“El erotismo es lento y el sexo es rápido…” dijo en alguna oportunidad para una entrevista el artista Luis Caballero. Sus palabras siguen tan vigentes al ver cada una de las obras que componen la colección que su hermana Beatriz conserva, que al observarse durante largos minutos al frente se hace una experiencia en donde el tiempo parece detenerse.
Pese a ello, cada una de la pinturas es movimiento puro. Las líneas en donde se detalla el cuerpo humano para registrar momentos en donde lo erótico hipnotiza, recuerdan a la de cualquier artista renacentista como Miguel Ángel o Caravagio.
Su estilo, que pasó por técnicas como el óleo, carboncillo, tinta y aguafuerte, no solo da cuenta de escenas eróticas en las que la participación de las mujeres está presente, sino que conforme al tiempo también evoluciona. Así, posteriormente la presencia femenina se vio remplazada en su totalidad por hombres de belleza absoluta. Este giro no solo significó el cambio de un hombre que pasa de ser heterosexual a ser homosexual, sino que abrió nuevas puertas a la concepción del arte en el país.
En palabras del crítico de arte Eduardo Serrano, en declaraciones para el portal de noticias de la Universidad de los Andes esto permitió que “en un país religioso, violento, fanático y por ende homofóbico, él lograra que una mujer de alta sociedad colgara en la pared de la sala una pintura con hombres desnudos haciendo el amor”.
Vida personal e incidencia
Luis Caballero tenía ADN de artista. Su padre fue el escritor Eduardo Caballero Calderón. Su madre fue la periodista Isabel Holguin Dávila. Sus hermanos Antonio y Beatriz, él escritor y ella guionista, libretista y escritora, incidieron en su crianza y forma de percibir el mundo. Pese a todo, en algún momento Luis Caballero dijo: “Yo no sé si soy artista. Soy pintor. Y para mí, ser pintor es tratar de dar una forma visual a mis emociones y a mis sentimientos”.
De sensibilidad fina y timidez profunda, Caballero comenzó su acercamiento al arte a través de su abuela, Margarita Holguín y Caro, una mujer ciega que era capaz de pintar. De hecho, cuenta su hermana, que en aquel entonces él le ayudaba a mezclar los colores y que incluso, a sus 15 años la acompañó a restaurar las imágenes de la capilla de Santa María de los Ángeles, en Bogotá.
Haciendo trazos encima de servilletas, con el tiempo se fue dando cuenta de sus dotes para el arte, y años después no solo iniciaría sus estudios en Bellas Artes en la Universidad de Los Andes, sino que también daría continuidad a una carrera prestigiosa en la Académie de la Grande Chaumaière de París.
“El cuerpo debe ser capaz de expresar por sí solo todo lo que quiero decir”: Luis Caballero
Esa originalidad, sumada a la fuerza de sus cuadros. no solo permitió que su obra cobrara gran relevancia desde los 60 hasta los 80, sino que también lo convirtió en uno de los referentes artísticos más importantes de Colombia en el siglo XX.
De hecho, es tan trascendental y vigente su obra que todavía es recordado a través del premio Luis Caballero, un galardón que reconoce de la mano de Idartes, al mejor trabajo de artes en Colombia.
Por eso, encontrar de nuevo cada una de sus obras en una exposición en donde se hace un registro que data de sus inicios hasta su madurez en los años 90, cuando sus trazos eran espontáneos y agresivos, permite dilucidar el universo personal de un Caballero no solo capaz de crear un leguaje propio sino de atrapar toda la anatomía humana sin pasar desapercibido ante la mirada del espectador.
La exposición tiene lugar en Bogotá, en la Sala de exposiciones del centro cívico universitario de Los Andes (Cra 1 # 19-20, Bogotá). Estará abierta al público hasta el 15 de marzo.
SEGUIR LEYENDO: