El año con el mayor número de secuestros en la historia colombiana dejó para la memoria un caso emblemático de ese crimen execrable, que terminó en masacre. Un día como hoy hace 20 años, el 11 de abril de 2002, miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), más fortalecidas que nunca para entonces, engañaron a todas las instituciones y los medios de la ciudad de Cali para secuestrar a los diputados de la Asamblea del Valle del Cauca.
Ese día los diputados habían programado debatir la venta de la Corporación de Turismo del Valle (Cortuvalle), según logró reconstruir el Centro Nacional de Memoria Histórica en el informe El caso de la Asamblea del Valle. Sobre las 10:00 de la mañana ya estaban la mayoría en el recinto y esperaban a otros para completar cuórum. Para entonces, se había adoptado una circular que decía que quienes no asistieran no recibirían el pago del día.
Pero no pudieron discutir porque, mientras instalaban la sesión, sobre las 10:15, cuando la guardia del edificio realizaba el cambio de turno, ocho hombres uniformados y armados ingresaron a la Asamblea, asegurando que pertenecían a la “unidad antiexplosivos del Batallón Primero Numancia” e iban a desactivar una bomba.
Un hombre alto ingresó al salón Carlos Holmes Trujillo y le dijo al presidente Juan Carlos Narváez que debían evacuar por una alerta terrorista. A los funcionarios los condujeron hacia el parque de la Gobernación y a los diputados los llevaron por otra puerta, hacia un vehículo especial para su traslado.
Se trataba de un bus, a donde llevaron a Jairo Hoyos, Ramiro Echeverry, Nacianceno Orozco, Alberto Quintero, Sigifredo López, Edison Pérez, Silvio Valencia, Rufino Varela, los diputados que para ese momento se encontraban en el salón. Los supuestos militares reiteraban que solo era protección para ellos, los demás funcionarios debían protegerse por sus propios medios.
Los otros diputados Héctor Arismendy, Francisco Giraldo y Carlos Barragán habían llegado unos minutos más tarde, pero no lo suficiente para salvarse. En medio de su desconcierto, uno de los supuestos militares de la puerta de acceso hizo que los recogieran en la buseta, a media cuadra, para supuestamente brindarles protección.
Dos hombres se habían vestido con chalecos de Telepático y estaban grabando todo lo sucedido. Se trata de un recurso accesorio para el enorme engaño que había construido las Farc para cometer el secuestro político más grande de su historia, ejecutado por Frente Urbano Manuel Cepeda Vargas y del Bloque Móvil Arturo Ruiz de esa estructura.
Otro de esos recursos para construir el engaño era realizar una explosión sonora, pero poco destructiva, que iba a generar mayor caos en el centro de la ciudad y les permitiría a los guerrilleros salir más fácilmente. Dos de ellos procedieron a instalar pólvora negra en el baño del segundo piso y realizar la detonación antes de la huida.
No encontraron el baño y se chocaron con el subintendente de la Policía Carlos Alberto Cendales, que llevaba siete años en la institución y hacía parte de la seguridad de la Asamblea. Le preguntaron dónde quedaba el baño y él, según testimonios de Gustavo Arbeláez Cardona, jefe del Frente Urbano, les preguntó para qué lo buscaban.
Los guerrilleros, fingiendo ser del Ejército, le dijeron que había una bomba. Cendales les dijo que él los acompañaba a revisar la situación, pero al parecer ya se había percatado del engaño. Trató de desarmar a uno de los hombres, pero en ese momento fue atacado a cuchilladas y murió degollado.
Para ese momento el bus con los diputados ya había partido, supuestamente hacia la Tercera Brigada para protegerlos. Al interior del bus, los políticos se miraban extrañados por toda la situación, pero llegaron incluso a bromear, confiados de lo que pensaban era una situación de seguridad, sin saber que ya estaban bajo el poder de las Farc.
Otros policías ingresaron a la Asamblea y encontraron el cuerpo de Cendales. Uno de sus compañeros, incapaz de levantar el cuerpo del subteniente, salió a la calle frustrado y cayó al piso mientras lloraba desconsolado, como se ve en las imágenes del documental El día que secuestraron a los diputados del periodista Diego Medina.
Aún ese momento, llegaron a decir que un militar le había disparado a un Policía, pero ya se sabía que lo había ocurrido no era obra de las fuerzas militares. El periodista Diego Parra llamó al presidente de la Asamblea, al parecer, y le dijo que lo había ocurrido era un secuestro.
El diputado Edison Pérez también se había percatado de la situación, al ver que la ruta en la que se dirigía la buseta a la que los habían subido había tomado la ruta del Hotel Intercontinental, para salir de Cali y no hacia la Brigada. Le pidió al supuesto comandante que les aclarara a dónde iban. Alias J.J. en respuesta les dijo: “Nosotros somos las Farc”.
La buseta se dirigió hacia la vereda Peñas Blancas en el corregimiento de Pichindé, pero se varó varios kilómetros antes de llegar y tuvieron que continuar a bordo de un camión Turbo. En el camino, los guerrilleros tomaron más vehículos para desplazar a los hombres que no cabían en ese otro carro.
Al llegar a la vereda, negociaron la liberación de funcionarios no diputados que habían abordado el bus Doris Hernández, Juan Muñoz, Gloria Charry y Silvio Valencia, a lo que accedieron los guerrilleros. Ellos, al devolverse hacia la ciudad, encontraron los militares que iban a pie, ya camino a la liberación.
La guerrilla había establecido un circulo de seguridad de casi 300 hombres para evitar que se frustrara el secuestro. Por esa razón, el Ejército decidió un desembarco aéreo para tratar de liberar a los diputados con tropas del Batallón Contraguerrillas 37, en tres helicópteros Black Hawk y un helicóptero Arpía como apoyo en el sector de los desembarcos, reconstruyó el CNMH.
Un aguerrido equipo de Noticias RCN que había cubierto la situación de la Asamblea, persiguió la buseta para tartar de conseguir la información completa de los hechos. En el operativo de rescate del Ejército, Walter López, el conductor del equipo cayó muerto. El camarógrafo Héctor Sandoval cayó herido por un impacto de una pierna. El periodista que los acompañaba, Juan Bautista, trató de buscar ayuda y alertar que eran periodistas y no criminales, pero no valió para salvar a su compañero.
Para ese tiempo del año 2002, las Farc acababa de abandonar una mesa de negociaciones con el gobierno de Andrés Pastrana que les permitió un control territorial en varias zonas del país, como el Valle, Nariño y Cauca. Además, había un ambiente de presión para el intercambio humanitario sobre el que Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, había declarado: “Si no quieren el intercambio por sus soldados y policías, pues tocará ir por los políticos”.
Héctor Julio Villarraga Cristancho, conocido con el alias de “Grillo”, comandante del Frente 60 de las Farc, declaró en 2020 ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que el Frente Urbano llevó a los diputados secuestrados por Farallones y los entregó a ese frente a mediados de mayo en muy malas condiciones.
Habían sido sometidos a largas jornadas de hasta 12 horas de caminatas por las selvas del sur del pacífico colombiano, con poca comida de legumbres y granos y castigos que rayaban con la tortura. Al inicio los dividieron en dos grupos a través de diversos cauces fluviales de los departamentos de Cauca y Nariño.
Ante la presión del Ejército, los reagruparon y los pusieron bajo custodia de 25 miembros del Frente 60. Para el 2007, cada uno de los diputados tenía un guardia asignado para acompañarlo todo el tiempo, con ocasión de volverse el verdugo si había posibilidad del perder el control del secuestrado. La orden del Mono Jojoy, encargado de ese secuestro, era que en caso de asalto debían fusilar a los diputados.
Los guerrilleros les impidieron tener privacidad, debían hacer sus necesidades frente a los demás, los encanaban como castigo a las camas o árboles, mientras sufrían a su vez la inclemencia del clima, hasta el 18 de junio de 2007.
Ese día, sobre el mediodía una centinela alertó al Frente por la incursión irregular de un guerrillero solitario. El hombre había disparado y amenazado con atravesar la zona. Alias Grillo pensó que se trataba de un desertor al servicio del Ejército que los iban a emboscar y dio la orden que habían tenido a dedo de gatillo en los últimos años.
Una ráfaga de disparos de fusil que duró alrededor de un minuto acabó con la vida de 11 diputados del Valle del Cauca, tras cinco años de secuestro, cuando se estaban bañando. Los tiros fueron a quemarropa y solo sobrevivió Sigifredo López, quien para ese momento no se encontraba con el grupo y permaneció dos años más bajo el secuestro.
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