En medio de la violencia y el abandono en Bojayá, niños y niñas recuperan los beneficios de plantas medicinales

La desidia y el conflicto han hecho que proyectos como el de la profesora Roquelina Palacios dignifiquen la medicina tradicional y la labor hecha por los curanderos durante generaciones

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Calles del corregimiento Vigía del Fuerte, Antioquia
(Colprensa - Sergio Acero)
Calles del corregimiento Vigía del Fuerte, Antioquia (Colprensa - Sergio Acero)

Según cifras del Dane, en el municipio chocoano de Bojayá habitan 12.326 personas y actualmente esta zona cuenta con solamente un centro de salud, el cual se ubica en el sector de Bellavista y funciona a medias, pues los médicos solo atienden cuidados básicos. Si una persona llega a presentar problemas graves, tendrá que hacer un viaje de cuatro horas hasta Quibdó y ser atenido en el único hospital de segundo nivel que existe en la ciudad, el San Francisco de Asís.

Viendo el complejo panorama de salud en Bojayá, sus habitantes tienen que acudir a la medicina tradicional, muy utilizada por ellos al punto de ser el mecanismo de curación más importante para diversas patologías. Es por ello que en lugares como la Institución Educativa Cesar Conto, también en en la zona de Bellavista, varias niñas y niños dirigidos por la profesora Roquelina Palacios, han encabezado el semillero de aprendices de la medicina tradicional.

Este espacio ha sido valorado por la comunidad municipal, pues en medio de la desidia y la violencia, las plantas medicinales se han convertido en recursos esenciales para el tratamiento de múltiples problemas. De acuerdo con la docente Palacios, muchos pobladores desconocen el poder real que tienen muchas especies, por lo cual dedujo que la escuela es el escenario ideal para fomentar el conocimiento sobre los beneficios de múltiples ejemplares.

La estigmatización hacia las plantas fue el primer problema a superar, y la ‘profe’ Roquelina decidió eliminarlo con la enseñanza en los primeros grados escolares; pues de acuerdo con muchos sabedores de la región, estas no curan el cuerpo sino también las dolencias del alma.

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Mucha gente cuando lo ven a uno recolectando sus hierbas para hacer sus remedios, dicen que uno es bruja y que utiliza eso para hacer brujería, pero no es así, las plantas sirven mucho y más por acá”, relata la profe en diálogo con Radio Nacional de Colombia, enfatizando que la presencia de la medicina occidental en esa zona del país es casi nula.

Su trabajo no es nuevo: lleva aproximadamente 13 años dignificando el uso de las plantas medicinales, e inculca sus beneficios a niños entre los 6 y 13 años, quienes aprenden no solo de la profe Roquelina, sino de varios expertos que han usado ejemplares de hojas, flores y tallos para curar enfermedades durante generaciones; y para complementar el trabajo centrado en la huerta, dichos conocimientos se trasladan a los padres de los menores.

No sobra mencionar que tanto en Bojayá como en el Chocó son comunes hechos como las mordeduras de serpientes, y a falta de un centro médico con las condiciones adecuadas, ¿a dónde acuden sus pobladores? Resulta más sencillo hacer infusiones o compresas con una planta utilizada por décadas para curar estos incidentes.

De hecho, concretamente en el Chocó habitan unas 90 especies de serpientes, de manera que las picaduras y mordeduras son casos frecuentes; es allí donde el trabajo de las y los curanderos se vuelve vital, así como el uso de la medicina tradicional indígena y afrodescendiente.

Imagínese usted con un dolor de oído o de muela que no sepa tratar en su comunidad, le toca salir por el río tarde en la noche hasta Bellavista para que le den una pastilla o le pongan una inyección, cuando lo puede solucionar con una o varias plantas”, reprochó la docente al medio citado. Asimismo, señaló que tiene como meta ampliar este proyecto, pero para ello requiere de apoyo de diferentes organismos y así fomentar el uso de las plantas como mecanismo de sanación externa e interna y darle valor a la labor hecha por los curanderos no solo en el pueblo bojayaseño.

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