Para su madre, Lilia Sánchez, Rodrigo Lara, siempre se llamó Armando Sánchez. Hubiera preferido que su primogénito nunca tuviera ni el nombre ni el apellido de ese importante político que ella conoció cuando era secretaria del directorio del Partido Liberal en el Huila y el cual siempre se negó a reconocerlo legalmente.
Hasta el día que Rodrigo Lara Bonilla, su padre, murió en una importante avenida de Bogotá, bajo las balas de un grupo de sicarios pagados por Pablo Escobar, Rodrigo Armando Lara Sánchez lo había visto solo un par de veces y siempre rodeados de gente, nunca solos, nunca como padre e hijo; hoy, cuando tiene grandes probabilidades de convertirse en vicepresidente de Colombia y tras una carrera política que alaban hasta sus opositores, siente que, quizás, estaría orgulloso de él.
El 30 de abril de 1984, sicarios asesinaron en Bogotá al entonces ministro de Justicia del gobierno de Belisario Betancur, Rodrigo Lara Bonila, quien se había atrevido a declararle de frente la guerra al narcotráfico y, particularmente a Pablo Escobar. El dirigente se desplazaba en un BMW de color blanco cuando fue interceptado por dos hombres en una motocicleta. Tenía 37 años, muchos menos de los que hoy tiene su hijo. Recibió 14 impactos, disparados por Iván Darío Guisado, un pistolero del cartel de Medellín, dos de sus escoltas resultaro heridos.
El magnicidio desató la más grande persecución contra el crimen organizado que se haya emprendido en el país. Ese día, su hijo mayor tenía 13 años y se enteró de la muerte de su padre por los gritos de una vecina que salió gritando por la calle: “mataron a Rodrigo Lara, mataron a Rodrigo Lara”. Lar Sánchez recuerda que lloró toda la noche por la pérdida de ese padre que había visto poco, que nunca lo llamó por teléfono, que no quiso reconocerlo, pero por el cual sentía un aprecio particular.
No sabe muy bien qué pasó entre sus padres que los llevó a no hablarse nunca más, pero asegura que le hubiera gustado que la vida le hubiera dado más tiempo para conocer a ese hombre del que todo el mundo hablaba maravillas y que se convirtió en un héroe para el país, pero que para él fue un padre ausente al que solo veía por televisión.
“No conocí a mi papá, muy pocas veces lo vi; no lo conocí como padre, como esa persona que está al lado, como he sido yo con mis hijos, no lo tuve, pero no por tengo resentimiento porque tengo una admiración profunda por lo que fue mi papá”, indicó Lara Sánchez en entrevista con la emisora Blu Radio.
En 2000, antes de cumplir 30 años, decidió que tenía derechos y los iba a hacer respetar. Todo el mundo en Neiva, su ciudad natal, aceptaba que era hijo de Lara Bonilla, hasta el punto de que cuando su padre fue nombrado en el gabinete, sus compañeros de colegio comenzaron a llamarlo “ministro”. “Cómo así que yo soy hijo del ministro de Justicia y no tengo justicia, la justicia debe decir que yo debo tener el apellido de mi mamá y el apellido de mi papá”, le dijo en una entrevista al periodista Federico Benítez, del programa Los Informantes.
Le pidió a sus hermanos (con su esposa, Nancy Gutiérrez, Rodrigo Lara Bonilla tuvo otros tres hijos, incluyendo a Rodrigo Lara Restrepo, actual senador de la República) que se hicieran una prueba de ADN; en un principio se negaron, pero, finalmente, ante la posibilidad de que un juez ordenara la exhumación del cadáver del padre de todos, los hermanos Lara Restrepo accedieron y, con sus muestras, más algunas gotas de sangre extraidas de un par de libros que el ministro llevaba el día de su asesinato, la ciencia y la justicia le dieron la razón.
Para ese entonces, Lara Sánchez ya se había convertido en médico cirujano en una universidad pública, lejos de las ventajas sociales y económicas que podría haber tenido por ser el hijo de una figura política de la talla de su padre.
Las tensiones con sus hermanos se hicieron más fuertes cuando Rodrigo Armando decidió convertirse en alcalde de su ciudad natal, la misma de su padre, como parte de una coalición que contaba con el respaldo de Sergio Fajardo, enfrentando, en ese entonces, al aspirante del partido Cambio Radical, liderado por su hermano, Rodrigo Lara Restrepo, quien lo acusó en ese momento de haberse aprovechado del apellido del padre de ambos para hacer política.
Hoy, cuando Rodrigo Lara Sánchez es oficialmente candidato a la Vicepresidencia por el movimiento de centro derecha liderado por Federico Gutiérrez, todo parece haber cambiado. Es ahora el contendor de quien fuera su tutor y su amigo Sergio Fajardo, candidato presidencial del bloque de centro, y parecen haber quedado atrás los enfrentamiento con su hermano, quien solo tuvo elogios para él cuando se anunció su postulación: “El país tendrá la oportunidad de conocer a una gran persona, un profesional virtuoso y a un ser transparente y con muchos méritos”, aseguró Lara Restrepo.
Lara Sánchez asegura que no guarda resentimiento alguno, solo una gran nostalgia por no haber podido compartir con su padre sus grandes logros en la vida: su grado como cirujano, su matrimonio, el nacimiento de sus hijos, su paso por la adminsitración de Neiva, donde fue denominado como el “alcalde más pilo de Colombia” (el más juicioso) y, ahora, su candidatura a la Vicepresidencia, que seguramente habrían enorgullecido al ministro al que nunca pudo decirle padre.
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