América Latina fue sacudida por una seguidilla de dictaduras durante los años 70, todas amparadas o erigidas, mejor, bajo una revolución que a día de hoy sigue en pie, aunque haya modificado un poco sus ideales: la revolución Sandinista, en Nicaragua. Tomando como referencia las ideas de Augusto César Sandino, y en memoria suya, pues había sido asesinado en 1934, el Frente de Liberación Nacional se alzó para poner fin a la dictadura de la familia Somoza. La lucha, que había iniciado en los años 50, se intensificó con el paso del tiempo y en 1978, tras el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, director del diario La Prensa, tomó un aire distinto.
En 1979 se firma un acuerdo por parte de los representantes de las facciones sandinistas para no decaer en la lucha. En junio de ese año se hace el llamamiento a la ‘Ofensiva final’ y en julio se convoca la huelga general en Managua, con un amplio respaldo popular, para derrotar a Anastasio Somoza.
Varias de estas facciones de la oposición fueron organizadas por Estados Unidos, quien tenía intereses en Nicaragua. Armaron a los miembros de las guerrillas y con ello lograron ejercer presión en el gobierno de ese país. Sumado a la cantidad de errores que dicho gobierno estaba teniendo en materia económica y social, el golpe que causó la FSLN permitió que se redujera su dominio. En dicha contienda, durante varios años, y según algunos diarios colombianos, fueron cerca de 300 académicos, estudiantes y trabajadores nacionales los que se enlistaron para apoyar la revuelta. Posteriormente, formarían parte de la Brigada Simón Bolívar.
Miguel Ángel Espinoza, en un artículo publicado por el periódico El Tiempo, reseña: “Uno de los que acudió al llamado fue Simón, un entusiasta docente de matemáticas nacido en Barranquilla que vio en este acontecimiento una oportunidad de ayudar a la construcción de un mejor mundo. “La brigada se llamó así porque nosotros éramos un grupo político bastante intelectual y sabíamos de la importancia de la historia –recuerda Simón–. Su nombre hacía alusión a las Brigadas Internacionales convocadas en Estados Unidos en 1937, para apoyar la lucha contra Franco en España”. De esta forma, emulando al premio nobel Ernest Hemingway, quien hizo parte de las Brigadas Internacionales en España, Simón partió hacia Nicaragua acompañado de un puñado de colombianos que respondieron al llamado. (...) “El periódico New York Times nos atribuyó ser hasta 700, yo digo que unas 400 personas se enrolaron de varias partes de América Latina –señala Simón–. Políticamente, éramos gente ligada al socialismo no estalinista, y quisimos aportar a una causa que en ese momento parecía buena y estaba apoyada hasta por los gobiernos de Panamá y Venezuela”. La decisión se tomó desde las oficinas del Partido Socialista de los Trabajadores. Es así como a comienzos de 1979 se empieza a dar el movimiento de brigadistas que partían con rumbo a una ilusión, una semilla que crecía por toda la región”.
La revolución dejó cambios profundos en Nicaragua y en varios países de Latinoamérica, como Colombia, permitió que el ideal de cambio surgiera a la luz de sus ideales. Las estructuras de poder que los Somoza habían erigido fueron desmontadas y la educación del país se elevó. A día de hoy, quienes vivieron la época, o saben de primera mano lo que ocurrió, manifiestan que los objetivos de la revolución no se mantuvieron fieles a lo que se había planteado desde un inicio y por eso, años más tarde, la situación en el país se ve como envuelta en un bucle. “Cambian los apellidos, pero los dictadores son los mismos”, dicen algunos.
