El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) publicó el informe ‘La tierra se quedó sin su canto’, el cual rescata las voces de los protagonistas que en sus relatos narran la incursión, las acciones y las relaciones del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia con terceros en los departamentos de Atlántico, Cesar, La Guajira y Magdalena y Norte de Santander. Este trabajo busca reconstruir la memoria histórica de la incursión del paramilitarismo en estos territorios de Colombia y cómo este permeó las vidas y los recuerdos de sus habitantes.
El documento recoge el relato de más de 17.000 personas pertenecientes a 39 estructuras paramilitares, remitidas en calidad de desmovilizadas del paramilitarismo, en distintas regiones del país. Este bloque de las AUC, entre 1996 y 2006, perpetró 456 masacres, 123 más de las admitidas en las audiencias de Justicia y Paz.
Entre los hallazgos del informe se puede destacar que el surgimiento y el sostenimiento del paramilitarismo en estos departamentos del país se debe a factores como los cultivos de uso ilícito y tráfico ilegal en las economías locales, la presencia de grandes acumuladores de tierra y los representantes políticos locales vinculados con el contrabando y el narcotráfico.
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El título de este informe - ‘La tierra se quedó sin su canto’- es una adaptación de una frase mencionada por un integrante de la comunidad wiwa, en La Guajira, desplazado por integrantes del Bloque Norte y del Ejército Nacional en 2002 durante la masacre de la vereda El Limón, municipio de San Juan del Cesar (Guajira). Cuando se le preguntó sobre cuál fue el impacto más grande que recibió su territorio ancestral, el hombre respondió: “Afectó la tierra porque quedó sin el calor humano. ¡Quedó sola y triste sin mi canto, sin la bulla que yo le hacía!”.
La masacre de El Limón ocurrió el 1 de septiembre de 2002, cuando un grupo de por lo menos 200 de paramilitares del Bloque Norte llegó a esta vereda, ubicada en la zona rural de Riohacha, y asesinó a 16 pobladores. Los paramilitares, además, lanzaron cilindros y rockets contra la población civil e incendiaron 15 viviendas.
Este bloque paramilitar fue uno de los más grandes de esta estructura ilegal, la cual agrupó 13 frentes de combate que actuaron en 96 municipios de La Guajira, Magdalena, Atlántico, Cesar y Norte de Santander. En total, 127 masacres se perpetraron en estas zonas del departamento que estaban sitiadas por el Bloque Norte.
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Entre los relatos que componen este informe, se encuentran detalles de la manera en que el bloque paramilitar estableció alianzas políticas que le permitieron cumplir con sus objetivos de expansión territorial. La colaboración que recibieron de algunos funcionarios públicos y el despliegue para lograr la cooptación y la infiltración de diferentes sectores que les generaron beneficios financieros, fueron las claves para el fortalecimiento de este grupo paramilitar.
Sobre el Bloque Norte, se comprobó la participación de agentes del Estado que apoyaron los objetivos del grupo e hicieron más factible la consolidación del proyecto paramilitar en los departamentos de Atlántico, Cesar, La Guajira y Magdalena. Además, el CNMH resalta que esta estructura estuvo ligada con el establecimiento de Colombia, a través de vínculos con individuos que se convirtieron en personajes clave de la política local para ganar representatividad política, infiltrar los gobiernos locales y alianzas que les permitieron apropiarse de las administraciones locales y regionales.
Otra manifestación de la parapolítica fue el establecimiento de pactos con dirigentes y líderes políticos, por medio de los cuales se buscó apadrinar candidatos, favorecer a personas que apoyaron el proyecto paramilitar e impulsar aspirantes a curules en Senado, Cámara y gobernaciones.
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