Los aires de paro en el 2021 se sentían desde inicios del año, los rumores de una nueva reforma tributaria que afectaría los ingresos de las clases medias y populares generaban preocupación en varios sectores del país, en medio, además, de una pandemia que había hecho que la situación fuera aun más difícil para algunas comunidades. Los pañuelos rojos en las ventanas de algunas casas evidenciaban el hambre que vivían muchas familias.
Las polémicas decisiones del Gobierno caldearon cada vez más los ánimos de movimientos sociales y, particularmente de cientos de jóvenes con ganas de expresarse que encontraron una oportunidad para manifestarse en el llamado a paro nacional.
Los periodistas empezábamos a estudiar el contexto y las masivas convocatorias que aparecían en las redes sociales; los lentes, las agendas, los micrófonos, los cables y las baterías, se alistaron para salir a campo, para cubrir una nueva una jornada de protestas, pero el 28 de abril todo cambio.
La noche del 27 fue tensa, fue un día agitado buscando los elementos para salir a cubrir el paro, faltaban baterías y algunos chalecos. Las tensión era creciente, varios puntos estaban preparados para, como prensa independiente, tratar de cubrir cada zona de la capital. También había preocupación por parte de mi madre, quien, en Cali, escuchaba rumores de manifestaciones hostiles. Antes de irme a dormir, concreté con mi compañero el punto de encuentro y cuál sería el lugar a donde nos dirigiríamos, pues para mí era nuevo este tipo de cubrimiento en la capital.
En la madrugada del 28, no me despertó la alarma, abrí los ojos por la ansiedad de no saber qué podría pasar o lo que iba a suceder con el país. Encendí la radio mientras tomaba un café, ya había bloqueos en el occidente de la ciudad, la salida hacia el Llano presentaba algunas confrontaciones y en las imágenes de la televisión se alcanzaban a ver las llamaradas a lo lejos. Tuvimos que organizarnos pronto e irnos hasta el sur de la ciudad para conseguir unos cascos de protección; nos fuimos en bicicleta para evitar tacos y congestiones que interrumpieran nuestros planes. Llevaba todo mi equipo para cubrir cualquier evento que se atravesara en el camino.
De regreso, para recoger a mi compañero, presencié el primer bloqueo. A la altura del portal de Las Américas varios ciudadanos cerraban el paso sobre la avenida Ciudad de Cali, desde el fondo se acercaba una línea negra, era el grupo de reacción del ESMAD, que caminaba a paso lento pero contundente; el ambiente empezaba a caldearse. Cuando es escuchó la primera detonación, los manifestantes se dispersaron, yo seguí con mi camino tratando de evitar contratiempos.
Me encontré con mi compañero y decidimos obviar el transporte público, la tarde era lluviosa después del fuerte sol de la mañana. Tratamos de acercarnos al centro de la ciudad y tomamos como punto de referencia el barrio Quinta Paredes, lugar a donde regresaríamos en caso de cualquier inconveniente.
La lluvia empezó a arreciar sobre la ciudad. Sobre la calle 26 de veía un pequeño grupo de personas que fue aumentado en magnitud a medida que avanzaba el recorrido. Iniciamos el registro del evento mientras los manifestantes expresaban su descontento contra las medidas del Estado, otros pedían garantías y algunos ni siquiera sabían por qué estaban ahí, en medio del denso olor de una pesada nube de humo que los cubría, mezclada con alcohol.
La señal del teléfono empezó a presentar fallas, lo cual era preocupante, porque lo necesitaba para comunicarme con las otras ciudades y con mis compañeros en casa. El periodista que me acompañaba ha sido un fiel escudero en la labor periodística, Óscar López; con su lente ha cubierto importantes eventos de coyuntura y yo sabía que su guía era necesaria en ese día.
Comenzamos a preocuparnos cuando nos acercamos a la carrera Séptima. Algunos jóvenes que no superaban los 18 años miraban de manera desafiante a los policías, mientras lanzaban improperios a otros agentes del ESMAD. El ambiente era cada vez más tenso. Los muchachos cargaban piedras y objetos contundentes en sus maletas; era obvio el panorama no mejoraría.
