María Rosalba García de Sepúlveda, una excombatiente de la extinta guerrilla de las Farc que vive en el departamento de La Guajira, lleva el lema de que nunca es tarde. Apenas un mes después de haber cumplido sus 68 años de edad, logró su título de bachiller, como uno de los objetivos que tenía para la vida civil.
Además de ser un sueño, García aspiraba lograr el título por su tranquilidad y porque considera que eso le permitirá mejorar su estabilidad económica. “Toda la vida había soñado hacer el bachillerato e ingresar a la universidad. Pero no había podido. No había tenido esa posibilidad, hasta que apareció la oportunidad de estudiar por ciclo”, afirma.
Cientos de personas, que dejaron las armas durante el acuerdo de paz con las Farc, se han acogido a los programas educativos para tener las bases de una vida civil estable. Para muchos de ellos no fue posible estudiar, porque el conflicto y la guerra les impidió cumplir con sus procesos.
Sepúlveda perdió a su mamá a los 11 años. Vivía en Medellín, Antioquia, con otros cinco hermanos y con su padre; luego, la familia se desplazó al municipio de Bello para trabajar en el campo, pero la violencia los alcanzó. Su papá fue asesinado en medio del conflicto, cuando aún no alcanzaba la mayoría de edad y solo había cursado primero de primaria, entonces entró a las filas de las Farc.
Después, en la vida civil, tuvo que enfrentar una batalla con su propio cuerpo. Un año después de la firma del acuerdo de paz, en el 2017, fue operada de corazón abierto. Tras superar esa prueba dice que “no era su hora” y emprendió el camino para cumplir sus nuevos sueños.
Ella se acogió al programa ‘Arando la Educación’, que está dirigido a jóvenes y adultos en proceso de reincorporación para que puedan formarse en bachilleres, que es acompañado por el Consejo Noruego para Refugiados y el Ministerio de Educación Nacional, junto a la Agencia para la Reincorporación y la Normalización. Con corte a marzo, 4.070 excombatientes han logrado su título de bachiller.
Desde que hizo su paso a la vida civil se estableció en el municipio de Pondores, del corregimiento de Fonseca en La Guajira. En el 2019 inició sus estudios presencialmente en la Institución Educativa Técnica Agropecuaria de Conejo al que ingresó en grado sexto.
“Hacía 50 años que no recibía clases académicas en una institución y tuvo que adecuarse, tanto a la disciplina que requiere cumplir con los compromisos, como a los recursos digitales para lograr su grado. “Parecía imposible, pero no, me gradué”, dice Sepúlveda.
“Fue duro estudiar porque no entendía muchos temas, pero gracias a Dios está el internet. Es una bendición. Buscaba todo lo que no entendía. También me apoyaba en mi familia”, señala. Pero con su familia no se refiere a vínculos de consanguinidad, sino con quienes ha compartido vivienda durante la vida civil en la ETCR de Pondores desde hace 5 años.
Un año después de emprenderlo, inició la pandemia de covid-19 por lo que tuvo que adecuarse a los recursos virtuales como todos los estudiantes del país. Sin embargo, los profesores la visitaban una o dos veces por semana para explicarle personalmente los temas en los que tuviera dificultades.
Su objetivo es lograr la estabilidad económica que le permita sostenerse el resto de su vida civil, por lo que ha participado en otros cursos de manipulación de alimentos, prácticas agrícolas e incluso aspira lograr entrar a la Universidad. “Me gustaría estudiar Ciencias Sociales o Historia. Me gusta la historia. Cada ser humano tiene una historia y una forma de contarla. Cada región tiene su historia. Lo mismo pasa con el conflicto, con lo que ha pasado en Colombia”, sostiene.
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