El impresionante relato del pescador que pasó casi dos días desaparecido en altamar cerca a Santa Marta

Los animales marinos, la deshidratación y las más de diez millas que lo separaban de tierra firme lo hicieron pensar que no volvería a ver a su familia

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Pescador desaparecido en Santa Marta
Pescador desaparecido en Santa Marta

Ovidio Lesmes asegura que es una obra de Dios haber vuelto a tierra firme, después de que la mañana del pasado jueves 7 de abril salió, como todos los días, a pescar en el área marítima del parque natural Tayrona en el norte de Colombia, pero una avería mecánica lo arrastró a casi 14 millas náuticas de la costa.

Fue rescatado en la mañana del sábado, después de 48 horas desaparecido. En diálogo con Noticias Caracol, Lesmes aseguró que sus capacidades humanas eran inferiores al reto de sobrevivir en altamar, no se explica cómo logró ponerse a salvo en un acantilado y contó que la contaminación que mata los mares, le ayudó a lograr la proeza.

El pescador estaba, sobre las 11:00 de la mañana en plena faena al norte de Taganga, pero su embarcación tuvo averías mecánicas y el motor se le apagó. Trató de arreglarla, pero el agua lo arrastraba. Hizo señas a otros pescadores, que no le entendieron que necesita remolque. Soltó un ancla que no encontró donde enterrarse y terminó e inmediaciones de la Isla de la Aguja.

“A algún lado llego”, pensó mientras la corriente se llevaba su lancha. Intentó chocar la embarcación entre las piedras, para que no lo siguiera arrastrando en altamar, pero cuando lo iba a lograr una ola lo levantó varios metros. La lancha se sumergió de punta y al buscar de qué aferrarse a la superficie, se dio cuenta que ya estaba a varias millas náuticas de “La Aguja”.

Encontró un tanque de gasolina y se sostuvo de él para no sumergirse. Le contó al noticiero, que el olor a combustible ahuyentó a los animales, uno de los riesgos de mantener el cuerpo sumergido. Eran las 3:00 de la tarde y no sabía cuál sería su destino.

Pasó la noche del jueves a la mañana del viernes aferrado al bidón. Tenía un buso azul que se quitó para amarrárselo en la cintura con una pimpina, se recostó en el agua y se resignó a aceptar el destino que lo alcanzaría a la deriva. “Ya, hasta aquí llegué”, pensó.

A las 10:00 de la mañana, cuando su cuerpo ya estaba quemado por la asoleada de toda la mañana, un día después de haberse desaparecido, dijo que no se daría por vencido. “Empecé a echar brazo”, afirmó.

“Uno domina la mente. Yo me resigné y dije: si no me deshidrato, yo llego; y no me deshidraté. Evité tomar agua de mar, porque si tomo agua de mar érase. Uno tiene ya el instinto que eso es así”, aseguró a Noticias Caracol, dos días después de su rescate.

Un pescador duró más de dos días en el mar Caribe, a 4,5 millas de Santa Marta, en Colombia

Me devolví nadando, eso es una hazaña que yo como ser humano no tengo capacidad de hacerlo. Eso fue una obra de Dios”, sostuvo, porque braceó todo el día, hasta las 6:00 de la tarde, en lo que recorrió más de 10 millas náuticas, como 16 kilómetros.

Alcanzó la Isla de La Aguja, nuevamente, y escaló las rocas para ponerse a salvo. Logró evitar ubicarse en un lugar en el que no lo reventaran las olas y no se explica como lo hizo, agotado, con la piel ardiente y el desespero de conservar la vida.

En medio de las rocas de la playa encontró decenas de botellas plásticas que llegan al mar por la desidia humana. Encontró unas gotas de agua potable y un cuncho de Coca Cola que le sirvió para mojarse los labios y mejorar el ánimo.

Así pasó su segunda noche desaparecido. Había visto helicópteros, lanchas de la Armada y pescadores, pero ellos no alcanzaban a verlo a él. Fue hasta bien entrada la mañana del sábado 11 de abril, cuando un chinchorrero amigo lo vio y acudió a su rescate junto a los miembros de la Estación Guardacostas de Santa Marta.

Estaba aferrado a una roca, lo pusieron a salvo en una lancha de la Armada, le dieron agua, ropa y una gorra y lo llevaron a Taganga donde lo esperaban angustiados y esperanzados sus familiares. Lo recibieron como un héroe “Para los que no creían en mí, aquí sigo”, dijo al bajarse de la lancha de la Armada. Llegó sonriente y ansioso de contar todo lo que le había ocurrido advirtiendo de un relato que ni él mismo terminaba de creer. “Cálmense que estoy todo quemado”, le dijo a sus familiares que lo llenaron de abrazos y besos.

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