‘La balanza’, el libro que se ha agotado más rápido en la historia, incinerado por el fuego del 9 de abril de 1948

El poeta Álvaro Mutis publicó en ese año su primer poemario. Los 200 ejemplares que se imprimieron se quemaron con los incendios de El Bogotazo.

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El libro de Álvaro Mutis que se quemó durante El Bogotazo. (Archivo)
El libro de Álvaro Mutis que se quemó durante El Bogotazo. (Archivo)

La primera vez que lo supe fue por un documental que me encontré en Youtube, bastante rudimentario. En él, un vital Álvaro Mutis, ya canoso y bigotón, decía que era el escritor con el récord de haber agotado 200 ejemplares de un libro en menos de una hora. Se reía mientras lo contaba. La razón de aquel “récord” me la explicó después Juan Camilo Rincón, el autor de Viaje al corazón de Cortázar. Me dijo que había sido a causa de los incendios del 9 de abril de 1948, dato que corroboró después el librero Álvaro Castillo Granada. El libro se había publicado justo para esa fecha y en cuanto fue exhibido en librerías, tan solo unos minutos después de que cayera baleado Jorge Eliécer Gaitán, en el centro de la ciudad, se consumió rápidamente por el fuego de los incendios de El Bogotazo. Cuenta Rincón, en un artículo publicado por El Espectador: “En una entrevista a Fernando Quiroz, Álvaro Mutis cuenta que: “el éxito de La balanza (como se llamaba el libro) no tiene precedentes en la literatura colombiana. El 8 de abril repartimos la edición en las principales librerías del centro de Bogotá, y al día siguiente no quedó un solo libro. La edición se agotó en cuestión de horas… por incineración”.

La balanza fue el primer libro publicado de Mutis. Lo escribió a los 24 años, junto a Carlos Patiño Roselli. La edición tenía ilustraciones de Hernando Tejada y ni siquiera pudo ser leída. Evidentemente, se agotó en minutos, pero no porque la compraran, sino porque se quemó. Habiendo pasado 74 años desde entonces, le preguntó a Santiago Mutis Durán, hijo del escritor, sobre este episodio. “Nuestro 9 de abril aún no termina, ni tampoco comenzó ese día. No soy partidario de dejar ese primer libro de La balanza entre las llamas, pues así es sólo un fogonazo más del Infierno. Pero la anécdota, que se ha tomado a risas, sirve para hacer una lectura diferente de la poesía de Mutis, y verla como una poesía tremendamente crítica de la sociedad colombiana, que ha venido pudriéndose. No conozco entre nosotros otra crítica más feroz y lúcida, y que sin embargo nos deja un bello y poderoso idioma para poder sobrevivir a nuestra propia desgracia”, dice.

El poemario fue publicado nuevamente en 1997, en una edición facsimilar y más allá de que perdió el encanto que tenía la primera, conservó el fantasma de su predecesora. Se trataba de un libro quemado. Un día, leía sobre la obra de Mutis, cuando en 2018 escribí sobre él, y me encontré con una entrevista en la que detallaba ciertos pormenores de la escritura de ese libro, detalles con los que él, tiempo después, no estuvo de acuerdo. Consideraba que esos poemas eran apenas un asomo de alguien que quería ser un buen poeta. Y hablaba, entre otras cosas, sobre la Bogotá de esos días y lo mucho que marcó al país, en materia literaria, el ocaso del líder liberal.

Conversando con Federico Díaz Granados, haciendo uso de las notas de voz, porque ni él ni yo pudimos encontrarnos esta vez con agendas tan apretadas, me contó: “El libro ya estaba impreso desde el 16 de febrero, pero los autores solo hasta el 8 de abril tuvieron el dinero para retirar los ejemplares de la imprenta. Ese día los llevaron a tres librerías que luego serían incendiadas durante El Bogotazo. Mutis bromeaba al respecto diciendo que había debutado como poeta con un éxito rotundo, pues los libros se habían agotado, por incineración. Curiosamente, el 9 de abril no solo se divide el país en dos, sino también la literatura, con la llegada de un poeta que va a venir a revolucionar la poesía en Colombia con su talante y tono diferencial, un tono acorde con lo que estaba pasando en América y en el mundo. Se le opone a una poesía muy acartonada que todavía celebraba algunos sonetos piedracielistas, a la manera de algunos poetas españoles de la Generación del 27. Mutis llega, entonces, para sacudir ese panorama y aún más cuando, años después, se publica Los elementos del desastre. Este primer libro de La balanza, entonces, es ese primer asomo que hace Álvaro Mutis bajo la cenizas del 9 de abril de 1948. Mientras el país se está cayendo, al tiempo surge toda una revolución cultural que va a tener una gran influencia en los años 50 y, por supuesto, en los posteriores”.

Hace poco, la editorial Palabra Libre publicó el libro Colombia y Mexico. Entre la sangre y la palabra, en el que el periodista y escritor colombiano, Juan Camilo Rincón, ya citado, rememora este episodio en dos pasajes diferentes. El capítulo que dedica a Álvaro Mutis y la entrevista que le hace su hijo. No está de más mencionar que en aquel encuentro estuve presente y hasta hago parte del libro, casi sin querer queriendo. El fragmento, dotado de esa pluma fluida que tiene el colombiano, relata:

“El amor de Álvaro Mutis por la poesía nació en su juventud cuando, mientras cursaba el bachillerato en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, el poeta colombiano Eduardo Carranza lo hizo un seguidor acérrimo del género. Junto a Carlos Patiño publicó en febrero de 1948 su primer título, La balanza, que contó con un tiraje de tan solo 200 ejemplares. Mutis contaba con algo de risa que es uno de los libros colombianos que más rápidamente se agotó en las librerías, pues sus ejemplares llegaron a los puntos de venta el 8 de abril, para ser consumidos al día siguiente por el fuego del Bogotazo. Pese a esto, los borradores y algunos ejemplares sobrevivieron y circularon entre sus amigos y conocidos, hasta llegar a reconocidos poetas y críticos como Aurelio Arturo, Alberto Zalamea, Hernando Téllez y Eduardo Carranza, quienes hicieron elogiosas reseñas en periódicos y revistas como Semana y El Tiempo, lo que llevó a Mutis a ser incluido en la generación de Los cuadernícolas.

(...)

De la entrevista a Santiago Mutis:

SDB. ¿Cómo fue la experiencia −no sé si alguna vez él te lo comentó, hay fragmentos de entrevistas, de documentales donde él lo relata un poco− de su primer libro de poesía?

S. M.: Yo creo que hemos sacrificado ese primer libro en la candela; lo hemos echado al fuego con el 9 de abril y resulta que es un gran disparate. Él por contar una anécdota en la entrevista, lo dice: “Se publicó y se quemó...”; sí, pero lo que está sucediendo en la poesía de él es lo que está advirtiendo que va a pasar. Y no alcanza a ser un libro; es una plaqueta; es muy poquito. No sacan el libro, sacan la plaqueta, la financian ellos mismos. Carlos Patiño Roselli, él y Tejada sacan el librito, desaparece y ya; no pasa absolutamente nada. Lo que había pasado era toda la relación que había de amistades, de decir sobre otra gente, textos publicados por aquí y por allá... eso sí. Y eso es lo que yo también he intentado recoger en cosas de él. Eso es anterior, o es la misma época, pero visto así, tiene una divulgación o por lo menos una lectura mayor.

De La balanza llegaron 20 libros no más, y eso se hunde, desaparece, y va a salir después en Los elementos del desastre que se publica fuera del país, en Buenos Aires. Es una anécdota muy vistosa lo de la candela, lo de la quema de La balanza, pero clausura la puerta de saber realmente qué era lo que estaba a punto de pasar y que no pasó, pero eso sigue porque él sigue hablando y escribiendo; está en los suplementos, en los periódicos, en las conversaciones. Es más importante la relación que se está haciendo con Eduardo Ramírez Villamizar, con Hernando Téllez, que la misma publicación del poema. Y yo creo que no lo entiende nadie; eso es una cosa críptica, cerrada, de una materia que está medio fermentada, terrible”.

En las ediciones que hoy circulan con la poesía completa de Álvaro Mutis, es posible asistir a la lectura de La balanza, al menos de algunos de sus poemas. Quizá, el encuentro más bello que podría tener un lector con estas palabras sea a través de la coincidencia. Encontrarse, por accidente o por azar, las cenizas de lo que fue esta poesía, y leerlas en voz alta, sentir las brasas arder y recordar que de aquel episodio desafortunado del 9 de abril de 1948 no solo fueron víctimas las personas sino también el arte, los libros. García Márquez mismo perdió una buena parte del manuscrito en el que trabajaba en ese entonces, además de su máquina de escribir. Aún hoy intentamos recuperar la memoria histórica y cultural que se perdió ese día. Lo importante es no permitir que nos perdamos nosotros también.

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