‘Todas y todos somos guardianes de Atrato’, la iniciativa del Centro de Memoria que rescata la importancia de este río en las comunidades del Chocó

El proyecto de memoria busca no solo hacer un llamado sobre los daños hechos al río en materias sociales y ambientales, sino que también promueve que la gran mayoría de colombianos conozcan lo vital que es el afluente para el desarrollo del departamento a partir de su cuidado

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Bojayá, Chocó. Noviembre 3 de
Bojayá, Chocó. Noviembre 3 de 2019. Agrotienda Fluvial es un barco que comercializa productos a las comunidades ubicadas en la rivera del río atrato, una iniciativa del Gobierno para incluir en el mundo de la economía a habitantes de pueblos apartados, por medio del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). En la foto: Habitantes del Corregimiento de Villa María - Chocó. (Colprensa - Camila Díaz)

Para dimensionar la influencia que ha tenido el Río Atrato en el conflicto armado colombiano hay que pararse -sobre una chalupa, claro- en el afluente ubicado en el departamento del Chocó y que, pese a ser el tercero con más navegabilidad del país después del Magdalena y el Cauca, ha sido testigo de crímenes atroces como la masacre de Bojayá (2 de mayo de 2002). Es justamente sobre esa vertiente que se empieza a construir la memoria de los habitantes que viven en sus cercanías a partir de sus relatos.

Una de esas maneras de no dejar en el olvido aquellos testimonios es ‘Todas y todos somos guardianes de Atrato’, iniciativa que cuenta con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica y que busca realzar la labor de los cuidadores de este río. Con el pasar de los años ellos se han convertido en luchadores contra el olvido.

Esta iniciativa fue presentada en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá -FILBo-; allí asistieron varios de los habitantes del Atrato que promueven este proyecto. Este tiene por objetivo preservar los recursos ambientales de la región, en cumplimiento con lo establecido en la sentencia T-622 emitida por la Corte Constitucional, donde reconoce al río como sujeto de derechos, contemplando además las relaciones bioculturales de las comunidades ribereñas con este afluente.

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El proyecto en las voces de sus guardianes

Para Bernardino Mosquera, uno de los defensores del Atrato, se necesita “vocación, disponibilidad y querer el territorio” para ser defensor del río, además de ser consciente del riesgo que se corre al luchar por una zona que ha sido utilizada para expandir el conflicto armado en el Pacífico.

Se trata de tener “amor propio” como lo señala don Bernardino, a tal punto de sentir al río como una persona cuya vida debe cuidarse de todo peligro y más sabiendo su ubicación.

“Por el Atrato al principio nos llegó parte del desarrollo, porque por el comercio y el turismo lo hacíamos por ahí; pero creo que es más lo que se nos ha ido que lo que ha llegado. Todo lo que la madre naturaleza nos dio”, añade don Bernardino lamentando que la riqueza del río, más allá de ser extraída, ha sido saqueada, y ni hablar del abandono estatal.

“Desde 1993, las comunidades han venido alertando al Estado de lo que ha venido sucediendo con el Atrato, y no ha habido alguien que lo acoja y tenga esa responsabilidad frente a las peticiones que ha hecho la comunidad”, advierte Mosquera. Para él, ahora las labores comerciales son mucho más complejas que en décadas anteriores, pues la sedimentación del río impide la navegabilidad adecuada.

El bocachico, una de las razones que une a la población chocoana alrededor del Atrato

Cuando hay subienda de este pez, las comunidades aledañas se unen al son de los chapoteos que emiten cientos de bocachicos, señal de que la bonanza alimentaria y comercial llega al Atrato y a sus pobladores cercanos, tal y como lo indica John Javier, otro guardián del afluente.

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Cuando hay subienda, la gente se vuelca al río y nace algo muy importante y es esa hermandad: ‘Subió el bocachico’, como dice uno normalmente; entonces la gente llega y dice ‘yo cogí tres arrobas’, entonces llegas tú, por ejemplo, y dices ‘¿cuánto cuesta un pescado’ pero la gente te responde ‘no, ¿qué vas a comprar’ Agarra lo que tú quieras’, entonces esa cultura ha hecho que hoy nosotros estemos aquí como esos guardianes que van a velar para que el Río Atrato conserve todas especies que generaciones futuras podrán disfrutar”, cuenta el líder comunitario y defensor de la cuenca, quien destaca el contraste entre la naturaleza que rodea sus aguas con el cauce.

El impacto generado por la guerra interna ha generado que tanto los líderes y lideresas, como el mismo Centro Nacional de Memoria Histórica, decidan llevar a ciudades como Bogotá esta iniciativa para el conocimiento y sensibilización de aquellos que, quizás, nunca han tenido contacto directo con el río. De allí nace la idea de presentarlo en la FILBo, dando a conocer también los podcast que tienen los guardianes en plataformas como Spotify.

“Desde mi punto de vista cultural, ha llegada una hermandad entre pueblos, porque como no hay medio de transporte se convierte en la vía principal, y eso también ha marcado las tradiciones de nuestras fiestas”, cuenta John Javier. Y son precisamente esos elementos los que se quieren mantener a partir del apoyo de ‘Todas y todos somos guardianes de Atrato’.

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