Correctores de estilo: el oficio de los obreros de la palabra

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotà, Infobae habló con correctores de estilo sobre su trabajo, aunque desconocido, indispensable para que la experiencia de lectura de todos los textos sea lo mejor posible

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La falta de reconocimiento de los correctores afecta su capacidad de vivir del oficio. Imagen de referencia.
La falta de reconocimiento de los correctores afecta su capacidad de vivir del oficio. Imagen de referencia.

“En cierta forma somos muy anónimos, somos discretos. Cada vez figuramos menos, incluso que los traductores, porque un traductor reconocido aparece hasta en la carátula. Nosotros no. Dicho en buenos términos, y me complace sentirme así, somos obreros de la palabra”, dice Fernando Alviar Restrepo, presidente de la Asociación Colombiana de Correctores de Estilo (Correcta), que tuvo su tercera convención en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

El corrector de estilo es la persona que revisa un texto antes de que lo hagan sus lectores finales. Es un trabajo silencioso y solitario: hace ajustes para que el texto sea lo más claro posible, enmienda errores que el autor cometió sin querer, revisa que la impresión sea agradable a la vista y no omita párrafos del manuscrito original, ajusta referencias bibliográficas y mil cosas más.

En ocasiones, el trabajo del corrector es reconocido en una línea de la página legal de los libros o en una breve mención del equipo de una editorial. En otras, su trabajo es solo reconocido con dinero y un apretón de manos. Con todo, ser un obrero de la palabra, como dice Alviar, es un trabajo reconfortante en más de un sentido: además de dejar conocimientos valiosos sobre diversos temas y satisfacer la necesidad humana de compartir un trabajo bien hecho, la corrección de estilo suele ser el primer paso para construir una vida satisfactoria.

Ese fue el caso de Samuel Currea, literato de profesión, quien inició su vida profesional como docente de educación básica. Al creer que se dedicaría toda su vida a la enseñanza, llegó a tomar estudios de posgrado en educación. Una decisión de su empleador lo hizo cambiar de camino.

“Yo llegué a la corrección de estilo porque era profesor de colegio y salí por cuestiones de recorte de personal. Muchos de nosotros llegamos un poco por coincidencia, pero seguimos adelante porque nos gusta mucho a la mayoría”, dice Currea.

En el caso de Fernando Alviar, su formación profesional lo destinaba a ser traductor, pero confiesa que nunca ha ejercido ese oficio. Una revista universitaria de salud pública de la Universidad de Antioquia, su alma máter, fue su primer paso hacia la corrección como oficio de vida.

“Justo cuando estaba terminando en 1994, tenía 35 años, empezaron a resultarme trabajos de corrección porque uno era insistente con el texto y toda esa cosa. Es una de las formas en que muchos correctores comienzan en el oficio. En ese camino empezaron a salirme trabajos espontáneos y me fui metiendo por ese lado. Nunca ejercí mi profesión”, recuerda Alviar, quien está cercano a cumplir tres décadas en el oficio de corrección.

Los dos correctores señalan que empezaron a aprender de forma empírica las minucias del oficio. Como la mayoría de obreros de la palabra, el inicio de su camino fue solitario. Hacer parte de Correcta, una asociación gremial que tiene aproximadamente ochenta integrantes, les ha permitido compartir experiencias sobre herramientas, riesgos y vulnerabilidades.

“Formamos parte de un oficio invisible. Eso nos lleva a pensar que somos como un poco acomplejados. Quizás sí, pero es muy importante reconocer que, como todo gremio, hay necesidades de definir políticas, de defender el oficio. Como hemos trabajado tradicionalmente -sobre todo en los últimos tiempos- de manera independiente, en la casa, donde trabaja muy solo, se olvida a veces”, dice Alviar.

“Formamos este grupo porque queremos que los que llegamos por coincidencia y tenemos alguna vocación, algún interés en continuar formándonos como correctores, tengamos este espacio. Es un apoyo, intercambiamos conocimientos: los más experimentados ayudan a los que están recién llegados y hay mucha diversidad de conocimientos”, sustenta Currea, quien hoy es el tesorero de la agremiación.

