Tan colombiano como venezolano, así se sintió a José Pastor Pineda López -mejor conocido simplemente por su segundo nombre y apellido- durante sus 40 años de carrera musical. Y es que desde muy niño incursionó en la música, afirmando ya adulto que ese don lo había desarrollado gracias a su madre que fabricaba instrumentos musicales, y a su padre, un ‘indio’ que, pese a afirmar que nunca quiso darle su apellido, lo llevaba a conciertos de música popular.
Fue así como recibió sobrenombres como El indio Pastor -además de ser llamado así por sus rasgos mulatos- y El señor de los anillos por tener sus dedos adornados con grandes argollas doradas que llevaba a la gran mayoría de sus presentaciones, aquellas que hizo, en su mayoría, entre Colombia y Venezuela.
De ahí nació ese auge del artista en este país que, a lo largo de su vida, supo convertirlo en su segunda casa. Incluso ese cariño por Colombia les hizo creer a muchos que él, en realidad, había nacido de este lado de la frontera. Sumado a eso, supo combinar dos ritmos propios del folclor colombiano: la cumbia y el porro, aquel que enalteció el legado de Aniceto Díaz, que también fue un referente de la guaracha, esa misma que fue mundialmente conocida por Aníbal Velásquez.
Y sí, tres años después de su muerte, aquellos ritmos de tambores y trompetas retumban no solamente en las emisoras populares, sino en centenares de fiestas en todo el país, pero sobre todo en Cúcuta, ciudad que lo acogió hasta el último suspiro de su vida. En las navidades, ni hablar: se convierte en un infaltable desde noviembre, donde los radios y los equipos de sonido retumban con su música anunciando que se acerca otra navidad ambientada con ‘El hijo ausente’, ‘Tienes que regresar’ y ‘Traicionera’ entre otras
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Tres años después, el ‘Indio Pastor’ sigue vigente en el país
“Y al llegar la media noche, cuando risa y llanto se confunden en la gente; mándame un abrazo fuerte, y pídele a todos los presentes: vamos a brindar por el ausente, que el año que viene este presente” son letras de ese hijo que no se ha ausentado pese a su muerte ocurrida el 5 de abril de 2019. Muchas veces cantó esta canción en Colombia y en otras partes del mundo, como en Mallorca, donde ocurrió una de las anécdotas más emotivas que marcaron su vida.
Corría una Navidad en el siglo pasado, y como era de esperarse, los conciertos de Pastor López se cotizaron al alza. El 24 de diciembre debió cantar en aquella isla española, mientras al otro lado del mundo, en Venezuela, su madre estaba en un hospital luchando por su vida. Rompió en llanto en medio de la conmoción y la impotencia, pero no fue la única vez que pasó por esos momentos donde lloró con sus propias letras.
Y así, en medio de apretadas agendas y miles de personas aclamando sus canciones, se fueron muriendo varios de sus familiares, como ocurrió con una de sus hermanas, donde tuvo apenas 24 horas para despedirse de ella pues lo esperaba una tarima. Con sus padres pasó lo mismo.
Más allá de la que él mismo denominó a El Tiempo como “la ingratitud de la música”, sus éxitos seguirán sonando en Colombia, donde ha tenido más reconocimiento que en la misma Venezuela. Llueve, truene o con la pandemia que sea, en al menos un hogar sonará, en cada diciembre, las melodías que vaticinan un nuevo mes de alegría y unión.
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