En Mariquita, Tolima, en la esquina de la calle Tercera con carrera Segunda, hay una casa en la que José Celestino Mutis vivió y escribió parte de su legado durante la Expedición Botánica a finales del siglo XVIII.
Una casa con este valor histórico y patrimonial se pensaría, estaría dedicada a exaltar la memoria y los aportes científicos que el sabio Mutis realizó a la botánica. Sin embargo, hoy está en medio de una disputa entre la Academia Colombiana de Historia y privados por su propiedad, el cual deberá ser fallado por segunda vez en junio próximo.
De acuerdo con la investigación realizada por periodistas de El Nuevo Día, medio local tolimense, este ‘enredo’ comenzó en 1926, cuando el personero de Mariquita de la época, Ricardo Galvis, con autorización del concejo y del alcalde cedió a la entonces Academia Nacional de Historia de Colombia “el dominio sobre dos solares de propiedad del Municipio, situados dentro área de la ciudad, donde existieron antaño la casa en que residió y murió el conquistador don Gonzalo Jiménez de Quesada y el Jardín Botánico plantado por el sabio Don José Celestino Mutis”.
Al respecto, Esther Julia Cárdenas Cáceres, habitante del municipio, le explicó al medio tolimense que los terrenos fueron “los primeros ejidos que entregó el Juzgado de Honda para conformar Mariquita, así mismo, que la entrega a la Academia se hizo con diferentes compromisos, entre ellos, rendir tributo tanto al sabio Mutis como al conquistador Jiménez de Quesada”.
Y añadió que “la casa que fue de Jiménez de Quesada fue muy afortunada, porque en su homenaje se hizo una escuela y se conservó”.
Volviendo a la historia, los habitantes de Mariquita esperaban que la academia hiciera monumentos para recordar a los ilustres personajes que vivieron en el municipio, por lo que, según el medio tolimense, se acordó presentar ante el Congreso de la República un proyecto de ley, para obtener presupuesto de la nación que debía estar destinado al “embellecimiento de esos lugares históricos y la asignación anual que se estimara para la conservación de las obras que se ejecutaran”, según citan en El Nuevo Día.
Al respecto, Cárdenas explicó que entre los acuerdos también se incluyó una cláusula que especificaba “que mientras se encontraban los recursos para el cuidado del predio, la Alcaldía debía encargarse de su administración, por lo que surgió la idea de arrendar el lote que rodea la Casita Mutis”.
Es así que, desde el primero de enero de 1959, el personero de ese entonces, Manuel Restrepo, como representante del municipio estableció un contrato con Laureana Ospina por un año sobre un “solar en la esquina noreste del cruce de la calle 3ª con la carrera 2ª y que mide 25 x 24 metros” y se estableció que el canon de pago de arrendamiento anual sería el “10 % sobre el avalúo catastral, siendo el avalúo en la actualidad de $500 pagaderos por semestre anticipado”.
Conforme con el documento citado por el medio tolimense, “el contrato será prorrogado a voluntad de las partes, cosa que solo podrá hacerse por medio de un documento” y que las mejoras que se hicieran no serían pagadas por el municipio, pero sí pasarían a ser de su propiedad, se describe en el primer contrato establecido a fines de 1950.
El contrato, que inicialmente era por un año, se prologó por más de seis décadas, por lo que los descendientes de la señora Laureana, Beatriz Mosquera Ospina, Cristóbal Ospina de la Roche y Nubia Paola Ospina Montoya, emprendieron un litigio en el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Honda, de pertenencia por prescripción extraordinaria adquisitiva de dominio y demandaron a la Academia Colombiana de Historia.
Desde la Academia Colombiana de Historia advirtieron que existe una primera demanda que fue fallada a favor de la entidad, pues fue reconocida como propietaria original, por lo que se espera que la nueva decisión respalde la primera.
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