Recientemente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) anunció que el costo de vida de los colombianos aumentó un 1.25 % en abril. La cifra, superior al 0.59 % del mismo periodo del año anterior, no sólo da cuenta del alza de precios en el país, sino de una inflación anual a abril de un 9,23 %, que es la más alta en los últimos 21 años.
Pero mas allá de las cifras lo verdaderamente importante es el impacto en la economía de las personas y en las finanzas de los empresarios. Ante un panorama de incertidumbre y la posibilidad latente de estancamiento económico causado por la escalada en los precios finales de los productos, los insumos y las materias primas, la reduflación termina siendo la reacción casi newtoniana de un contexto impulsado por una inflación sin precedentes.
Esto, en pocas palabras, se traduce en productos que llegan al mercado a los mismos precios de antes, pero con menor contenido. De tal manera que si antes por una salsa picante de 250 ml el comprador pagaba 10 mil pesos colombianos, hoy debe pagar por solo 120 ml la misma cantidad de dinero.
Según Fenalco en su Bitácora Económica, esto obedece a “una adaptación de la oferta a la presión inflacionaria y se plantea para evitar una perturbación en la dinámica de transferencias hacia el mercado”.
Y esta reacción es apenas una de las cuatro alternativas que están poniendo en ejecución algunos empresarios, entre las que también se contemplan bajar los márgenes de ganancia para apostarle a la competitividad y la alta rotación, elevar el precio conforme sucede con todo sin incurrir en gastos adicionales por cambios en el envase y etiquetado, o bajar costos recurriendo a reformular las recetas de determinados comestibles, asumiendo las implicaciones y los gastos extraordinarios en los que se incurre por hacer cambios de este tipo ante una entidad como el Invima en Colombia.
Pero detrás de esta reducción existe otro discurso que se busca justificar ante los ojos de los consumidores. Algunas marcas cambian el tamaño como parte de una estrategia interna, pero públicamente se justifican con argumentos como eliminar calorías, o una decisión que termina por recaer sobre los clientes que aparentemente han cambiado sus hábitos de consumo.
Costos de adquisición: el foco del problema para algunos empresarios
Adaptarse a la oferta y la presión inflacionaria, para muchos se ha convertido en la bandera de los negocios de ahora, pues ésta es la única forma de evitar la perturbación en la dinámica de transferencias hacia el mercado.
Así lo manifestaron una serie de encuestados, que en el ejercicio planteado por Fenalco fueron indagados sobre el foco del problema. A la pregunta sobre las causas de la reduflación, un 24.7 % de los comerciantes aseguró que los problemas actuales se concentran en los costos de adquisición de mercancía; el 15.8 %lo atribuyó a la escasez de los productos en el comercio –tema vinculado con los contratiempos en la cadena de suministros–; 10,5 % lo atribuyó a la baja demanda que se comienza a percibir sobre el gasto; 8,9 % por la inseguridad y 8.2 % por la informalidad; 7 % por la cartera y la estrechez de crédito de parte de algunos proveedores; 6.3 % por la escasez de personal calificado, 6,3 % por los costos de crédito y finalmente, 6 % por exceso de regulación, entre otros.
Pero aunque es un fenómeno que se está comenzando a percibir con mayor frecuencia, lo cierto es que la reduflación, no es nueva. Datos arrojados por el diario El País aseguran que para 1987 American Airlines consiguió ahorrar 40 mil dólares reduciendo a una unidad la cantidad de aceitunas que servían en sus comidas. Hoy, si bien ya no sirven comida en los aviones, las empresas no solo ahorran en meriendas sino en tiempos de limpieza, logrando convertir esas ‘pequeñas’ estrategias en los porcentajes acostumbrados de utilidad para sacar cabeza en tiempos de crisis y dar continuidad a sus metas y responsabilidades.
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