A lomo de burro -y no de mula, como tituló Alfredo Molano Bravo uno de sus textos más importantes-, el profesor Luis Soriano hizo lo que ninguna otra institución o empresa privada pudieron: educar a su pueblo mediante una biblioteca. No necesitó de una millonaria inversión, solamente dos burros que le dieron sentido al proyecto a través del nombre que se ha convertido en un ejemplo y en un llamado de atención a muchos sectores: Biblioburro.
Este proyecto, creado hace ya 25 años, nació desde la necesidad no solo de educar a decenas de niños del municipio de La Gloria, sino también de cicatrizar las heridas que dejó el conflicto armado en esta región, y a pesar de que la idea se conoce como suya, el profe Soriano argumenta que hay “muchos actores invisibles” que se encargan de transportar los libros en canoas hasta llegar a los lomos de Alfa y Beto, los burros que lo acompañan en cada travesía.
Asimismo, relató en el marco del reconocimiento hecho en la Feria Internacional del Libro de Bogotá este 26 de abril que dicho homenaje también va dirigido a “aquellos promotores que están invisibilizados” y que han contribuido con el desarrollo social e intelectual en zonas alejadas del país. De paso, reconoció que no sabía que Biblioburro tendría tanta trascendencia en su región y en el país.
“El día que me monté en este proceso no sabía la trascendencia que iba a tener en el tiempo llevar libros a través de los biblioburros y tampoco sabía los riesgos que íbamos a correr y los enemigos que íbamos a enfrentar y tampoco sabía yo el cambio social (...) que significaba llevar libros a lomo de burro”, indicó el profe, reconociendo también el trabajo de los animales de carga.
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“La literatura pesa”: la lucha contra el analfabetismo, principal premisa de Biblioburro
No han sido pocos los desafíos de proyecto en sus 25 años de historia, pues además de los ya mencionados, está el mismo hecho de sostener el proyecto que nació con un puñado de libros que él mismo cargaba en su hombro, pero al ver la necesidad de transportar más, decidió acudir a Alfa y Beto para ampliar la biblioteca móvil.
La escolarización fue uno de los primeros objetivos, pero a medida que más niños acudieron a la iniciativa, los habitantes de La Gloria le fueron recalcando su transformación y la de sus familias a través de los recursos literarios. Además, el contexto les jugaba en contra: los actores armados ponían entre ceja y ceja cualquier proyecto desarrollado con la comunidad.
“No ha sido fácil transcurrir en estos 25 años; luchar con pensamientos difíciles y que desconocen el valor de la literatura; con pensamientos que no les interesaba para nada que tú supieras tus derechos (...) Y en estos procesos tan simples había que fortalecer a la familia, porque sabíamos que íbamos a ser blancos de burlas y casi que de amenazas, a tal punto de salir por la parte de atrás de tu casa y hacer creer que estás ahí dentro durmiendo”, precisó el profesor, detallando que ha sobrevivido a diferentes actores armados.
Fue “dura” la persecución paramilitar que sufrió él y su familia, y fue por ello que debieron acudir a la resiliencia para sobrevivir al hecho de promover la lectura en una zona rural donde no hay escuelas ni vías terciarias construidas. Y es que antes de Biblioburro, una de sus metas era romper con el analfabetismo funcional, pues la caligrafía se convierte en otro elemento a enseñar con eficacia.
El método de Biblioburro
De acuerdo con el docente, el proceso que realizan él, Alfa y Beto es “tratar de focalizar la población adonde vamos para la transformación social de ellos”; incluso, ese trabajo ya está concertado con maestros y familias de las regiones adonde ellos se dirigen, llevando historias, vivencias, relatos y otros tipos de artes aparte de la literatura para desarrollar habilidades en los menores. “No solamente hacemos la promoción de la lectura, sino que tocamos también la parte anímica de las familias, solucionando problemas sociales y ayudándoles con respuestas, yendo a las alcaldías y personerías para llevarles los problemas de la comunidad”, indicó.
Soriano afirmó que desde 2011 los pobladores de zonas rurales han aumentado el tono de su voz, pues a comparación de años anteriores, la violencia ha mermado, motivo de sobra para continuar y mantener vivo este legado que tiene toda la pinta de durar otro cuarto de siglo.
“Yo le decía a mi hermano: Cuando yo esté grande, voy a ser importante, porque yo leo y tú no lees; él se burlaba de mí, y ahora él es asalariado y yo soy maestro”, mencionó Soriano, que conserva en este proyecto más de ocho mil libros.
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