Cuando el sociólogo Zygmunt Bauman declaró en una entrevista para el diario El País de España que la crisis de la democracia era el colapso de la confianza, dada la corrupción, estupidez e incapacidad de los líderes, también afirmó que para buscar una solución y evadir los totalitarismos, era necesaria la habilidad de toma de decisiones sobre temas que debían abordarse sin prescripción alguna.
Sin embargo, en aquel momento señaló que, “La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas”.
El fenómeno, añadió, es global y “la crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas”, dijo.
Sus declaraciones hoy continúan tan vigentes como el día de la entrevista y comienzan a reflejarse en los números que arroja el índice de la democracia publicado por el diario The Economist, que señala que la democracia global continuo su precipitado declive en 2021.
Dentro del ranking mundial, Colombia quedó ubicada en el puesto 59 de los países más democráticos y obtuvo un puntaje de 6.48 dentro un rango de 1 a 10, en donde se tienen en cuenta aspectos como el proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política democrática y libertades civiles.
Pese a su puntaje, la democracia colombiana es catalogada como defectuosa. Es decir, aunque en el país las elecciones son justas y libres, y se respetan las libertades civiles básicas, existen problemas por resolver. Las infracciones a la libertad de prensa y la represión a la oposición en medio de una cultura política subdesarrollada son apenas la punta del iceberg. Por debajo, problemas como los niveles de participación baja, la corrupción y falta gobernabilidad, hacen mella y restan puntos a al democracia.
A esto se suma la coyuntura global de la pandemia que actuó en 2021 como una fuente de presión sobre la libertad democrática del mundo, a través de bloqueos y restricciones de viaje que afectaron las libertades civiles, no solo en las democracias sino también en los sistemas autoritarios.
Solo un 6,4 % de la población mundial disfruta de una democracia plena
El panorama mundial con respecto a estos sistemas políticos no es muy alentador. Si bien en Colombia la democracia está a medias, en América Latina, la situación no resulta tan optimista. Según The Economist, el débil compromiso de la región con la democracia ha permitido que prosperen los populistas antiliberales.
Ejemplo de ello fueron las elecciones cuestionadas de Nicaragua, la baja participación electoral en Chile durante las últimas elecciones y la crisis en Haití tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse.
El resultado contrario se vive en los países nórdicos, que fueron los mejor calificados. Allí un 6.4 % de la población goza de esas democracias que fueron catalogadas como plenas. Tal denominación entiende las libertades civiles y las libertades políticas con garantías. En otras palabras, lo que diferencia a estos Estados del resto es que allí sí priman los principios democráticos, se respetan a través de un balance gubernamental, un poder judicial autónomo y medios de comunicación realmente independientes.
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