“No quisiéramos que la historia estuviera signada por esto. No quisiéramos contarles a los jóvenes que esto ocurrió así, pero no podemos esconder la historia”. Cuando la senadora de la Unión Patriótica Aída Avella recuerda las muertes de los compañeros y simpatizantes de su partido, su voz se quiebra y se llena de pesadez.
La Unión Patriótica se fundó en 1984 como un intento de abrir un ala política a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) que, con el tiempo, diera pie a su desmovilización definitiva. No obstante, desde su nacimiento fue visto de forma sombría por ciertos sectores de la población y sus militantes fueron víctimas de una especie de purga que, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), dejó 4.153 personas asesinadas.
Figuras como José Antequera, Teófilo Forero y Manuel Cepeda fueron asesinadas, así como el candidato presidencial Jaime Pardo Leal. Aún con ese antecedente, Bernardo Jaramillo Ossa decidió postularse a las elecciones presidenciales de 1990, quizá una de las más impactadas por la violencia en la historia de Colombia.
Aída Avella lo recuerda como “un hombre joven, muy carismático; hubiera podido disfrutarse fácilmente la presidencia de la República. Un abogado, extraordinario parlamentario, tal vez de los mejores senadores del país”. En efecto, Jaramillo Ossa ganó su título de abogado de la Universidad de Caldas a los 26 años, se hizo senador a los 30 y apenas tenía 34 cuando fue atacado en el Puente Aéreo de Bogotá, el 22 de marzo de 1990.
Bernardo Jaramillo aprovechó al máximo sus años de juventud y vida universitaria. Desde la secundaria estuvo interesado en mejorar las vidas de los menos afortunados a través de la lucha social. Fue militante de las Juventudes Comunistas de Colombia y líder sindical del sector bananero.
Fue miembro fundador de la Unión Patriótica y se hizo elegir representante a la Cámara y senador. Jaime Pardo Leal, presidente del partido, fue asesinado en 1987 luego de que el carro en el que viajaba con su familia fuera baleado. Bernardo Jaramillo asumió la dirección de la UP.
Tras la muerte de Luis Carlos Galán en agosto de 1989, el senador Jaramillo había tomado la decisión de convertirse en una alternativa para los progresistas en la elección presidencial siguiente. Tuvo gran acogida en las comunidades y estaba cerca de tender puentes con otros aspirantes, como el recién desmovilizado Carlos Pizarro Leongómez, del M-19, quien fuera asesinado apenas un mes después.
Como a todo político progresista de la época, a Jaramillo comenzaron a amenazarlo de muerte. La respuesta del Estado a esas amenazas era asignar un equipo de escoltas del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Para Aída, era peor la cura que la enfermedad: según ella, ese fue el común denominador de los asesinatos de los candidatos de esa época.
“Nosotros, de la Unión Patriótica, sentimos en carne propia ese asesinato porque eran los mismos que estaban asesinando a los de la Unión Patriótica en compañía de los mismos que estaban haciéndolo con los militantes y los candidatos de la Unión Patriótica. Ya después, en el transcurso de los hechos, se ve que los mismos escoltas de del doctor Galán ayudaron y los mismos escoltas de Bernardo ayudaron a su muerte; y si nos remontamos después a Carlos Pizarro, algunos de los mismos escoltas que estaban escoltando a Bernardo pasaron a ser escoltas de de Carlos Pizarro”, dijo la senadora.
Ese 22 de marzo, Bernardo Jaramillo se dirigió al Puente Aéreo con sus escoltas para viajar a Santa Marta, donde se dedicaría a descansar unos días y a preparar los pormenores de su campaña. “Esto no era entendido, porque si hay sitios que realmente estén protegidos de alguna manera son los aeropuertos y el Puente Aéreo”, dice Aída, recordando también que José Antequera fue baleado en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá en 1989 en presencia de Ernesto Samper, quien resultó herido.
“Cuando uno ve el video que se tiene sobre la muerte de Bernardo, uno ve que los escoltas del DAS abren campo para que entre el muchacho y dispare”, recuerda la senadora. El muchacho al que se refiere es Andrés Arturo Gutiérrez Maya, un sicario nacido el 19 de junio de 1971. Tenia 15 años el día de la muerte de Jaramillo.
Según el diario El Tiempo en 1992, Gutiérrez era el tercer hijo de una familia empobrecida y abandonó sus estudios en un colegio militar de Medellín porque su padre perdió su trabajo y había que ayudar en la casa. En las mañanas vendía frutas y en las noches cuidaba carros. También pasó por una fábrica de tizas para billar y otra de pinceles.
Luego llegaron las malas compañías. Gutiérrez Maya empezó a desaparecerse con un señor llamado Fernando. Al parecer, esta persona le prometió ayuda y dinero si cometía este homicidio. No hay nombres grandes cuando hay hambre; aceptó. Le enseñaron a usar la ametralladora y le prometieron que le ayudarían a salir ileso del Puente Aéreo.
Doce escoltas que no reaccionaron y cuatro disparos de Gutiérrez acabaron con Bernardo Jaramillo Ossa. No se cumplió la promesa: según Aída, salió herido en el acto y fue ultimado después. “Lo matan muy rápido, porque como era menor le dieron a su padre la posibilidad de que él saliera unos días. En una de esas salidas lo asesinan”.
Debía estar bajo custodia de alguien, pero nadie tiene muy claro de quién: el juez de menores y los curas capuchinos se lavaron las manos luego de que él y su padre aparecieran muertos en el baúl de un carro. Tampoco hay claridad sobre quiénes mandaron a ejecutar a Bernardo Jaramillo, porque ni Pablo Escobar ni los Castaño se lo atribuyeron.
Aída justificó con esta muerte el hecho de que dejaran de recibir escoltas del DAS. “Todo estaba hecho de tal forma que los agentes del Estado que participaban en esto fueron prácticamente mimetizados”, recuerda. Seis años después, ella misma fue víctima de un atentado con una bazuca en la autopista norte con calle 141 de Bogotá. Su largo exilio a Suiza le permite hoy contar la historia de quienes ya no la acompañan.
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