En ‘Vivir para contarla’, el nobel de Literatura detalla una relación clandestina (y fugaz) que tuvo con Martina Fonseca, quien en su momento estuvo casada con el operario de uno de los tantos buques que cruzaron el río Magdalena, cuando este era el principal conductor turístico para quienes debían transitar hacia el interior del país.
Aquel texto biográfico publicado en 2002 narra de una manera muy desmenuzada los encuentros apasionados que tenía aquella pareja cuando el maquinista zarpaba; aquellos que fueron suspendidos al ver que el joven Gabo no iba al colegio por priorizar su amorío, motivo por el cual su amante le impuso la condición de ir y mejorar sus notas, de lo contrario no pisaría un pie en su casa. El enamorado intelectual cumplió y con creces, pues fue el mejor de su promoción.
Cualquier lector de García Márquez al conocer estas líneas podría deducir que aparte de doña Mercedes, la otra mujer de su vida fue Fonseca; sin embargo, aquel molde se rompió cuando el periodista Gustavo Tatis Guerra reveló que el nacido en Aracataca tuvo una hija oculta por más de 30 años, misma edad que tiene Indira Cato.
¿Su madre? Ni la señora Mercedes ni Martina Fonseca: fue Susana Cato, compañera artística de Gabo y, también, sentimental. Tanto ella como los amigos del escritor mantuvieron el secreto durante todo este tiempo, más por respeto a su esposa que por cualquier otra cosa. Cuando murió, sus dos familias se ‘unieron’ por cuenta de su testamento, y de acuerdo con los Pandora Papers, este documento fue gestionado en un paraíso fiscal: las Islas Vírgenes Británicas.
De acuerdo con el mismo Tatis Guerra, Gabo sostuvo en su testamento que a Indira Cato le correspondía “una casa en una zona muy bonita de Ciudad de México y un coche”, palabras que también fueron citadas por el diario El Universal de Cartagena. Y es que a pesar de que García Márquez nunca volvió a ver a su hija, siempre la tuvo presente y así quedó demostrado en su declaración final.
Por su parte, la madre de Indira le dijo que no cabía posibilidad de ver a su padre biológico, razón por la cual no heredó los apellidos García Márquez; empero, llevó en sus venas la sangre artística del colombiano y si bien no se dedicó a las letras, se empeñó en ser una figura séptimo arte a tal punto de ser reconocida actualmente como una de las cineastas más importantes de su tierra natal.
De hecho, su obra la lidera el documental ‘Llévate mis amores’, dirigido por ella y el cual retrata la solidaridad de un grupo de mujeres que se paran justo a un lado de la carrilera por donde pasa el tren conocido como ‘La bestia’. A pesar de sus carencias, ellas deciden compartir una parte de lo poco que tienen con migrantes que cruzan la frontera hacia Estados Unidos a través, precisamente, de este medio de transporte tan popular como temeroso, pues no todos los que se suben sobreviven a el y su recorrido que finaliza en el lado estadounidense.
Su filmografía es suficiente para conocerla; de hecho, es la única información que se tiene aparte de la investigación hecha por el periodista y escritor Gustavo Tatis, pues Indira decidió cerrar sus cuentas de Instagram y Twitter luego que el mundo se enteró de que ella es ‘la hija secreta de Gabo.
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