Ante las denuncias recientes por abuso sexual en colegios de Bogotá que han devenido en manifestaciones y disturbios, algunos padres de familia temen que sus hijos estén enfrentando situaciones parecidas en sus instituciones educativas y no sepan cómo hablar del tema. Entonces, ¿cómo saber si sus hijos son víctimas de esta conducta?
Para conocer algunas señales de alarma en los niños y ofrecer recomendaciones pertinentes a los padres de familia y acudientes, Infobae Colombia consultó a Fabián Rodríguez, profesional en psicología de la Universidad Nacional de Colombia con experiencia en el área forense y especialización en Psicología Jurídica y Criminologica de la Universidad Católica de Colombia.
Para hablar con confianza
Para facilitar la identificación de un abuso sexual en niños de edad escolar, el psicólogo recomienda que no se maneje la sexualidad como un tabú en el hogar. Deben usarse los nombres correctos de las partes privadas, así como enseñarles que tienen derecho a decidir sobre su cuerpo: por ejemplo, quién lo toca y quién lo asea —” ya desde los tres años no suelen necesitar ayuda para encargarse de la limpieza de sus genitales”—.
También es clave que a los niños se les permita rechazar cualquier interacción que los haga sentir incómodos, como una caricia. “Si no les gusta van a hacer algo y van a entender que no es no, y cuando alguien transgrede ese no tienen que contar”, recomienda el psicólogo. Además, se les debe explicar que no todos los secretos merecen o necesitan ser guardados.
Preguntas “generales” en casa
En primer lugar, es posible que los niños comiencen a hacer preguntas sobre abuso sexual en casa, debido a la alta difusión que hacen los medios de comunicación sobre estos casos indignantes. Esa puede ser la primera señal, ya que en edad escolar aún no está bien desarrollada la empatía ni se tiene claro el concepto de abuso.
“Si ellos no están familiarizados con el tema no van a entender completamente de qué se está hablando. Usualmente ellos hasta antes de los 14 años no tienen una visión muy crítica para entender lo que está viviendo otra persona”, asegura Rodríguez.
Entonces, el psicólogo sugiere revisar por qué el tema está resonando en un menor —eso sí, sin caer en estigmatizaciones, ya que la curiosidad es sana y normal en cualquier edad—. “Ahí hay que entrar a hacer algo, entrar a investigar qué puede estar sucediendo, porque el conocimiento de esos temas no es propio de esa edad”.
“Entonces, si llegan de pronto a tener alguna curiosidad por el tema hay que mirar si es mero instinto curioso o si está pasando algo más”.
Fuera de lo normal
Rodríguez explica que es común que a los niños se les presente la conducta sexual como un juego o un secreto, de modo que seguirán las reglas y no identificarán que están siendo víctimas de una agresión. Por supuesto, no saberlo no los salva de las consecuencias físicas y psicológicas del abuso.
La irritabilidad repentina en un niño normalmente apacible es una bandera roja. “Suele haber llanto como de la nada y pueden no querer que los toquen ni que los miren ni que hagan absolutamente nada con ellos, porque les está incomodando”, dice el psicólogo. También debe llamar la atención la apatía hacia actividades cotidianas que antes disfrutaban o asumían con naturalidad, como una disminución en el rendimiento académico y en el apetito.
Sexualización
Incluso si reciben cierta educación sexual temprana, los niños y niñas no se conectan estrechamente con su sexualidad y genitalidad sino hasta la pubertad. Entonces, los comportamientos sexualizados de un pequeño deben llamar la atención de sus cuidadores.
Para el psicólogo, algunos ejemplos de sexualización incluyen “hacer dibujos donde se pueda ver claramente algún órgano sexual, por ejemplo, de tipo fálico, o que tengan comportamientos como desnudarse de la nada, de un momento a otro, o que se toquen mucho y con mucha insistencia sus partes íntimas”.
Los adultos también deberán estar alerta ante reacciones físicas del abuso, como molestias o infecciones urinarias, vaginales o anales que no aparecerían si hay buenas condiciones de higiene.
Qué hacer si hay una sospecha sólida de abuso sexual
Aunque es mejor que el tema de la sexualidad se hable en casa en el marco de la naturalidad y el respeto, es importante que no se atribuya cualquier cambio en la personalidad del niño o niña a una situación de abuso. Después de todo, algunas conductas están relacionadas, pero no son exclusivas, del abuso.
“En muchas ocasiones, el hablar del abuso con un niño puede incluso generarle un abuso, así no haya sucedido. Entonces, hay que ver qué cosas en su entorno pueden hacer los cambios de conducta en el niño”.
Como se mencionó antes, las preguntas sobre el tema, la irritabilidad, la sexualización temprana y algunas molestias físicas suelen venir juntas cuando se dan casos de abuso. Por supuesto, debe ser escuchado atentamente lo que el niño tenga para decir al respecto.
Si hay una sospecha sólida de abuso sexual, Rodríguez recomienda dirigirse a un Centro de Atención Integral a Victimas de Abuso Sexual (Caivas) de la Fiscalía General de la Nación. También se puede hacer el reporte en una comisaría de familia. El psicólogo señala que se debe evitar la revictimización del niño, que puede darse si se le pide contar su historia repetidamente.
Una vez la autoridad confirma el abuso, inicia un proceso de restitución de derechos. Cuando existen estos abusos, el ICBF suele remitir a los niños al servicio de psicología para evitar las secuelas a largo plazo de un abuso: “problemas emocionales, como depresión o ansiedad, dificultad al relacionarse con otros y hacer amistades; puede ser una persona muy retraída socialmente, estar aislado de todas las personas y puede tener dificultades para adaptarse a un entorno”.
En la adultez, también pueden desarrollar conductas de riesgo como abuso de sustancias, comportamiento sexual irresponsable, trastornos alimentarios y riesgo de suicidio. “Entonces, lo ideal es llevar al niño o niña desde lo más temprano a psicología para evitar todo eso”.
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