Los crímenes pueden ser una radiografía de la sociedad en la que ocurren, muestra de ello es el caso de Santiago Murillo, asesinado el 1 de mayo de 2021, durante el paro nacional en Colombia, en el que quedó evidente una fractura institucional de la Policía, así como situaciones que aquejaban —aún todavía— a Ibagué y otras ciudades del país.
Este caso también es una historia de los sobrevivientes y del dolor que deben afrontar las personas cercanas a la vida de ese joven, que apenas tanteaba el terreno hacia una adultez llena de sueños, metas y cosas por hacer, desde hace un año truncadas por un homicidio sobre el que aún no se ha hecho justicia.
Un caso emblemático
Las manifestaciones contra la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque en abril de 2021 iniciaron el 28 de ese mes y se extendieron por más de dos meses. El tercer día convergió con el 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo y una tradicional fecha de protesta.
Para entonces, de acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) ya se registraban 16 homicidios, la mayoría atribuidos a la Policía o el ESMAD, y las víctimas eran jóvenes entre los 13 y los 23 años de edad.
Santiago Murillo, sin hacer parte de ninguna manifestación, se convirtió en la víctima 17 de ese listado del horror y la única registrada por la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Colombia e Indepaz para el departamento del Tolima.
Tenía 19 años, cursaba el último año escolar y ese día lo pasó en su casa. Cumplió la tarea de hacer aseo, fue con su mamá a comprar el almuerzo y en la tarde acompañó a su novia, Estefanía Silva, de regreso a su casa para pasar un rato juntos. Sobre las 5 p. m. le pidió a su papá, que se alistaba para iniciar el turno de taxista, el favor de llevar a Estefanía a la casa; él se iría detrás en bicicleta.
Santiago se puso la ropa para montar bicicleta. Salía con su papá a los sitios más comunes y de vez en cuando con su mejor amigo. Tenía una bici nueva de alta gama que cuidaba con esmero. Siempre había destacado en el deporte, recuerda Milena Meneses, su madre. Desde pequeño practicó natación y en los últimos meses se había iniciado profesionalmente en el fútbol americano.
Esa tarde, sobre las 5:45, salieron. Él pasó por el lado de la camilla donde Milena, cosmetóloga, atendía a una clienta.
“Me dijo chao, mamá. Voy para donde Estefanía. Y yo le dije bueno, hijo, chao. En mi mente pasó de decirle quédense, los voy a invitar a comer un pan de Nutella”, recordó la madre, pero no lo hizo.
Estefanía le sostuvo la puerta del edificio para que Santiago saliera fácilmente con la bicicleta, la dejaron abierta para que entraran otros residentes y cruzaron la calle para encontrarse con su papá en el taxi. No debieron tardar muchos minutos en llegar a su destino.
Sin embargo, durante ese tiempo las protestas se tomaron el sector. Cerca de la Universidad del Tolima, en la casa de Estefanía, se habían escuchado las manifestaciones. Por el barrio de Santiago, Milena no las notó sino hasta cuando fue a comprar un papel que necesitaba y encontró todas las papelerías cerradas. Se le hizo extraño porque para ella las protestas sociales, en su imaginación, parecían más una expresión artística que una situación de riesgo. Se devolvió a la casa y descansó viendo una serie.
Sobre las 8 de la noche la tensión se redujo y Santiago decidió devolverse. Estefanía le dijo que se quedara, pero él quiso volver a su casa. Sin embargo, tuvo la precaución de dejar la bicicleta, tal vez porque pensó que ir a pie le daría más seguridad frente al peligro claro de la delincuencia, pero sin sospechar el (presunto) agresor vestido de autoridad.
En Ibagué, con el auge de los ciclistas, aumentó el robo de bicicletas. El papá le insistía a Santiago, recuerda Milena, que no diera papaya porque lo podrían herir. Además, ya había tenido experiencia con la delincuencia que para entonces ya estaba disparada en las ciudades del país.
Los últimos dos celulares que había tenido, los había perdido. El último de ellos, cuando estaba trabajando con la plataforma Uber y en un momento estacionado, con la ventana abajo, (como ya su papá le había dicho que no hiciera) se lo raparon. Era un teléfono especial, porque era el primero que se había comprado con la plata de su trabajo y no un regalo de sus padres.
Tras despedirse, Estefanía se quedó con un sinsabor. Tal vez por esos avisos sin antelación de la muerte que le habían oprimido el pecho desde varios días antes, por un mal presagio que no supo sino hasta unas horas después.
Santiago debió tomar la ruta de siempre en ese camino que se había vuelto común en su vida los últimos dos meses. Subió por toda la quinta hasta la calle 60, que aunque ya tenía tráfico, permanecía la tensión en el ambiente de una manifestación que había pasado unos minutos antes por allí y que había sido dispersada por disparos al aire de un grupo de policías. En esa esquina ya solo le quedaba bordear el Multicentro para llegar a la casa.
“Él era un niño muy sobreprotegido, yo lo sobre protegí mucho. De hecho a veces me culpo porque él no sabía o él no tenía la malicia de la calle. Yo sé que él no tuvo en ese momento la malicia de que algo malo le iba a pasar. Estoy segura de que cuando él vio a los policías, porque él tuvo que haberlos visto, él se sintió seguro de ellos”, comentó Milena en diálogo con Infobae.
Santiago pasó con las manos en los bolsillos y desprevenido, cuando una bala le atravesó el pecho y se alojó en su hombro. Cayó al piso. Unos jóvenes que iban delante de él se devolvieron a auxiliarlo, mientras en la esquina del centro comercial se reunían más policías que inmutables veían la escena y, uno de ellos, el mayor Jorge Mario Molano, la abandonaba. Fueron unos domiciliarios en motocicleta quienes llevaron al joven herido hasta la clínica, pero a pesar de los esfuerzos y una operación de urgencia, falleció.
Estefanía no se enteró de lo que había ocurrido hasta cuando vio un video en las redes sociales que denunciaba el homicidio de un joven en la esquina de la Panamericana y él no contestaba el teléfono. Le dijo a su mamá que era Santiago y partieron a la clínica, donde les confirmaron.
Milena supo más tarde. A su hijo se le había descargado el celular y a su esposo, como casi nunca sucedía mientras trabajaba en el taxi. Ella, desprevenida, lo había dejado en silencio y no escuchó las llamadas de Estefanía. No fue sino hasta que desde el citófono le informaron de la visita, que no podía sino traer malas noticias a tan altas horas de la noche, de su hermana.
Las preguntas de un fiscal en la clínica, que le recordó la muerte de su mamá en un accidente, le confirmó que había ocurrido lo peor. Su grito desgarrado a la entrada del hospital quedará en la memoria de quienes vieron el video, registrado en el fondo de una entrevista a uno de los testigos, y que se hizo viral en las redes sociales a la madrugada siguiente.
El caso más avanzado del paro nacional
“Este es el caso más importante, sin lugar a dudas, del paro nacional. Es el caso que materializa precisamente el desborde de la fuerza pública. Aquí tenemos a un mayor de la Policía Nacional acusado, imputado y detenido provisionalmente por el homicidio de Santiago Murillo. Y digo emblemático porque fue de los asesinatos más crueles y evidentes”, aseguró el abogado Miguel Ángel del Río a Infobae, representante de víctimas en el proceso.
El caso cayó en manos de la Justicia Penal Militar y tres meses después se decidió que la competente sería la justicia ordinaria. El patrullero Óscar Devia y el mayor Jorge Mario Molano, comandante de la Estación Norte de Ibagué, fueron los principales sospechosos. El primero fue liberado porque no había pruebas en su contra y el segundo está a punto de ir a juicio con una prueba reina.
Sin embargo, desde septiembre de 2021 el proceso no avanza. El mayor Molano ha cambiado tres veces de defensa. La primera pasó de Majer Abushihaby a Antonio París y este último resultó con un proceso disciplinario vigente. En la última audiencia de abril, le revocó el poder a su abogado Wilson Arley Vallejo porque, según dijo, sus teorías del caso no coincidían.
Para del Río, es una clara maniobra dilatoria:
“Como han tenido varios defensores, cada uno va a decir que no tiene responsabilidad sobre lo que hizo el anterior y van a argumentar que las cargas anteriores no se le pueden entregar a los nuevos defensores. Entonces, seguramente, eso va a generar un debate y a eso es a lo que ellos le van a apostar, a confundir al juez de conocimiento en una eventual libertad por vencimiento de términos, para decir que los errores son de abogados anteriores y que los nuevos no tienen responsabilidad con eso”.
