Martes 29 en la mañana. No hay duda de que era el evento más importante del día y todos querían participar. Una larga fila de estudiantes se formó frente al edificio G de la Universidad Externado de Colombia para hacerse con uno de los puestos que les permitieran ver y escuchar de primera mano el debate presidencial.
Con computadores en mano, un grupo de personas verificaban la identidad de los estudiantes y entregaban las fichas a los asistentes en orden de llegada, para asegurarse de que todos los que entraran tuvieran un asiento.
Son odiosas las comparaciones, pero es una organización ejemplar: en mis años de estudiante de universidad pública, un evento con invitados generalmente sale mal porque se permite el ingreso a los auditorios más allá del aforo, con gente sentada en los pasillos y las escaleras. Más adelante se notarían más diferencias.
Naturalmente, los 850 asientos del auditorio principal no dieron abasto. Algunos miembros de la comunidad universitaria se quedaron sentados en las plazoletas de la universidad, donde fueron instaladas unas bocinas para escuchar lo que pasaba adentro. También hubo transmisión a través de Zoom para quienes estaban lejos de la universidad.
Eso sí, no todo lo que pasa en los debates es captado por los micrófonos del circuito cerrado o las cámaras. Por ejemplo, la conexión que pueden establecer los políticos con el público o el repudio que despiertan algunas de sus declaraciones.
Los dos recurrentes
A este debate fueron invitados los ocho candidatos que aparecerán en el tarjetón del 29 de mayo. Dos de ellos han sido caras recurrentes en este tipo de espacios: la candidata Íngrid Betancourt, del partido Verde Oxígeno, y el candidato del Pacto Histórico, Gustavo Petro.
El candidato Petro, egresado de esa universidad privada, ya contaba con muchos simpatizantes dentro y fuera del auditorio. De hecho, quienes llegaban a la entrada de la universidad se encontraban con banderas y un gran pendón que decía “Externadistas con Petro”, cuyos dueños lo esperaban devotamente a la salida del auditorio.
Cada propuesta y cada gesto suyo eran recibidos con vitoreos de los jóvenes que entraron al recinto; además, consiguió hacer buen uso de los tiempos que le concedían. Eso no fue una sorpresa.
Las sorpresas llegaron de los otros candidatos, comenzando por Íngrid Betancourt. Contrario a lo que ha sucedido en los debates anteriores, en los que ha sido fuertemente criticada por sus constantes salidas en falso, los estudiantes del Externado parecían recibir bien lo que ella tenía para decir.
Hubo varios momentos en los que Betancourt consiguió conmover genuinamente a la audiencia. Uno de ellos fue durante las réplicas acerca del Icetex. Ella no pudo evitar hablar de su padre, el exministro de Educación Gabriel Betancourt Mejía, fundador de la entidad. No obstante, cuando iba a hablar del propósito de la entidad, se acabó su tiempo.
Los organizadores del debate tenían un mecanismo estricto pero efectivo para controlar los tiempos de los candidatos: mostraban el temporizador en pantalla y tenían un sistema de semáforo con reflectores de colores en el piso del escenario. Si el candidato se pasaba del tiempo, desde el máster cerraban su micrófono y debía ceder la palabra. El público aplaudía para confirmar que se había acabado el turno.
Con pequeños gestos a la audiencia y a Darío Fernando Patiño, presentador del debate, Íngrid conseguía prórrogas adicionales. Además, el público guardaba silencio al escucharla y le aplaudía con cariño. A la salida, algunos estudiantes comentaban que “por sus propuestas votaría por ella, si tuviera oportunidad”.
Los que nunca invitan
Cuando a los candidatos les dieron la oportunidad de destacar algo de un candidato competidor, Íngrid Betancourt destacó la actitud que mostró Enrique Gómez Martínez, el candidato del Movimiento de Salvación Nacional, ante la negativa de medios como El Tiempo o El Colombiano de invitarlo a los debates. Incluso recordó que en Medellín, luego de llegar hasta el estudio y no haber sido recibido, hizo su propio “debate” a través de redes sociales.
A diferencia de lo ocurrido en los otros debates, el heredero de las banderas del conservador Álvaro Gómez Hurtado sí fue invitado a este espacio. Puesto que la dinámica del evento forzaba a los candidatos a hablar de propuestas y perspectivas, los estudiantes pudieron escuchar los puntos de vista de Gómez Martínez. Por ejemplo, sorprendió a los asistentes que estuviera de acuerdo con el fin de la guerra contra las drogas.
No cayeron tan bien las respuestas que Gómez Martínez dio sobre la posibilidad de subsidiar la educación o reformar los terrenos del campo, algo en lo que los otros candidatos tenían mayor apertura. Tampoco se mostró conforme con las propuestas de Betancourt sobre discriminación positiva hacia las mujeres.
Ante ese tipo de respuestas, algunos estudiantes hacían gestos de reprobación con sus manos o gritaban “¡facho!” desde sus asientos, pero eran rápidamente silenciados por el resto de los espectadores y hasta por docentes, que se ponían de pie para regañar al aire: a todos y a nadie en particular.
Otro candidato frecuentemente obviado en otros debates es el pastor John Milton Rodríguez, del movimiento Colombia Justa Libres. Acostumbrado a tratar con público, se notaba que disfrutaba el contacto con una audiencia dispuesta a escuchar, aunque no estuviera de acuerdo con él —obviando la rechifla que recibió cuando respondió a una pregunta sobre el aborto con la frase “protegemos las dos vidas”—.
Al cerrar el debate, Rodríguez tuvo algo para decir sobre la experiencia a sus contricantes y a los estudiantes: “por favor, no aceptemos debates donde no nos incluyan a todos; seamos solidarios y permítannos a todos expresarnos”. El candidato fue aplaudido por todo el público en pleno.
Un tercer candidato que tampoco es considerado en los debates es Luis Pérez. Entusiasta, asistió al recinto con lo mejor que encontró en su armario y con la polémica bandera de Colombia con la hoja de cannabis. Algunos espectadores reaccionaron con pena ajena y otros más chiflaron.
La mayoría de los presentes, millennials y centennials, atinaron a guardar en sus celulares una copia del momento más extraño del debate. Quienes no alcanzaron a desbloquear su celular lo suficientemente rápido pidieron al candidato que la volviera a mostrar. En ese tono chabacano se sostuvo la mayor parte de la conversación de Pérez con los presentes.
Los ausentes
En el debate hicieron falta tres candidatos que sí son constantemente invitados a estos espacios, dada su gran intención de voto entre los ciudadanos: Rodolfo Hernández, de la Liga contra la Corrupción, Sergio Fajardo, ganador de la consulta de la Coalición Centro Esperanza, y Federico Gutiérrez, ganador de la consulta del Equipo por Colombia.
Es posible que, además de la excelente organización de la universidad, que hizo una extensa curaduría de más de 600 preguntas en tres ejes temáticos específicos y mantuvo a raya las reglas de la conversación, el debate también conservó cierta altura por el calibre de los ausentes, que en eventos anteriores han mostrado su capacidad para convertir un espacio así en un espectáculo tóxico y poco propositivo.
No obstante, para comprobar esa hipótesis será necesario que otra institución educativa o medio de comunicación consiga hacer un debate de similares características al que los ocho aspirantes asistan.
SEGUIR LEYENDO: