Recientemente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) anunció que el costo de vida de los colombianos aumentó el 1.25 % en abril. La cifra, superior al 0.59 % del mismo periodo del año anterior, no sólo da cuenta del alza de precios en el país, sino de una inflación anual a abril de un 9,23 %, que es la más alta en los últimos 21 años.
Lo anterior, no solo es el resultado de una situación mundial en la que las economías enfrentan una inflación que tiene como origen la invasión a Ucrania y los confinamientos en China, sino que también pone en evidencia la fragilidad de un sistema en la que la moneda local va perdiendo a diario valor.
Pero estas consecuencias no solo afectan las políticas económicas de los gobiernos, que cada vez que tienen oportunidad salen al rescate con nuevas estrategias, también inciden directamente en la vida de las personas y en la manera en la que consumen.
No es para menos. De enero a la fecha, alimentos como la carne han presentado un aumento del 40 % en su precio final. Igualmente, verduras, tubérculos como la papa, cereales como el arroz, la leche y las frutas tampoco se quedaron fuera del listado.
En consecuencia, Alberto Castañeda, doctor en Economía, afirma que lo anterior hace cuestionarse sobre dos aspectos fundamentales. Por un lado, pese a que el incremento de los precios de los alimentos es un problema de oferta, que comenzará a moderarse en los próximos meses con ampliación de la producción en el segundo semestre, la variación anual de 26,17 % en bebidas no alcohólicas y alimentos es una realidad.
“Esto refleja los problemas estructurales del agro colombiano y su dependencia de los alimentos importados. En segundo lugar, este incremento afecta más que todo a las personas pobres, cuyo ingreso principal se destina mayoritariamente a alimentos”, cuenta Castañeda y hace énfasis en que la inflación es un problema económico y social, porque afecta de forma desigual a las personas.
Medidas de precaución
Si bien el fenómeno inflacionario es un asunto global que obedece a diferentes factores locales e internacionales, para el reconocido economista y actual gerente de Inversiones de Fiducoldex, Aristóbulo Borja, existen maneras para que desde la cotidianidad, sea posible hacerle frente a la inflación.
“Por ejemplo, acudiendo a los mercados campesinos y/o plazas de mercado; evitar consumo de productos innecesarios, aplazar compras que no son de primera necesidad y planificar sus compras de tal manera que adquiera las cantidades estrictamente necesarias en un período de tiempo determinado”.
En ese sentido, agregó Castañeda, a partir del presupuesto financiero, de cuánto son los ingresos y cuánto suman los gastos de la familia, es esencial priorizar gastos.
“Se debe identificar cuáles gastos se pueden posponer por un tiempo haciendo pequeños recortes que permitan un ahorro monetario. Es importante involucrar a todos los miembros de la familia para que sean conscientes de ese esfuerzo de organizar el consumo de cara a la situación económica actual”, sostuvo.
Así mismo, añadió que también se hace necesario contemplar la idea de sustituir productos de consumo por unos más baratos, bajarle al uso de los servicios como la energía y finalmente, desde la empresas, contemplar la posibilidad de bajar al margen de las ganancias para mantener precios y lograr mayor competitividad.
Pero si bien la toma de decisiones en los hogares es de vital importancia, los expertos también señalan que no necesariamente invertir el efectivo es la salida. Al respecto, Jorge Sarmiento, asesor financiero de la bolsa de valores explicó, en diálogo con Infobae Colombia, que la conveniencia de invertir en esta moneda depende del momento y señaló que en estos casos es necesario considerar el riesgo que implica.
“El nivel de 4 mil pesos no es garantía suficiente para que los inversionistas estén tranquilos dada la alta volatilidad en los mercados mundiales y el ‘sobrecalentamiento’ de la economía de Estados Unidos y el mundo por las diferentes fluctuaciones en los precios (...) Es necesario tomar una política conservadora y de inversión en el corto plazo para afrontar estos eventos durante el 2022″, dijo.
En lo anterior coincide Aristóbulo Borja, pues si bien señala que se trata de una inversión volátil, ésta, a diferencia de una moneda como el peso, siempre llevará más ventaja.
“El dólar, siempre será una buena inversión, que como cualquier otra tiene sus momentos de volatilidades. Sin embargo en el largo plazo será ganadora, hacerlo hoy dependerá de la capacidad de aguante que tenga el inversionista, pues recientemente la divisa ha subido alrededor de 4000 pesos y en el corto plazo puede mostrar correcciones importantes. No obstante, las expectativas económicas generadas por los procesos inflacionarios, fenómenos geopolíticos críticos y en lo local, adicionado el proceso electoral, sugieren un mayor precio. De todos modos el peso colombiano en el largo plazo será devaluacionista y en ese caso una inversión estructural en dólares, es recomendable”, afirmó.
En esa vía, aunque la coyuntura obliga a tomar decisiones, lo cierto es que de fondo, los gobiernos, además de las políticas monetarias implementadas, también deben considerar estrategias que den mayor respuesta. En el caso correspondiente, los expertos señalaron la importancia de dar mayor preponderancia a las exportaciones, pues es una vía para incentivar el ingreso de moneda extranjera al país.
“El fortalecimiento de las exportaciones del país con políticas que incentiven la producción de insumos y valor agregado en los productos propios, son las políticas de Estado que se deberían fomentar en el sistema económico de Colombia. Estas incentivarían el consumo interno y revertirán la balanza comercial donde las importaciones disminuyan frente a lo exportado en el país”, señaló Sarmiento.
De ese modo, pese a que la estrategia es indispensable para volver al país más competitivo a nivel internacional, en lo que coinciden todos los expertos es en la importancia de mantener acciones que no sean aisladas con otras, pues esto reduce su efectividad y al final éstas terminan convirtiéndose en paños de agua tibia que alivian pero no curan.
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