La historia del mítico balón con el que Freddy Rincón marcó el 1-1 contra Alemania y que está en Armenia

Aquel ‘Etrusko Unico’ se convirtió en un elemento invaluable que actualmente es una pieza de museo gracias a Rubén Darío Hernández y el mismo Coloso de Buenaventura

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El balón con el que
El balón con el que Freddy Rincón marcó el tanto que selló el empate ante Alemania en el mundial de Italia 1990 reposa actualmente en Armenia FOTOS: Archivo / YouTube (Merlin H. Salazar)

“Golazo de Freddy Rincón, por eso Dios es colombiano. Por eso pasan estas cosas, porque Dios es colombiano”, narró Édgar Perea aquel 19 de junio de 1990, cuando corría la última jugada del partido y Carlos Valderrama puso ese pase que rompió la defensa alemana, al mejor estilo de aquel Barcelona de ‘Pep’ Guardiola, que dejó a Freddy Eusebio Rincón Valencia frente a frente con Bodo Illgner, definiendo entre las piernas de este.

Luego del impacto, el balón tardó una eternidad en entrar al arco, como pidiendo permiso; pero una vez en el fondo de la red, a los once jugadores y a todo un país no le quedó de otra que celebrar. No importaba que fuera martes y mucho menos la crítica violencia que se registraba en las calles; una alegría para ese pueblo era más que necesaria y aquel cuero, impactado por el Coloso de Buenaventura, reunió a Colombia en un solo grito, el mismo que soltó aquel icónico narrador. Con los pulmones y el corazón en la mano.

Cuando Pierre Libartski abrió el marcador del partido para la Alemania Federal, Pacho Maturana mandó calentar a Rubén Darío Hernández y a Arnoldo Iguarán, ambos delanteros. Quemaba sus últimos cartuchos, pero mientras ellos estaban cerca al banderín del tiro de esquina haciendo sus ejercicios precompetitivos, pues el Guiseppe Meazza no tiene pista atlética, ocurrió el milagro en los pies de un vallecaucano.

La rabia e impotencia se apoderaron del guardameta alemán que por ese entonces militaba en el Köln, a tal punto que pateó el balón (sí, el mismo que se coló entre sus piernas), estrellándose contra la malla y rebotando muy cerca a donde estaba Hernández, quien lo agarró y se sentó con él. Pasado el júbilo, reanudaron el encuentro con otra pelota. La que tenía Rubén Darío ya era histórica.

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Nadie se acordó del Etrusko Unico más que el delantero que pasó por Independiente Medellín, Once Caldas, Atlético Nacional y otros equipos de la liga local; pero en el camerino Rincón se lo pidió. Rubén Darío, ni bobo que fuera, no se lo quiso entregar, y cuando llegaron al país, le pidió a su papá que lo guardara como si se tratara de la mismísima Copa del Mundo, aquella que ganó Alemania.

Esa esférica estuvo guardada hasta que el mismo Don Ramón Hernández se lo entregó de vuelta, y sabía que ese balón era tan importante que no podía conservarlo en un espacio cerrado, sin que nadie lo contemplara. Debía ponerlo en otro lugar, así que lo donó a un museo de la Ciudad Milagro de Colombia.

El Museo del Deporte Quindiano tiene la fortuna de salvaguardar el cuero bendito, aquel que pasó por los pies del Bendito’ Fajardo para el Pibe Valderrama, este para Freddy Rincón; Rincón para el Pibe y filtrándola para que el bonaverense quedara cara a cara con el golero europeo.

¿Freddy Eusebio le reclamó el balón después? En efecto, lo hizo, pero en aquella oportunidad no quiso quedárselo sino que se lo devolvió a su excompañero de selección para entregarlo al museo como pieza histórica. Pasó por los pies de Rincón, por entre las piernas de Illgner y tocó suavemente la red del mítico Meazza. ¿Qué otro balón tuvo un recorrido similar? Ninguno, solamente ese Etrusko que, haciendo honor a su nombre, es Unico.

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