Nacido en la región de Biohó, en las islas Bijagós de la Guinea Portuguesa, actual Guinea Bissau, en el occidente africano, Benkos era el miembro de una etnia bijago que fue esclavizado y renombrado como Domingo. De África fue capturado por traficantes portugueses y enviado al Nuevo Mundo. Su nombre evoca a una aldea al oriente del río Senegal, un vasallaje del pueblo masái. Capturado junto a su esposa, Wiwa, y sus hijos Sando y Orika, terminó arribando a Cartagena de Indias en donde, junto a su familia, fue vendido a Juan de Palacio. Más tarde, en 1596, pasarían a manos de Alonso de Campos, capitán que operaba al servicio del gobernador.
Benkos Biohó fue uno de los miles de negros que fueron esclavizados en África y enviados a América, convertidos en mercancía humana en lo que ha sido la práctica más triste de la humanidad: la esclavitud. Por aquel entonces existía en el nuevo reino una prohibición que impedía la esclavitud de indígenas, razón por la cual se terminó acudiendo a comerciantes portugueses y mediterráneos en busca de manos esclavas. En 1580 dicha práctica se incrementó y, tras la anexión de Portugal a la corona española, Cartagena de Indias se convirtió en el principal puerto esclavista del mundo. Un número aproximado de 2000 esclavos africanos llegaban anualmente, durante el siglo XVII, a las costas que corresponden hoy al caribe colombiano.
En una de sus crónicas, fray Pedro Simón narra que en el año de 1599 inician los primeros alzamientos de los negros cimarrones. Se trataba de la rebelión encabezada por Domingo (Benkos) Biohó, que había logrado huir con su familia y reunirse con otros esclavos. Es descrito por el cronista como brioso, valiente y atrevido. De su mano, cerca de 30 esclavos se aventuraron en dirección al arcabuco y la ciénaga de Matuna, al sur de la villa de Tolú. Juan Gómez fue el encargado de ir a capturarlo, o a cazarlo, y llevó consigo a una cuadrilla de 20 hombres armados. El intento por someter a los fugitivos fracasó, pues los cimarrones se impusieron, asesinando al líder de la expedición. Victoriosos, los hombres guiados por Biohó, siguieron su camino hacia los montes de María y en el mejor terreno que encontraron para asentarse acomodaron lo que después se llamó como el Palenque de San Basilio.
Ante la noticia del fracaso de la expedición de Gómez, el gobernador don Jerónimo de Zuazo y Casasola decide enviar a otro grupo de hombres. Esta vez, los elegidos son españoles y esclavos sumisos. El capitán Diego Hernández Calvo, auxiliado por Francisco de Campos, fue el encargado de dirigir a este segundo grupo que, al igual que el primero, serían derrotados por los cimarrones. En esta ocasión, no ejecutarían al líder sino que lo tomarían como prisionero.
Los hombres liderados por Biohó emprendieron campañas de liberación en Cartagena, Tolú, Mompós y Tenerife, aunque muchas veces no hicieron más que asaltar plantaciones y rebaños para poder alimentarse. Con el correr del tiempo, la noticia de este grupo de negros que se oponían a la esclavitud por parte de la corona se hizo más conocida y así fueron aumentando los negros que fueron a parar a Palenque, en busca de un horizonte distinto.
Las disputas entre cimarrones y españoles finalizaron hacia el año de 1613, cuando los hombres de Palenque consiguieron el reconocimiento de su autonomía y licencia para entrar libremente a la ciudad de Cartagena de Indias. El trato era que si ellos no atacaban, entonces eran libres de toda persecución. Así fue durante un tiempo, Benkos hasta alcanzó a visitar la ciudad vistiendo capa y espada, apodado como “el rey de La Matuna”. Pero no todo fue color de rosa. En 1619, tras un altercado con la guardia del puerto, Benkos Biohó es apresado y dos años después condenado a la horca.
El 16 de marzo de 1621, Benkos es ahorcado bajo los cargos de desacato y de seguir con el levantamiento de esclavos. Murió víctima de un poder jerárquico y violento, como lo afirma Felipe Arias Escobar, en una artículo publicado para Señal Memoria, y continúa: “(...) su lucha, al ser la misma de todo un pueblo, siguió dándose durante los siguientes siglos: en el siglo XVII había nuevos palenques en los Montes de María, el bajo Cauca y el bajo Magdalena; para el XVIII, los pueblos cimarrones estaban aguas arriba de ambos ríos, en el Chocó y las cumbres de las cordilleras, mientras negros libres, mestizos y blancos pobres expandían juntos la frontera agrícola por todo el país. Aún en el siglo XIX, bajo la frustración de una Independencia que no acabó con la esclavitud, las rebeliones continuaron en Valledupar, Barranquilla o San Andrés, hasta cuando la compraventa de seres humanos por fin fue abolida en 1851″.
La escritora colombiana, representante de lo afro en nuestra literatura contemporánea, Adelaida Fernández Ochoa, autora de libros como “Afuera crece un mundo” y “Toques de son colorá”, a propósito de la efeméride, señala: “El estado colombiano debería construir una estatua digna para Benkos Biohó, en bronce, que reconozca la memoria de este héroe de la lucha cimarrona y mártir de la libertad y la humanidad” . Y recalca la importancia que el personaje ha tenido no solo para la memoria histórica afrocolombiana sino para su literatura, nuestra literatura: “Manuel Zapata Olivella lo utiliza como personaje en Changó, el gran putas y Roberto Burgos Cantor lo trae de regreso en La ceiba de la memoria”.
La Unesco reconoció en 2008 al pueblo palenquero y sus tradiciones como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. No queda duda alguna de que aunque pasen los años, esta historia seguirá vigente. Son 400 años y seguirán siendo más. Benkos Biohó vive hoy, más que siempre.
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