“Nací en Buenaventura el 14 de agosto de 1966. Jugué en Santa Fe y América, 287 partidos, 76 goles. Actué en Nápoles de Italia, Real Madrid de España, Palmeiras, Corinthians, Santos y Cruzeiro de Brasil (...) Nunca bajé los brazos”. Es jueves santo, vuelvo hoy a las palabras que Freddy Rincón escribió en el tomo 1 de la Historia de la Selección Colombia, de Guillermo Ruíz Bonilla. Hace unos días, el ‘morocho’, como lo llamaba ‘El Pibe’ Valderrama, tuvo un accidente en su carro, en Cali. Conducía muy temprano y en un cruce desprevenido, un autobús se lo llevó por delante. Se lo llevaron a la sede principal de la Clínica Imbanaco y rápidamente, tras determinar que había sufrido un trauma craneoencefálico severo, lo operaron. Los noticieros comenzaron a llenarse de reportes al respecto. “Este es el estado del exfutbolista”, “Así avanza la recuperación de Freddy Rincón”, “La condición en la que se encuentra el exjugador de Real Madrid es muy grave”, “Fuerza, Freddy, el mensaje de los colombianos para el exfutbolista”, “Arriba viejo, que te necesitamos”, “El estado de Freddy Rincón sigue empeorando”. No había necesidad de buscar la palabra “Freddy” en Google, cuando ya todas las actualizaciones de informativos y periódicos tenían algo que decir al respecto. La radio, la televisión, toda la prensa, y casi que el país, solo pensaba en una cosa, pronunciaba un solo nombre: Freddy Rincón.
Después de algunas horas tras el último reporte médico, el 13 de abril de 2022 se notificó la noticia de la muerte de ‘El Coloso’. Entonces, se extinguió el ruido. Era inevitable pensar en otra cosa. Más de uno sentimos por dentro que se rompía algo. Más de uno lloró, acongojado, hundido en el dolor, en el lamento de haber perdido algo con la sutileza de un suspiro. Tal vez, para mi generación y las siguientes, el trágico evento no tuvo mayor recepción, pero para la de mis padres y los suyos, esta herida es profunda.
La primera vez que escuché hablar sobre Freddy Rincón fue gracias a mi papá. El fútbol es la única lengua en que nos entendemos mi viejo y yo, y desde muy pequeño se encargó de enseñármela. Él me hablaba sobre Millonarios y los grandes jugadores de la época, sobre Di Stéfano y Pedernera, sobre la Gambeta Estrada, el Bendito Fajardo y el viejo Willy, sobre Valderrama y Asprilla, sobre Rincón y el Madrid, Rincón y el Nápoles, Rincón y Brasil. Para mí, fue el jugador más brillante. No pude verlo jugar nunca, no en vivo, pero por lo que me decía mi papá y por los vídeos, las fotos, las entrevistas, supe que era de los más grandes, que siempre lo será.
Todos hablan de ese gol que le hizo a Alemania, y claro, no hay otro que erice tanto la piel. Ese gol, para los colombianos, es como para los argentinos el de Maradona a los ingleses. Hay tanta poesía en ese instante, tanta historia. Han pasado treinta y dos años y todavía se escriben crónicas al respecto, semblanzas, libros enteros. Eduardo Galeano lo describió una vez, en pocas palabras, en su Fútbol a Sol y Sombra:
“La pelota llegó al centro de la cancha. Ella iba en busca de una corona de electrizada pelambre: Valderrama recibió la pelota de espaldas, giró, se desprendió de tres alemanes que le sobraban y la pasó a Rincón, y Rincón a Valderrama, Valderrama a Rincón, tuya y mía, mía y tuya, tocando y tocando, hasta que Rincón pegó unas zancadas de jirafa y quedó solo ante Ilgner, el guardameta alemán. Ilgner tapaba el arco. Entonces Rincón no pateó la pelota: la acarició. Y ella se deslizó, suavecita, por entre las piernas del arquero, y fue gol”.
Alberto Galvis, en una crónica que forma parte de su libro Hazañas deportivas de Colombia, lo describió como el episodio más importante del fútbol colombiano y cita a Francisco Maturana, quien en su momento dijo que el gol de Rincón había sido “un aliento de fe y esperanza”. Nadie olvida el relato apasionado de William Vinasco. Es esa emoción que transmite, creo yo, la que termina por tocarnos a los que, años después, seguimos viendo los vídeos de aquel gol maravilloso. “¡Viene Colombia, Dios mío. Viene Colombia!”. No creo que exista otra narración de un partido que nos hayamos aprendido de memoria, ni ninguna con tal magnetismo.
El mismo Rincón describió así su gol en el libro de Ruíz Bonilla: “Recuerdo la jugada. Recupera Leonel Álvarez que le pasa el balón a Fajardo, nuevamente recibe Valderrama que mete un pase a profundidad para que llegue yo y por entre las piernas venza al arquero alemán. Golazo. Fue uno de los momentos más felices de mi vida”. No sólo de su vida, estoy seguro, sino de tantos otros. “Ese gol levantó al país”, me dijo una vez mi mamá, que aunque poco futbolera, atesora los grandes momentos. “Todos los niños querían ser como Freddy Rincón”. Y claro, quién no habría querido ser como ‘El Coloso’, apodado así por el periodista Mario Alfonso Escobar. Es que era un morocho de casi dos metros de altura que corría como las gacelas y metía goles con una frialdad y una fuerza tremendas, que había llegado al equipo más importante del mundo y llegó a ponerse la 10 de Pelé en el Santos.
Rincón hizo parte de la llamada “Generación Dorada” de nuestro fútbol. Si uno buscaba en los álbumes viejos de los mundiales, allí estaba su foto. Mi tío tenía algunos guardados y yo siempre buscaba la página en la que estaba Colombia, y allí el morocho, que consiguió jugar en tres mundiales con la Selección y anotarle a Argentina en el 5 - 0. Si es que hasta figuritas con su cara y muñecos habían. Rincón era el superhéroe en los 90, y lo seguirá siendo por un rato largo, porque todavía no descubrimos como matar a los superhéroes.
‘El Coloso’ inició su carrera como futbolista en un equipo amateur de Buenaventura. Los entrenadores de aquel tiempo no estaban interesados en llegar hasta allá y por eso no pudieron verlo antes. Wilson Díaz, que trabajaba en la aduana, le propuso a Rafael Pachón que se llevara unos jugadores a Bogotá para probarlos. Eligieron a cuatro: Juan Reyes, Carlos Potes, Edison Cuero y Freddy Rincón. Ahí empezó todo, aunque en el camino hubo más de un tropiezo. Era el año de 1986. El jugador se integraba a las inferiores de Independiente Santa Fe y allí disputó sus primeros partidos de reserva. Debutó en el equipo principal contra Junior de Barranquilla, bajo el mando de Jorge Luis Pinto.
En su primer juego, Rincón anotó dos goles. Ahí supieron que estaba llamado para hacer cosas grandes. Ganó un título con los cardenales en 1989 y con eso fue suficiente. Era el primer título que conseguía el equipo tras 13 años de sequía. Ahí fue cuando lo vieron del América de Cali y se fue. Más que por hacer parte del equipo, decidió unirse a los Diablos Rojos por volver a su tierra. En Bogotá había tenido que vivir episodios difíciles. Llegó para ser dirigido por Gabriel Ochoa Uribe y sorprendió en la Copa Libertadores del año 92, anotando varios goles. Entonces, Boca Juniors de Argentina preguntó por él, pero fue desde Brasil que llegó la propuesta más concreta. Terminó uniéndose a Palmeiras en el año en que yo nací, el mismo en que Colombia disputó el Mundial de Estados Unidos y Andrés Escobar era asesinado.
Su juego rápido y estilizado le permitieron sorprender y encajar rápidamente en el fútbol brasileño, en donde pasaría varios años y a donde volvería en varias ocasiones a lo largo de su carrera. Con Palmeiras consiguió dos títulos y se convirtió en el primer jugador colombiano en anotar en el torneo brasileño. Poco duró su tiempo en el club, pero bastó para dejar su nombre impreso en su historia. Luego llegaba el sueño de jugar en Europa. Freddy Rincón era fichado por el Nápoles, el legendario equipo que lo había conseguido todo con Diego Armando Maradona como su máximo referente.
Es una lástima que Rincón no haya podido triunfar en Italia como se esperaba. Sin embargo, su buen fútbol, al margen de los obstáculos, terminó por imponerse en más de una ocasión y esto le permitió ser observado desde España. En la Seria A, el colombiano jugó 27 partidos y anotó 7 goles. No consiguió ningún título y su relación con la hinchada no fue la mejor. Varios episodios de racismo terminaron por hacer que se fuera alejando poco a poco del equipo y de la ciudad. Como un salvavidas, llegó la oferta del Real Madrid.
Sus actuaciones en el Calcio despertaron el interés de los merengues. Jorge Valdano fue quien sugirió a la directiva del club blanco que lo ficharan. En 1995, Freddy Eusebio Rincón se convirtió en el primer colombiano que vestía la camiseta del Real Madrid. Fue también el primer futbolista nacional que participaba de la Champions League. Al principio, parecía como si su llegada estuviera dispuesta para que todo funcionara, pero no logró adaptarse fácilmente al fútbol español y con los malos resultados del equipo, el entrenador Valdano, que confiaba en él, fue destituido. Con la llegada de Arsenio Iglesias Pardo a la dirección técnica, el colombiano entendió que su etapa en el club español llegaba a su fin. Tan solo participó de 21 partidos y anotó 1 gol.
A mediados de 1996 regresó a Brasil y tras un tiempo corto en el Palmeiras, fichó por el Corinthians, equipo en el que, a día de hoy, es recordado con cariño. Consiguió varios títulos, entre ellos el Mundial de Clubes, y fue capitán por varios años. En el año 2000 se va al Santos y allí está durante una temporada. En 2001 se une al Cruzeiro y, en medio de controversias por malos negocios fuera de la cancha, está con el equipo hasta 2004, momento en el que vuelve a Corinthians y allí pone fin a su carrera deportiva.
Lo de Rincón en Brasil fue tan bueno que, durante los años posteriores a su paso por el fútbol europeo, Lorenzo Sanz, presidente del Real Madrid, viajó a Brasil con el ánimo de observar jugadores que pudieran integrarse al equipo blanco, pero regresó sin hacer ninguna oferta, pues dijo que no había duda de que el mejor jugador de la liga era Freddy Rincón, y a él ya lo habían tenido en el equipo. ¿Qué hubiese sucedido si el colombiano tenía un segundo ciclo con los merengues? Yo sería más hincha del Madrid de lo que soy hoy. Es una lástima que el tiempo mismo se le haya puesto en su contra, como si de un castigo divino se tratara. Como si los dioses se hubiesen sentido envidiosos.
A Rincón se le recuerda por haber estado presente en varios de los episodios más importantes del fútbol colombiano, pero a mí me interesa recordarlo como el hombre que más emociones despertó en el país con su mero existir, que consiguió que me estremeciera, aunque lo viera en una grabación que llevaba años. Ha muerto, pero solo en cuerpo. Rincón es y será siempre uno de esos humanos alados que son enviados a la tierra para poner balance en las vidas de nosotros los mundanos. Su forma de correr en el campo, de llevar la pelota junto a sus pies, era el baile de un ángel caído sentenciado a enfrentar hombres que no merecían disfrutar de su presencia. Rincón fue la alegría de un país, su tristeza, su dolor. Fue el auge y la caída, el sueño y la pesadilla. Es la leyenda de esos tiempos que ya fueron, en donde se hablaba de la vida que surgía detrás de una pelota, y era bella, como la poesía.
Esa es la historia que a mí me contó mi padre, la historia de ‘El Coloso’ de Buenaventura.
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