

Entonces en ese proceso nos encontramos con un señor de nombre Carlos Álvarez que vivía por allá en la calle 39 con carrera 13 -Bogotá- y que todavía estaba escribiendo, entonces fuimos a visitarlo. Marta Rodríguez, en cambio, ha sido muy activa, entonces es relativamente fácil acceder a ella.

Lo curioso es que para nosotros era como es natural el hecho de pensar que todos ellos se podían llevar bien o que se querían como parte de una generación; pero nos encontramos con que cada quien anda muy en su lugar, en su campo. Esto es algo que nos gustó mucho de la película, porque fue volver a poner en una conversación a una generación que ya no se sentía como una generación.

De hecho, es Marta Rodríguez quien menciona en el documental que en aquel tiempo, para hacer cine social había una especie de rosca encabezada por Carlos Sánchez, hermano de Pepe.

Ahí hay una doble dimensión, porque por un lado, tiene que ver con eso planteado, pero digamos, en primer lugar, la rosca sí era un grupo que se llamaba así: La rosca, y era un grupo de investigación y entre otros estaba Carlos Sánchez, creo que estaba Orlando Fals Borda, y ellos producían investigación social y también hacían cosas en cine. Entonces, cuando Marta habla eso se está refiriendo a ese grupo del cual ella fue cercana.

Ahora bien, sí es totalmente cierto que existían roscas, o sea, el grupito de no sé qué se metía solo con el grupito de no sé qué. Había esta especie de pequeños feudos que se encontraban de pronto, digamos, en festivales encontraban en manifestaciones, en episodios concretos, pero no es que trabajarán todos juntos en un momento de una izquierda muy agitada y también en una militancia política fuerte. Entonces, cada quien tenía sus militancias y sus opciones, y no necesariamente todos se querían.

Particularmente, Carlos Sánchez era amigo de todo el mundo y se metía con el grupo de Carlos Álvarez, que era el de cine popular colombiano y era amigo de Jorge Silva y de Marta también, o también Luis Ospina y de -Carlos- Mayolo.

¿Cómo fue esa tarea de reunir todas las tomas que aparecen ahí? Es decir, ¿reposan en algún archivo histórico o las tienen los mismos documentalistas?

Al principio fue como de mucha complicidad y mucha piratería. A ver, la gente que conoce de esto es la que investiga cine aquí en Colombia, hay quienes investigan cine y uno empieza a hablar con ellos y dicen “Vea, le tengo esta copia pirata” y así empezamos a ver las primeras películas. A pesar de que aquí existen lugares como Patrimonio Fílmico y Señal Memoria, entidades que se supone resguardan esto para la época, no había una colección, un resguardo que indiquen cuáles son las películas de los años 60. Eso no existía, entonces el primer gran reconocimiento es para los propios directores y haber almacenado, salvaguardado, cuidado su propio material.

Por los menos lo que ha hecho Marta Rodríguez con su archivo es una cosa impresionante. Lo que hizo Luis Ospina también con su archivo es impresionante, y la familia de Carlos Álvarez empezó a hacer lo mismo con sus metrajes.

Ya después tocó buscar en muchos sitios. Por lo menos en Colombia, obviamente averiguamos en el Patrimonio Fílmico, en Idartes había otras cosas con los propios autores, pero fíjate que nos tocó ir a buscar material, por ejemplo, en Cuba en el ICAIC -Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos-; también nos tocó preguntar por material, y lo mismo en la Filmoteca de México. El material de los años 60 y 70, por haber estado como atravesado en esa convulsión política, está disperso: buena parte se perdió, otra no, y alguna se conservó y creo que nosotros retomamos obras que son representativas, pero de ahí para abajo siguen habiendo cosas que probablemente ya no conozcamos.

La verdad, nuestro ejercicio fue de mucho aguante porque sí, fue como una carrera contra todos los obstáculos y fue también una especie de ejercicio muy como de arqueología; pero yo creo que si no hubiésemos estado muy enamorados de querer contar esas memorias del cine político y artesanal que no aparece mucho, no habríamos llegado al documental, porque el rastreo fue difícil.

¿Y en ese orden, el documental no hace un llamado a que se fortalezcan los métodos de conservación de estas piezas?

Yo creo agudamente que la película quiere hablar es cómo vamos a hacer nosotras y nosotros como colectivos para trabajar con esas imágenes, esos archivos, activar esas memorias y ahí el reconocimiento más fuerte que yo haría es no tanto a las entidades que han hecho un camino regular, sino a los directores, directoras, a los colectivos y esas fundaciones que han hecho esa tarea contra todos las adversidades.

¿Qué tan contrapoder o qué tan social puede ser este tipo de cine sabiendo que sabiendo cuál es el brazo financiero que hacer realidad esos proyectos?

Pero por supuesto, es decir, el tema de la financiación es una gran pregunta y creo que es una que nos tenemos que seguir haciendo. Es muy difícil hacer películas, si no son financiadas por fondos públicos que son los impuestos que pagan los contribuyentes que pagamos todos y que terminan destinados para la cultura y el arte.

Yo sí creo que hay que defender que existan esos fondos públicos y que justamente sean este tipo de relatos o de narrativas las que sean financiadas con estos fondos. Nosotros vamos por vía libre, podemos seguir haciendo cosas sin que el poder realmente se preocupe por el tipo de cosas que estamos haciendo, pero también es importante esa financiación pública. Ahora también hay otras discusiones.

¿Qué tan preparadas están estas audiencias, sobre todo las jóvenes, para ver este tipo de metrajes hechos hace más de medio siglo?

Como audiencia tenemos que hacernos una autocrítica, porque lo que veo es que estamos muy domesticados, por todo lo que vemos y consumimos. Ese creo que es un trabajo arduo pues también esta explosión de contenidos y esta diversidad pueden ir abriendo no solo los espacios para la circulación y la exhibición, sino que puedan ir formando, educando críticamente a todos educados.

Eso lo hacemos hacia nosotros mismos también para que el público cada vez más quiera ver cosas arriesgadas, más raras, más experimentales, más profundas, más emocionantes, más poéticas, más radicales. O sea, creo que el foco está más en la audiencia que en los mismos directores.

Yo la verdad, en ese sentido soy, soy optimista a pesar de las plataformas de pago, a pesar de las series, a pesar de la televisión, a pesar de muchas cosas, soy súper optimista.

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