‘La expedición de la mora’: la historia de cómo pasó a ser un manjar infaltable en las cocinas colombianas

Este fruto, concretamente denominado como ‘la mora de castilla’ no tuvo en Colombia su cuna, pero este país fue el paraíso para su siembra y cultivo

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Santander es la región del país donde más se cultiva este fruto.
FOTO: Archivo
Santander es la región del país donde más se cultiva este fruto. FOTO: Archivo

En Colombia se producen varios productos con la mora, desde el tradicional jugo que se sirve preferiblemente frío para calmar la sed, hasta yogures y postres de todo tipo; pero, ¿Sabía usted que la mora no es propiamente colombiana?, seguramente esa afirmación puede hasta doler dado el arraigo que tiene este fruto, sobre todo con la cultura popular, pues en un mercado saludable no puede faltar, al menos, una libra de este alimento.

Pero, si no es de Colombia, un país que posee tanta diversidad de flora y fauna; ¿entonces de dónde proviene la mora? Pues bien, para resolver a esta pregunta hay que tener un nombre presente: Eliécer Echavarría. Ahora, hay que viajar hasta Brasil, pues ese país es la cuna real de la mora; sin embargo, y de acuerdo con diversas historias que han sobrevivido por varias generaciones, no dio fruto, por lo cual se buscó un terreno adecuado para que florecieran aquellos brotes de color rojo intenso y morado.

Precisamente, don Eliécer Echavarría realizó la que podría denominarse como ‘La expedición de la mora’, aunque realmente lo que él buscaba en diferentes ciudades de América Latina eran técnicas diversas para posteriormente aplicarlas y ejercer mejor su labor como agricultor. En ese trasegar se encontró con las semillas de esta baya, y posteriormente, plantó la primera en Colombia hace más de 60 años, exactamente en suelo santandereano. Su clima templado con tendencia al calor en muchos de sus municipios fue una de las principales razones para que este departamento fuera bautizado como el ‘padre putativo’ de la mora.

Sumado a todo eso, hay que agregar que Brasil sí alcanzó a tener cosechas de mora, pero que no se le sacaba el merecido provecho, dado que se consideró un fruto venenoso, como muchas bayas en Latinoamérica. En Colombia no ocurrió lo mismo y el primer riesgo a correr fue el de cultivarlo, como lo contó Jaime Hernández, nieto de doña Rosalbina Jiménez, una de las primeras mujeres que vio cómo la mora nació y creció en el municipio de Piedecuesta.

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Según la anécdota recogida por la Radio Nacional de Colombia, don Eliécer había afirmado a los pobladores de la época que la semilla de este elíxir había sido hallada en La Mesa de los Santos, pero posteriormente se habían enterado, por cuenta propia, que en realidad tenía sus orígenes en Brasil. Otra cosa sobre la cual los piedecuestanos tuvieron que ‘echar cabeza’ tenía que ver con la manera en que se sembraba esta semilla. Pasaron ocho meses hasta que por fin la primera planta echó raíces, y de manera casi que accidentada los agricultores se dieron cuenta que si se enterraba la punta de la planta crecida, saldría una nueva: todo un -dulce- círculo virtuoso.

Con el conocimiento ya en la mano, llegó la tarea de expansión de los cultivos: de la vereda de Sevilla, en Piedecuesta, pasó a otras zonas como Miraflores, La Cuchilla y Planadas: Santander llegó a ser ‘el paraíso de la mora’, elaborando con ella bocadillos, vinos, pasabocas y todo tipo de preparaciones. Luego, pasaron a darse cuenta que hay fruto para rato, pues las cosechas se realizan en cuestión de días y no hay que esperar largos meses para hacer tareas de recolección.

Actualmente, y de acuerdo con el Ministerio de Agricultura, en Colombia reina el cultivo de la mora de Castilla debido a la variedad climática del país; de hecho, existen sembrados de palmo a palmo: desde el Putumayo hasta el Magdalena Medio, y para antes de la llegada de la pandemia, se alcanzaba a cosechar más de 130 mil toneladas a nivel nacional.

Otra ventaja es que, al igual que en sus orígenes, la gran mayoría de su producción está en manos de campesinos, pues las áreas de cultivo no sobrepasan las dos hectáreas, logrando así que el fruto esté al alcance de todos a pesar de su alto precio, pues en una plaza de mercado una libra se puede conseguir hasta en cinco mil pesos.

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