El pasado 25 de octubre un juez condenó a 22 años de cárcel al coronel (r) Nelson de Jesús Arévalo, excomandante de la estación de Policía de Suba, por manipular la escena del crimen con la intención de desviar la investigación por el homicidio del grafitero Diego Felipe Becerra Lizarazo. Y este 6 de abril, en segunda instancia, le rebajó la pena.
La Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá determinó que Arévalo deberá responder por los delitos de favorecimiento en homicidio agravado y fabricación, porte y tenencia de armas.
El excomandante, con el objetivo de proteger al patrullero Wilmer Antonio Alarcón, quien le disparó a Becerra, consiguió un arma para hacer creer que el grafitero lo había amenazado, de tal modo que el disparo que conllevó a su muerte se viera como en defensa propia.
Pese a ello, Arévalo deberá cumplir 20 años tras las rejas en lugar de 22, contrario a lo establecido en primera instancia. La razón: un error en la tipificación del delito.
El tribunal redujo la pena,
“estableciéndola en el mínimo del primer cuarto medio por el punible de fabricación, tráfico y porte de armas a 234 meses y un día de prisión. Conforme a lo fijado en primera instancia, se sumarán doce meses por el concurso de favorecimiento, lo cual arroja un consolidado de 246 meses de prisión e inhabilitación para el derecho a funciones públicas”.
Conforme con la Fiscalía, a medianoche, luego de perpetrado el crimen, el excomandante de la estación de Suba llegó a la calle 116 para ordenar “unificar la versión” de lo sucedido, o sea, que los agentes acordaran decir que joven grafitero había participado en el robo a un bus y que, en defensa de su vida, el patrullero le disparó. El uniformado incluso se comunicó con sus superiores, conforme con el ente investigador y acusador. “Intentó salvar a Alarcón”, dijo el magistrado.
En cuanto al patrullero Wilmer Antonio Alarcón, la Sala Penal del Tribunal estableció que no hay “nada que corregir” en su condena, razón por la cual deberá pasar 37 años tras los barrotes.
La noche de los hechos
Diego Felipe Becerra rechazó una salida a cine con sus papás para ir con sus amigos a pintar un grafiti. En esas estaba la noche del 19 de agosto de 2011, bajo el puente de la calle 116 con avenida Boyacá, dejando grabada la imagen del Gato Félix, cuando fueron sorprendidos por policías.
Los jóvenes corrieron porque para evitar que los uniformados les quitaran las pinturas, pero el patrullero Alarcón, entonces adscrito al CAI Andes, alcanzó a Diego Felipe y le disparó. El menor de 16 años de edad fue llevado a la Clínica Shaio con una herida el área lumbar de la espalda que le causó la muerte, después de llegar al centro asistencial.
Su padre llegó a la clínica, conoció el fallecimiento, y un uniformado le dijo que había encontrado un arma. En la escena del crimen vio a los policías en una dudosa conversación y decidió alertar que había una alteración de los hechos, pues su hijo estaba pintando un grafiti. No era un criminal. A partir de ese momento, se empezó a desenmascarar el entramado que buscaba inculpar al menor de edad para salvaguardar la libertad del patrullero.
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