Continúa Espinoza: “Hace casi 43 años, el 19 de julio de 1979, se declaraba el triunfo de la revolución Sandinista que le ponía fin a la dinastía Somoza en Nicaragua. Somoza huyó del país el 17 de julio, dos días antes del denominado ‘Día de la Alegría’. Esos días fueron celebrados en las calles por los nicaragüenses que se quedaron en el país, pues los seguidores de Somoza también huyeron del país. ”¿Recuerdas esas imágenes de televisión de la gente en Afganistán que se prendía de las alas de los aviones para irse? –pregunta Simón– Bueno, así, tal cual, eso mismo vi yo en el aeropuerto en Managua (capital de Nicaragua), los somocistas abandonaron sus mansiones, todo, no se querían quedar a ver qué hacían con ellos los del Fsln, era una locura ver a la gente en la pista de aterrizaje como corría desesperada para montarse a un avión. Yo nunca he escuchado tantos disparos en mi vida”. Simón reflexiona sobre la situación y la trae al presente. Señala que en cada guerra ocurre lo mismo.”Es como la gente que ahora se está yendo desde Europa central y Colombia, y muchas partes del mundo, para Ucrania a pelear contra Rusia –compara–. Si Ucrania gana, esa gente se queda allí, se asimilará a la nación; si pierde, pues les toca regresar derrotados. Nosotros estuvimos casi igual, solo que pese a la victoria tuvimos que regresar, pero derrotados por el Sandinismo”. Tras las celebraciones, el país quedó sumido en la incertidumbre”.
Cuando triunfó la revolución Nicaragua contaba ya con una gran deuda externa y una aguda crisis en su economía: algunos observadores exteriores achacan la crisis a la economía de corte marxista que los gobiernos sandinistas realizaron, mientras otros hacen hincapié en la guerra de agresión de Estados Unidos y la contra. La Revolución dejó una Nicaragua más libre y normalizada pero más pobre y dividida. Los colombianos que hicieron parte concuerdan todos en lo mismo, en que las cosas tomaron un rumbo distinto.
“El nuevo gobierno de Nicaragua reubicó a todos los miembros de la Brigada en Managua. Allí, desde las mansiones abandonadas, dieron inicio a una labor que Simón denomina “de organización”. ”La gente no sabía qué seguía, no tenían idea de organización ni nada –comenta Simón–. Es por eso que decidimos organizarlos, que supieran lo que es un sindicato, lo que es asociarse como colectivo humano, que supieran qué y cómo lo iban a pedir, sus reivindicaciones, lo que es comprensible, por los años de clandestinidad y anonimato”. En poco tiempo, conformaron más de 100 sindicatos, con sus mesas directivas y estatutos, que luego formarían la Central Sandinista de Trabajadores (CST).Mientras tanto, la tensión con los sandinistas seguía creciendo, “ellos nos reclamaban que nosotros no habíamos combatido, pensaban que estábamos poniendo a la gente en su contra”. Una noche, los miembros de la Brigada Simón Bolívar fueron citados a una reunión con la junta de gobierno. ”Se nos ocurrió hacer un llamamiento a todos los trabajadores para que se solidarizaran con la Brigada –indica el profesor–. En pocas horas la marcha llevaba más de mil manifestantes, varios de ellos armados. Algunos gritaban que nos dieran la nacionalidad nicaragüense”. Según el recuerdo de Simón, los miembros de la Brigada aceptaron ingenuamente ingresar a la reunión. Adentro, los acusaron de querer desorganizar, no les dieron la oportunidad de evaluar ni explicar por qué trabajaban por separado. ”La dirección del Fsln, que mantenía contacto directo con Cuba, viajó previamente para acordar con los cubanos lo que harían con nosotros –dice el profesor–. Inicialmente querían expulsarnos con el absurdo cargo de ser ‘agentes de la CIA’, pero finalmente nos expulsaron acusándonos de ‘extremistas de izquierda’ por recomendación de Cuba”. Simón recuerda que pasaron la noche en prisión. Al día siguiente fueron enviados a Panamá, donde, según registros de medios, fueron torturados bajo órdenes de Ómar Torrijos”, cierra Espinoza.
Han transcurrido ya cerca de 52 años, y los restos de la Revolución Sandinista siguen haciendo estragos. En Nicaragua, en Perú, en Cuba, en Colombia, y en todo el continente.
SEGUIR LEYENDO: