CRÓNICA DE UN CONCIERTO ATÍPICO
Desde el 2020, la banda norteamericana estaba intentando concretar su presencia en nuestro país. La pandemia se los impidió en dos ocasiones y el viernes pasado, finalmente, tocaron ante el público expectante que los esperaba con ansias. Y no lo hicieron una, sino dos veces. La primera fue en el concierto del jueves, que tuvo lugar en el Royal Center, en Bogotá, y marcó el inicio oficial de la edición 2022 del Festival Estéreo Picnic. La segunda vez fue ayer, en horas de la noche, en el escenario Adidas del Campo de Golf Briceño 18, en donde se lleva a cabo en estos momentos el festival, que culmina mañana, con la presentación de The Strokes.
El primer concierto dejó una serie de buenas sensaciones en el público. Al día siguiente, muchas personas hablaron al respecto en sus redes y subieron fotografías y videos del evento. Decían que la energía de Eric Burton era arrolladora y su carisma no tenía límites. Reseñaron la forma en que el artista y la banda los acogieron con su música y les permitieron vivir un momento de magia y regocijo. Los Pumas dejaron maravillados a todos y esas expectativas cumplidas por parte del público rápidamente llegaron a oídos de quienes verían a la banda en ‘Un mundo distinto’.
Ese fue mi caso. Yo había comprado entradas individuales para ver a los Strokes en la edición 2020 del festival, pero al igual que todos, no pude hacerlo y tuve que esperar. El 2021 parecía ser el momento, pero por segunda vez se aplazó. Finalmente, en 2022 se anunció el regreso del festival y la forma como quienes ya teníamos nuestras boletas podríamos redimirlas, bien fuera por el mismo día que habíamos adquirido inicialmente, o por algún otro que llamara más nuestra atención.
Mis entradas eran para el día viernes, pero ante el cambio del cartel, la programación del día cambió. A los Strokes los pasaron para el domingo, y en el viernes ubicaron como banda principal a los Foo Fighters. No me molestó el cambio en lo absoluto. La banda de Dave Grohl es, probablemente, una de las tantas que cualquier rockero quisiera ver en su vida. Además, ese día se presentaban otros artistas a quienes estaba deseando ver desde hacía tiempo, y otros que me causaban mucha curiosidad. Ahí es donde entraron los Black Pumas. Sin pensarlo mucho, redimí las entradas para el mismo día.
Finalmente, el momento llegó en la noche de ayer. Salí de mi casa a la hora que pude, luego del trabajo, y me dirigí al sitio más cercano del que partían los buses con destino a Briceño. Mi novia y yo nos encontramos con una fila tremendamente larga al llegar. Pensamos que nos tardaríamos mucho tiempo en abordar, pero no fue así. La organización era demasiado efectiva. Lo tardado vino después, ya adentro del bus. Cerca de hora y media, y puede que un poco más, tardamos en llegar al sitio del evento. El tráfico de la ciudad estaba a reventar. Recuerdo haber estado viendo el mismo bus vecino durante aproximadamente 40 minutos. A las 7:40, casi, llegamos a destino.
Dos años esperando por esa emoción que se siente en el cuerpo cuando uno va a ir a un concierto, dos años sin pisar ese campo que, al verlo, parecía lo más impresionante del mundo. Yo no lo había visto bien de noche. La experiencia es distinta, no menos fuerte que cuando uno llega de día. Era algo más. Ya en el sitio, después de haber superado los puestos de control, corrimos a buscar algo de comer. La oferta gastronómica, tan variada, no nos permitía decidir con rapidez. Luego de varios minutos, terminamos eligiendo pizza y sushi. Comida rápida para aprovechar el tiempo. Una vez terminamos, a los baños y a buscar lugar en el escenario respectivo.
IDLES se presentaba antes que los Pumas. Por todo el festival retumbaban sus sonidos. Faltando 10 minutos para las 9:45, estábamos ya ubicados, a la espera de la banda de Austin. Es normal que un artista se retrase cinco o diez minutos. Era normal pensarlo con los Pumas, considerando que habían tenido un concierto el día anterior. Se llegaron las 10 y aún no aparecían. Las personas empezaban a preguntarse qué habría pasado. Algunos bromeaban con que la banda había cancelado desde el día viernes y los organizadores del evento no habían comunicado nada con el objetivo de que no les sucediera algo parecido a la catástrofe del Jamming.
Ante la poca señal que hay en el sitio, es difícil conectarse a internet para cotejar cualquier cosa. Muchos empezamos a mirar nuestro teléfonos para verificar que el horario de la presentación de la banda fuera el correcto, y verificar el escenario. Ya eran las 10:10 y nada. Entonces, comenzó a circular el rumor. La gente comentaba que en el escenario principal, los Foo Fighters no se presentarían y eso había retrasado la agenda del día. Decían que los reprogamarían para el domingo. Miradas de extrañeza y susurros. Luego, los rumores fueron cambiando y cada vez se acercaban más a la verdad de por qué la banda no había salido a tiempo.
“El baterista de los Foo se murió”, dijo un chico, cerca de nosotros. En cuanto el comentario comenzó a circular, los ánimos empezaron a cambiar. Muchos comentaban que era cierto, que sí, que un amigo les había dicho, que habían escuchado de alguien. Un aviso apareció rápidamente en la pantalla y se alcanzó a leer “Con el corazón roto...”, luego desapareció. Comenzamos a prepararnos para cuando se hiciera oficial, pero manteníamos la esperanza de que no fuera cierto. Entonces, cerca de las 10:40, con las luces bajas en el escenario, aparecieron los Black Pumas. No salieron como suele salir una banda, con juego de luces y música de fondo. Ahí fue cuando confirmamos que la noticia era cierta.
Eric Burton nos dijo que el rumor era una verdad. Taylor Hawkins había muerto y los Foo Fighters no se presentarían en el festival. Todos nos quedamos quietos, impactados ante la noticia. Lo devastador no era que la banda no llegara a tocar, sino que una persona había fallecido. Burton se dirigió al público y pidió un minuto de silencio. El mismo se repitió en el escenario principal, donde varios fans esperaban por la banda de Grohl y Hawkins. Burton y Adrian Quesada, que se encargaron de controlar los ánimos de la gente, pidieron al público que una vez hecho el minuto de silencio, hicieramos el mayor ruido posible con los Black Pumas, en honor a los Foo Fighters y Taylor Hawkins.
Lo que vino después fue un concierto lleno de emociones. Había un sabor agridulce en el ambiente. La gente vibraba con los sonidos de los Pumas, pero muchos no logramos conectar al 100%. Nos sentíamos felices, extasiados, pero también acongojados, sorprendidos. Lo cierto es que Burton y la banda lo dieron todo. Hicieron de un momento difícil un rato agradable. En verdad, su energía era contagiosa. Las canciones se presentaban una tras otra y en cada una la emoción variaba.
Los coros de la banda sorprendieron en más de una ocasión, el bajo y la batería dominaban las pulsaciones en los corazones de quienes estábamos entre el público. Burton hablaba decía palabras en español, bailaba, saltaba, y hasta se atrevió a bajar del escenario para andar por el corredor junto a la gente. El momento fue épico. Cuando cantaron OCT 33, en lo personal, sentí un hormigueo en el pecho. Esa canción es demasiado perfecta, si me permiten la exageración. Es la letra, es la melodía, es la cadencia en la voz de Burton y el sonido del bajo que se lleva toda la atención. Para ese momento, la emoción por los cielos, ya había transcurrido cerca de una hora y diez minutos. Después de tenernos a todos aplaudiendo y cantando, llegó la canción esperada.
Todo estalló con Colors. Si la canción suena bien en la radio, en vivo es de lo más formidable. Es demasiado sexy, no se puede decir de otra manera. La canción prácticamente cerraba la presentación y así nos lo hicieron saber los músicos. Se retiraron del escenario, pero las luces seguían encendidas. Burton salió tras unos segundos, tomó su guitarra y cantó Fast Car. Qué momento súblime. El cantante solo en el escenario, un foco iluminándolo y la noche ante él. Se retiró nuevamente tras terminar y luego de refrescarse, regresó con la banda completa. Canción de cierre, vibraciones por las alturas, y momento final.
La banda se retiró en medio de aplausos y ninguno de los que estábamos se atrevió a moverse. Uno siempre espera que algo más suceda. Así fue. Pantalla en negro, y Hero de los Foo Fighters de fondo. Unas letras en color blanco aparecieron en la pantalla: “Taylor Hawkins por siempre”. Velas blancas encendidas en todo el frente del escenario y la gente cantando el tema de los Foo con toda la energía restante. Al final, la velada fue de júbilo. Emociones encontradas, sí, pero también la satisfacción de haber asistido a uno de los que, seguramente, ha sido uno de los mejores espectáculos de una banda norteamericana en suelo colombiano.
Qué grandes los Black Pumas, y qué grande y desafiante el momento en que decidieron juntar sus voces con las nuestras y romper el cielo.
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