Tras un poco más de tres horas de recorrer los 118 kilómetros de las serpenteadas carreteras de la vía Piedecuesta-San Gil, desde el Aeropuerto Internacional de Palonegro -en Bucaramanga-, y con una parada para tomar un pequeño refrigerio, las amplías y vastas montañas santandereanas se abren para dejarnos entrar al “pueblo más lindo de Colombia”: Barichara.
Declarado Monumento Nacional en 1978 y posteriormente Patrimonio Cultural de la Nación, este pueblito con cerca de 8.000 habitantes le hace honor a su sobrenombre desde el primer momento en el que pisamos el lugar: su arquitectura colonial, sus calles empedradas y su tranquilidad, cautivan al instante. No en vano, Disney usó este lugar como inspiración para ambientar la película animada ganadora del Óscar, ‘Encanto’.
Nuestra primera parada nos demuestra el ‘encanto’ que alberga este pueblito patrimonio: más allá de su atractivo colonial, que lo hace parecer detenido en el tiempo, sus tradiciones culturales dan cuenta de los bienes autóctonos que tiene por ofrecer.
Tejas de barro, una herencia de más de 300 años
A 10 minutos del centro de Barichara, en la vereda Guayabal, Nilson Romero y sus hermanos nos dan la bienvenida a su taller artesanal de tejas de barro, un oficio 100 % hecho a mano y al que su familia se ha dedicado por cinco generaciones.
“Esto viene de muchas generaciones atrás. Barichara tiene más de 300 años y los datos registran que acá, en este sector, se hicieron las tejas para los primeros techos de Barichara”, afirmó Nilson, mientras nos explicaba esta técnica de alfarería con la que también producen ladrillos, toletes y guardaescobas.
Para el proceso, que toma alrededor de un mes en finalizarse, se requiere de un cargamento de tierra rojiza -propia de la región- que se prepara con agua y cuya textura es pulida con ayuda de un par de bueyes que caminan sobre ella por cerca de cuatro horas. Una vez esta masa de barro está lista, Nilson y sus hermanos le dan el tamaño a la teja con sus propias manos, ayudándose de un molde al que llaman gradilla.
Esa figura de tierra resultante posteriormente es trasladada desde la gradilla hasta el ‘galápago’, un artefacto de madera -hecho con el árbol de nombre galapo- que tiene la forma tradicional de una teja, para luego ser ubicada en un aparador al aire libre, donde se deja secar por aproximadamente cuatro días.
Esta técnica artesanal culmina con la quema de esa arcilla en un horno de leña que alcanza los 1.250 grados de temperatura, y cuyo resultado es una teja de color entre rojizo y rosado. La tonalidad, según Nilson, varía dependiendo de “si se quema más o menos leña”.
Gracias a este oficio, 64 familias de la vereda Guayabal han subsistido durante años y, más importante aún, han podido preservar esta actividad representativa de los ‘patiamarillos’(gentilicio que se le da a las personas nacidas en Barichara). “No queremos perder esta tradición artesanal -dice Nilson-, la gente siempre dice: ‘yo quiero teja pero teja guayabalera, hecha a mano, si me toca esperar tres o seis meses yo espero, dejo la obra parada con tal de que usted me haga la teja de acá’”.
Tapia pisada: la técnica con la que Barichara se construyó a punta de tierra
En nuestra siguiente parada la tierra de la región continúa siendo la protagonista. Ubicada en el barrio La Cantera, por la vía Salto del Mico, de Barichara, nos encontramos con Casa Taller de la Tierra, un espacio en el que desde 2018 Santiago Rivero y su esposa, Lina Pieruccini, ofrecen cuatro experiencias culturales donde la tierra es la materia prima.
En este taller, Santiago y Lina enseñan a los visitantes otro oficio tradicional de Barichara: la tapia pisada, una técnica de construcción donde los únicos materiales que se usan son la tierra y el agua, aunque en algunas otras regiones del país este sistema de edificación se complementa usando cañas de madera de forma horizontal.
“Nosotros estamos convencidos de que de no ser por la tapia pisada ninguno de nosotros estaría acá. Si la población local no hubiera conservado el oficio de la tapia pisada, pero sobre todo si la gente de afuera no hubiera pedido construir casas de tapia pisada, la historia de Barichara sería distinta”, aseguró Santiago mientras nos explicaba la historia del lugar.
Con el fin de mantener esta tradicional técnica de construcción, el taller dispone de una colección de tierras propias de Barichara (roja); San Gil (amarilla); Guane (negra); Lebrija (rosada), entre otras, con las que los viajeros podrán hacer su propio muro de tapia pisada usando un tapial -nombre que se le da a la estructura que se usa para construir con esta técnica- en versión miniatura. “Es una experiencia muy bonita que les permite entender cómo, a partir de tierra con agua, se pueden armar casas”, afirmó Lina.
Pero, si lo suyo no es la construcción, en Casa Taller también podrá vivir otras experiencias usando la tierra como materia prima -mientras toma una copa de vino o una taza de café-: pintar cuadros, crear imanes o hacer su propia mini botella de vidrio en la que albergará algunas de las tierras de Santander.
‘Los Canastos de Don Nico’, artesanías hechas a base de vegetación
Barichara no deja de sorprender, y así no lo demuestra nuestro último paraje de este recorrido por las tierras de los ‘patiamarillos’, un lugar donde la tierra le cede su protagonismo a la maleza que crece en la región.
Se trata de los ‘Canastos Don Nico’, un emprendimiento familiar en el que se fabrican canastos, lámparas, sillas, entre otras artesanías, usando como materia prima un tipo de bejuco -conocido popularmente como maleza o planta trepadora- denominado ‘Pedro Alejo’.
En la vereda El Caucho, ubicada a 10 minutos por la vía Villa Nueva–Barichara, Eulalia Viviescas y su hijo, Diego Viviescas, son los encargados de producir y vender estas artesanías creadas por ‘Don Nico’, el padre de doña Eulalia, quien, a sus 78 años, elaboró por primera vez un canasto de bejuco con el único fin de ayudar a su nieta con una tarea escolar. El producto fue tan llamativo entre los habitantes del sector, que don Nico no dudó en convertirlos en el nuevo sustento de su familia y, tras su muerte, su hija y su nieto se encargaron de continuar el emprendimiento.
“Las lámparas es lo que más nos piden, ese producto no lo alcanzó a conocer mi papá y eso es una de las cosas que ha evolucionado después de que él murió (don Nico)”, contó doña Eulalia agregando que, con el paso de los años, estas artesanías se volvieron tan apetecidas que no solo tuvieron que contratar personal para ayudarlos, sino que, incluso, hay días que no dan abasto ante la cantidad de pedidos que les llegan.
“Para tejerlos hay que…”, continúa diciendo doña Eulalia mientras se dispone a explicarnos cómo elaborar los canastos por nuestra cuenta:
Otros planes imperdibles si va a Barichara
Los encantos de Barichara no terminan allí y, por ello, le dejamos otras tres actividades que no se puede perder en su paso por el “pueblo más lindo de Colombia”:
1. Senderismo por el “Camino real”: a Barichara y Guane los une este camino milenario que los indígenas de la zona y, posteriormente los españoles, usaron para movilizarse entre los dos municipios. El recorrido es de aproximadamente 5,5 kilómetros que, traducido en tiempo, son un poco más de dos horas. Durante la caminata podrá disfrutar de unas espectaculares panorámicas de la región.
2. El Salto del Mico: uno de los miradores más importantes de Santander que no se puede perder. Su ubicación le permitirá tener una vista espectacular de los paisajes del departamento, como el Cañón del Río Suárez y los pueblitos de Zapatoca y Galán. Un destino perfecto para los amantes de la fotografía.
3. Elvia Cocina Local: un imperdible de Barichara es su oferta gastronómica y este restaurante de cocina de autor definitivamente debe ir en su lista de lugares por visitar. En Elvia encontrará platos de sabores y productos locales que pondrán a experimentar a su paladar.
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