La Fiscalía, la Procuraduría, el abogado del Río e incluso la juez del caso manifestaron durante la última audiencia preocupación por las demoras para llegar a juicio. El tiempo, como lo expuso el Ministerio Público, puede terminar por dispersar varias de las pruebas que tienen para acusar a Molano.
Por ejemplo, entre los más de 39 testimonios, hay ciudadanos de origen venezolano que fueron quienes auxiliaron a Murillo y estaban en la esquina de la 60 cuando ocurrieron los hechos. Ellos podrían hacer parte del fenómeno de migración temporal y partir hacia otro destino antes de acreditar su testimonio en el caso. Otros podrían ser presionados o no poder comparecer al momento en que avance el juicio, si sigue tardando.
Sin embargo, hay una prueba que para la defensa y la Fiscalía es incontrovertible. Un análisis pericial determinó que el proyectil en el cuerpo de Santiago salió del arma que durante muchos años de servicio, y ese día, ha portado el mayor Jorge Mario Molano.
Esa fue la prueba que también permitió la libertad de Devia. El mayor, según evidencian las cámaras de seguridad del sector, se bajó de la motocicleta en la que iba y se la entregó al patrullero, que tenía su misma fisonomía, y abandonó la escena.
“Cuando finalmente encontramos la prueba balística, la prueba pericial, pues entonces ahí todas las dudas quedan disipadas, porque si del cuerpo de Santiago sacan un proyectil y al tener varias armas, que en ese momento habían sido entregadas por los miembros activos de la Policía, la coincidencia con el arma del mayor Molano destruye cualquier posibilidad de confusión”, sostuvo del Río.
Hay un hecho que ocurrió en medio del proceso y preocupa a las partes. Molano fue recluido, al dictarse medida de aseguramiento en su contra, en una penitenciaría de Ibagué en el patio de funcionarios. Pero una semana después, apareció en la cárcel para policías de Facatativá, sin que ninguna autoridad hubiese autorizado el traslado. Al menos no le han dado respuesta a la Procuraduría sobre quién lo hizo.
Una vida marcada por la tragedia
Las vidas de los sobrevivientes no serán las mismas. Los hechos del Primero de Mayo de 2021 marcaron un punto de giro inesperado para las personas que amaron a Santiago Murillo, sus familiares y cercanos, quienes conmemoran la fecha con una eucaristía privada.
Milena Meneses ha sido cosmetóloga durante 10 años y pensaba estudiar una especialización en cosmiatría o medicina estética. Además, veía en su hijo la posibilidad de cumplir un sueño en el diseño de modas y lo impulsaba en ese camino. Santiago planeaba emprender un negocio de chaquetas estampadas a mano con su propio talento artístico.
“Yo empecé a estudiar diseño y patronaje en el Sena cuando pasó lo de Santiago yo estaba en mi etapa de práctica y pues ahí se acabó todo”, contó Meneses. Ahora no tiene tiempo para ese propósito. Desde hace un año no ejerce su profesión, dice que su hijo la dejó muy ocupada y dedica el tiempo a consultar cualquier cosa relacionada con el caso.
Desde hace un año le cuesta salir a lugares públicos. Cuando debe salir de la casa prefiere hacerlo de noche y siente desconfianza de las personas desconocidas que se le acercan. “Antes de esto, Milena Meneses era una cosmetóloga activa en su trabajo, una madre, una hermana, una amiga y ya nada de eso queda. Yo me he sentido incapaz de volver a mis actividades laborales, he sido incapaz de volver a tener vida social, me he alejado de muchas zonas, tanto por el caso como por el duelo. Por el caso, ya no confiamos en nadie”, dijo.
Su esposo vendió el taxi que manejaba a los pocos días del homicidio para estar en casa y darse compañía en la ausencia de su único hijo. Santiago repartía su tiempo entre ellos dos, los últimos meses con Estefanía también. Le encantaba manejar y acompañarlos a todos sus quehaceres y tenía cierta habilidad para recomponer el genio después de una pelea, con alguna canción que les gustara a ambos. Les había compartido sus gustos musicales con The Weeknd, Videoclub, Lil Peep y Ariana Grande a todos.