De fondo, se escuchaba como la Minga Indígena arribaba a la escena, en medio de los cantos y los bailes tradicionales de sus comunidades. Decidimos seguirla para obtener testimonios y registro fotográfico. A pesar de que me llegaban reportes de disturbios en Cali, pareciera que un festival cultural se hubiera tomado Bogotá.
Después de un largo recorrido regresamos hacia el CAI de San Diego, en el centro de la ciudad. Los pies ardían y la lluvia acrecentaba la sensación de frio, pero el deber aun exigía un último esfuerzo. Caminamos varias cuadras y llegamos a la carrera 13, la idea era transmitir en vivo lo que estaba pasando, pues en la plaza de Bolívar se comenzaban a registrar enfrentamientos.
Al acercarnos a la estación Museo Nacional del TransMIlenio, escuchamos de fondo el sonido de las llamadas granadas aturdidoras. A pesar de la lluvia lograba divisarse una espesa nube de gas al fondo, mientras se escuchaban las sirenas y el rugir de las motos de alto cilindraje de la Policía. Nos cuestionamos si era prudente pasar; el pánico y la ansiedad se apoderaban de mí. Empezamos la transmisión mientras mi compañero disparaba su cámara sin parar. Las motos vinieron hacia donde nos encontrábamos, por lo cual tratamos de refugiarnos en una tienda, mientras la multitud corría.
Cuando consideramos que ya era prudente avanzar, caminamos cerca del Museo Nacional y nos acercamos al parque Bicentenario, mientras los agentes del ESMAD lanzaban bombas de gas hacia la parte alta, donde dos mujeres de avanzada edad quedaron atrapadas mientras trataban de evitar la manifestación, los gritos de protesta se hicieron sentir, mientras los hombres de trajes negros seguían avanzando.
Continuamos la transmisión en vivo, en redes sociales nos sugerían que abandonáramos la zona, temiendo lo peor. En una esquina nos reunimos con varios ciudadanos que salían de sus trabajos y buscaban transporte, pero, fue necesario regresar hacia el norte, pues la Policía no permitía avanzar más hacia el centro.
Frente al CAI de San Diego nos dijeron que debíamos devolvernos, algunos agentes nos hablaban de manera cordial, mientras otros miraban de manera intimidante. Caminamos sobre el carril central de la carrera Séptima, que lleva al subterráneo de la estación Museo Nacional del sistema TransMilenio, mientras escuchábamos los gritos de los uniformados del ESMAD, que buscaban controlar el sitio. Mi compañero se quedó atrás, mientras yo crucé al carril derecho, mientras trataba de enfocar a la multitud que se veía en el fondo, un grito llamó mi atención:
- ¿Usted qué está haciendo?
Era un agente del ESMAD que portaba un arma de grandes proporciones que no logré identificar. Estaba al otro lado de la calle, acompañado, al menos, otros cinco agentes. Ante su llamado, inició una breve, pero intimidante conversación:
- Prensa, agente, prensa. Le respondí.
- ¿Qué está haciendo le dije?
- Estamos en vivo, agente, le decía mientras le enseñaba el micrófono y la escarapélela.
- Lárguese, vaya hacia allá, me decía mientras me señalaba el norte.
- Espere agente, estamos trasmitiendo.
- ¿No vas a hacer caso hp?, me dijo, mientras me apuntaba con el arma.
- ¡Espere, espere, soy periodista!
Estábamos identificados plenamente como prensa, pero, aparentemente, importó poco. Tomó posición, cogió el arma y apuntó hacia mi pecho, yo levanté las manos mientras le insistía en que era periodista, alcancé a cerrar los ojos y escuché un estallido. En ese momento pasó toda mi vida por mi cabeza, pensé en todo menos en el paro; al abrir de nuevo los ojos vi que el estruendo provenía de una aturdidora que había estallado a pocos metros de donde yo estaba parado.
El agente siguió acercándose y yo comencé a correr; únicamente quiso intimidarme, pensé, mientras mi garganta estaba cerrada y mis ojos ardían por los gases.
Corrimos entre calles. Caminamos bajo la lluvia por más de dos horas, pues las calles principales estaban colmadas de manifestantes. Yo sentía desesperanza y tristeza, sentía que en mi patria, uno de los países con una de las mejores constituciones de la región, también se vulneraban los derechos de la prensa. Ya habíamos hecho denuncias sobre casos similares desde los micrófonos, pero nunca pensamos vivirlo de esta manera.
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