El grupo de profesionales que se dedica a la corrección de textos es bastante heterogéneo: además de personas formadas en varias disciplinas de las ciencias humanas, hay científicos, profesionales de la salud, ingenieros y abogados, entre otras profesiones.

“Con la suficiente preparación, sí lo debería y lo debe hacer cualquiera. Yo no digo que lo vaya a hacer cualquier persona, sino que esta es una profesión que necesita de muchos campos de conocimiento. Nosotros necesitamos gente que conozca la medicina, que conozca la ingeniería, que conozca bibliotecología. Entonces, no es que lo pueda hacer cualquier persona, sino que necesitamos gente de todas las áreas para que nos pueda dar una probadita de cada conocimiento, porque no se puede escribir y corregir sin tener esos conocimientos técnicos”, asegura Currea.

Eso sí, el gremio insiste en que la corrección no debe tomarse como un desvaradero. “Acabamos de mencionar un caso de Argentina: el año pasado se creó una polémica muy grande porque invitaban, en el contexto de la pandemia, a que si uno estaba sin trabajo se pusiera a corregir. ¡No, no, no, no, no!”, dice el director de Correcta.

“El trabajo de correcciones y el trabajo arduo exige inversiones en libros, en una cantidad de recursos costosos, en un buen computador, etcétera, y el cuidado del texto no lo domina tan fácilmente una persona que no se haya metido específicamente con todos los entresijos que tiene la corrección textual”, añadió Alviar.

Para quien no sienta una pasión por los textos y sus formas, la corrección puede ser una camisa de once varas: en pocas universidades se enseña cuánto cobrar por esa labor y la gran industria editorial aprovecha esa ignorancia del profesional para pagar cada vez menos.

La corrección de estilo también cambia para siempre la experiencia de acercarse a cualquier texto, incluso los que se leen por gusto personal:

“Uno pierde la inocencia, esa ingenuidad, esa actitud desprevenida del lector que se acerca al texto directamente. Nosotros tenemos una pantalla que siempre está juzgando el texto, el formato, la diagramación, la viuda, la huérfana, etcétera. La otra faceta es que uno disfruta también, enormemente, si el texto está bien escrito y bien editado. Uno encuentra una fuente de placer adicional que no es la que tiene el público general. Esas dos perspectivas dan cuenta de lo que es leer para un corrector”, anota el director de Correcta.

Por otro lado, puede ser un oficio sedentario y no hay manera de hacerlo de forma perfecta. “Ningún texto es perfecto y lo sabemos lo que estamos en el medio, pero el público no y los jefes tampoco. Entonces, muchas veces se le escapó un error y es justo donde pone el ojo o el jefe o el público”, señala Alviar.

Los correctores más experimentados no le temen al futuro, porque ya han vivido otros escenarios en los que eran amenazados de ser sustituidos por la tecnología y no pasó. En el caso de Alviar, él vivió la transición entre la corrección en papel y el salto a la tecnología.

“Al principio yo no quería pasar a trabajar en Word, pero ahora dicto cursos de Word casi que como experto. Me resistí mucho porque lo digital me intimida, porque yo prefería corregir en papel. Ahora defiendo a Word: es una máquina que por el desarrollo que tiene y la cantidad de herramientas que ofrece, le agiliza muchísimo el trabajo al corrector. El mundo evoluciona y uno tiene que estar a tono con eso”, dice el experimentado corrector.

Asegura que el corrector ya no se limita a los libros y sus servicios se hacen cada vez más necesarios: “Ya no estamos corriendo sólo libros. Se corrigen informes de empresas exitosas, las más grandes del país, que piden corrección de estilo. Esos informes ahora son libros, bien impresos, bien editados, bien diagramados. Además, con la web, con los formatos digitales, es mucho lo que se nos ha abierto como campo de trabajo”.

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