Las secuelas de la violencia ocurrida en la toma y retoma del Palacio de Justicia no terminan de afectar a las familias de las personas que fueron asesinadas y desaparecidas. Aunque desde el principio, uno de los cuerpos fue atribuido a María Teresa Barrios Rodríguez, solo 36 años después del holocausto, este fin de semana, su familia pudo dar por terminada la incertidumbre de la identidad de los restos enterrados y despedir oficialmente a su familiar.
‘Teresita’, como le decían sus allegados, trabajaba como auxiliar en el Consejo de Estado, en el despacho de la Dra. Dolly Pedraza, donde se encontraba el 6 de noviembre de 1985, cuando un grupo de guerrilleros del M-19 se tomó las instalaciones del Palacio de Justicia.
Había llegado allí después de una carrera académica en la Universidad el Rosario y una buena lista de especializaciones. También había trabajado en el Ministerio de Hacienda, donde tuvo un paso exitoso y reconocido, antes de llegar a la oficina de quien luego sería la presidenta del Consejo de Estado.
En la mañana de ese 6 de noviembre, su trabajo fue interrumpido cuando escuchó las ráfagas de disparos que marcaron el inicio de la toma guerrillera del edificio del Palacio de Justicia. Poco se sabe lo que ocurrió las horas posteriores hasta el 8 de noviembre cuando el edificio ya estaba en cenizas por la violenta operación de retoma.
Miguel Eduardo Barrios, el hermano de ‘Teresita’, contó este domingo que ese día llegó a la Plaza de Bolívar, pero nadie le daba información de su hermana. Se ganó la confianza de una persona que lo ayudó a entrar a las ruinas, alcanzó la oficina donde trabajaba y allí la encontró.
La escena, en medio del caos, fue desoladora. Habían dos cuerpos, aparentemente el de un hombre que pertenecía a un guerrillero y el de una mujer, que identificó como su hermana, de la que solo estaba una parte del dorso y su cráneo.
Según la Comisión de Verdad conformada para el Palacio de Justicia. María Teresa Barrios fue uno de los pocos cuerpos de los que hay acta de levantamiento medianamente precisa. Ella fue encontrada en el segundo piso del edificio, donde solo estaban otros dos cuerpos, un NN de una mujer y el de Álvaro González Álzate, otro auxiliar del Consejo de Estado. Los tres estaban calcinados por el incendio que consumió la edificación.
Sin embargo, como es conocido y lo estableció la investigación de ese informe de reconstrucción, los hechos que rodearon posteriormente el Palacio generaron dudas que no ha sido posible aclarar. Muchos de los 94 cuerpos hallados en la edificación fueron manipulados sin protocolos, algunas escenas alteradas, incluso hubo personas que salieron vivas del edificio y luego fueron halladas muertas al interior.
Los restos de ‘Teresita’, por su identificación, se entregaron a la familia y fue enterrada en Jardines de Paz, en el norte de Bogotá, junto a su hermano Joaquín. “Aunque la familia creía que había podido despedir a Teresita, no había certeza de que el cuerpo inhumado fuera precisamente el de la auxiliar judicial”, señaló la Fiscalía.
Debido a la manipulación de los cuerpos durante los momentos posteriores a la toma, se han presentado casos de cuerpos que no corresponden a la persona que inicialmente se atribuyeron, como sucedió en el caso de Libardo Durán, escolta del entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, de quien los familiares recibieron restos que no correspondían a él, sino a Noralba García y Alfonso Jacquin, mientras el suyo había sido enterrado en una fosa común del Cementerio del Sur de Bogotá.
“En ese momento aceptamos la tragedia, pero siempre nos quedó la mortificación por la muerte de un ser querido”, lamentó Miguel.
Para dar claridad a la familia, la Fiscalía 93 - Grube asumió el caso y realizó la exhumación de los restos enterrados en Jardines de Paz de ‘Teresita’. Luego, el Instituto de Medicina Legal realizó el cotejo genético con el banco de datos del Palacio de Justicia, procedimiento que dio positivo.
Aún así, se decidió hacer un estudio más detallado para la identificación plena de los restos que entregó como resultado que en efecto el cuerpo inhumado hace 36 años correspondía al de María Teresa Barrios Rodríguez, quien para el momento de su muerte tenía 46 años.
Así, finalmente, la Fiscalía realizó la entrega digna de los restos a los familiares quienes pudieron dar este fin de semana la despedida a su familiar, en una ceremonia repetida, ahora con la certeza de un duelo asumido en la incertidumbre.
“Han pasado 36 años en la cual nosotros tuvimos la suerte de que se pudieron identificar a tiempo los restos de Teresita, así como hay muchos que no han podido todavía. Le doy gracias a la Fiscalía y al cuerpo científico que supieron comprobar que sí era el cuerpo de ella”, sostuvo Eduardo Barrios durante el sepelio.
La familia Barrios ha recibido los apoyos de las instituciones, pero en el fondo queda el dolor. “Nosotros aceptamos la tragedia y pusimos la demanda al Estado, que es injusto porque ha debido ser a otras personas, y se legalizó la indemnización. Pero en el alma queda siempre la mortificación del ser querido”, puntualizó.
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