Pero la vida, desde hace un año, ya no es la misma. “Mi meta ahora es ver que se haga justicia. Luchar. Hacer lo que tenga que hacer. Así esté en riesgo mi vida, así esto se tome mil años y muera yo en ese andar, no me importa, porque esa meta es a corto y a largo plazo, ver la justicia y luchar para que eso se cumpla. No me importa si no se cumple en el tiempo que uno espera, no me importa si le ponen trabas”, aseguró Milena.
En el caso de Estefanía las cosas tampoco han sido iguales. Aunque su relación con Santiago duró dos meses, solo ella sabe cuánto alcanzó a sentir por él. Que le arrebataran a la persona que amaba la llevó a que ahora su vida esté atravesada por la muerte. No pudo terminar artes gráficas a raíz del homicidio y ahora espera estudiar tanatología, la rama de la psicología que aborda la pérdida, el sufrimiento y el duelo.
“Yo digo que uno sobrevive, no vive”, dijo Estefanía. Desde el día que asesinaron a Santiago, ella no disfruta la comida como antes. Le gustaba ir al gimnasio, pero ahora teme salir a la calle. Ni siquiera una actividad cotidiana como pasear los perros la puede hacer sola, porque siente miedo.
“Cuando salgo de la casa tengo que llegar a un lugar cerrado, si no me siento en peligro. No sé cuándo voy a poder superar ese miedo. A mí me quedó como un miedo de pasar por el lado de la Policía, yo trato de no encontrarlos, porque a mí me da impotencia”, aseguró Silva.
Ella le ha hecho frente al dolor tratando de visibilizar el caso y viendo las fotos juntos, la música que la ayudó a conocer. Tiene un cartel de Santiago en su casa y espera que se haga justicia a ver si así puede tener al menos un poco de calma.
“Viendo las fotos me siento como cerca de él. Había días en que me sentía muy, muy mal, y sentía el perfume de él. Sí, yo lo sentía. Por ejemplo, acá en mi casa sentía el perfume de él. Cuando ya empezaba a salir, a la esquina de mi casa o a la tienda, sentí el perfume de él”, dijo Estefanía sobre el dolor de la ausencia.
Un porqué sin respuesta
“No conocemos las razones por las cuales el mayor tomó esa determinación, quizá pensó (esto es una especulación propia) que el muchacho que iba de último hacía parte también de la marcha o del ataque contra los miembros de la fuerza pública y establece una suerte de intimidación. Nunca lo sabremos. La naturaleza humana es muy compleja, nunca entenderemos por qué alguien le dispara, además a quemarropa. Fue un tiro directo, no fue un tiro al aire que de manera natural se devolvió y entró en el cuerpo de otra persona, fue un disparo directo desde el espacio donde él estaba al cuerpo de Santiago. Por eso nos parece negligente y miserable la posición del mayor Molano”, sostuvo el abogado del Río.
Milena tampoco ha tenido la posibilidad de encontrar una respuesta. “Ninguna, ninguna. La única que logramos analizar es la sociopatía. Porque ya hemos estudiado el actuar del mayor Molano, en su expediente. Ibagué es una ciudad pequeña que muchas personas conocieron a este señor y él viene con una trascendencia de violencia, de hacer todo mal en su vida, de estar por encima de las personas, de arrogancia, de hacer muchas cosas ilícitas, de aprovecharse de su poder, de estigmatizar incluso a sus subalternos, de ese tipo de abusos. Entonces yo creería que fue esa la persona que es él, lo sociópata que es él y en ese momento, pues simplemente destelló su vida y su clase de persona”, aseguró la madre.
En el recuerdo de los hechos surgen muchos tal vez para buscar respuestas. Tal vez si les hubiera invitado el pan de Nutella no habría ocurrido la muerte de Santiago, tal vez si se hubiera quedado con Estefanía, tal vez si hubiera sido menos sobreprotegido, tal vez si se hubiese devuelto en bicicleta, tal vez si no hubiera salido. Pero la única respuesta certera es que solo en las manos del asesino estaba haber evitado la muerte que cambió por completo las vidas de tantas personas.
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