Este 21 de enero comenzó en el municipio antioqueño de Jericó el Hay Festival. Un fin de semana donde la poesía, el cine y los relatos se tomaron el pueblo que no se doblegó ante la inclemencia de la lluvia; al contrario, las tertulias retumbaron con mayor potencia, y ni hablar de los nombres que más llamaron la atención en este encuentro.
Justamente, una de aquellas figuras presentes que llamaron la atención durante el festival, fue Matt Rendell, el británico más colombiano de todos a la hora de hablar de ciclismo; y cómo no, si dejar la docencia en Europa para emprender un viaje que tuvo como destino el centro de Bogotá, tiene su mérito.
Aquella travesía comenzó en los años noventa y no precisamente mediante un ciclista nacional: fue gracias a un encuentro, por demás fortuito, con el activista bogotano Chucho Merchán, quien lo sedujo para darse un paseo por tierras que, además de café, cosechaba grandes figuras del caballito de acero, empezando por un tal Luis Alberto Herrera Herrera. Rendell no dudó y empezó un recorrido en caballito de acero por Tierra de Fuego, cruzando por toda Sudamérica hasta dar su última vuelta en el centro de Bogotá.
Incluso, el mismo Rendell señaló que en su país natal no conocía el ciclismo como una disciplina, y según le relató a El Colombiano, cuando estudió en Italia un amigo suyo -y ferviente seguidor del Giro- lo invitó a ver las etapas, pero terminó aprendiendo nada. “Entendí el ciclismo no como un deporte sino como una manifestación de la cultura. Cuando finalmente fui a Colombia fue en esa clave que entendí el ciclismo como una cultura y no como un deporte”, indicó.
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Asimismo, precisa que pedalear va más allá de ese gesto que puede parecer muy normal, como ejercer el pie sobre el acelerador de un carro: cada atleta es un universo distinto, una mentalidad propia que construye su propia identidad. “El ciclismo -y el deporte en general-, la cultura, la música son proyecciones civiles de lo que es la realidad colombiana. Así que eso demuestra que el ciclismo colombiano es la proyección de un país, de una cultura entera”.
En esa misma línea, evocó que su conocimiento sobre Colombia era nulo hasta el momento en que conoció a Chucho Merchán y sus aportes invaluables al rock. Por lo demás, tenía referenciado al país por la violencia vivida en los 80s y 90s. El ciclismo, por aquella época, fue el mejor bálsamo que pudo tener el país, tanto así que para el momento en que el británico escribió ‘Reyes de las montañas’, cuatro ciclistas estaban tratando de conquistar este deporte en Europa, empezando por Hernán Buenahora, el ‘Gato’ Félix Cárdenas, Víctor Hugo Peña e Iván Parra, acentuando en que los pedalistas nacionales llamaron su atención “en el momento donde los triunfos estaban lejos”. Desde entonces, han sido más de 20 años de trabajo dedicado al deporte que más alegrías le ha brindado a Colombia.
“El ciclismo colombiano implica todo un universo. Implica la cocina: la arepa, la mazamorra, el bocadillo, la aguapanela. Esta cocina viene del campesinado. El ciclismo colombiano tiene que ver con la cultura campesina, que es bien distinta a la urbana”, menciona también el autor para el medio citado, haciendo un contraste de ciclistas como Nairo Quintana y ‘Supermán López’ y los europeos: estos segundos no han tenido la experiencia de los primeros; la experiencia que tiene un hijo de campesinos es distinta y por ello, merece mayor reconocimiento.
Finalmente, el autor de otras obras como ‘Colombia es pasión!’ y ‘La muerte de Marco Pantani’ sostiene que uno de sus recuerdos preferidos del ciclismo colombiano fue cuando Quintana ganó el Giro de Italia. En aquel tiempo, él manejaba las conferencias de prensa y fue testigo en primera fila de las sonrisas de satisfacción que emitió el boyacense luego de conquistar una de ‘las tres Grandes’, pero tampoco deja de lado la historia del Cochise Rodríguez y su conquista de la Vuelta a Colombia del 64. “Eso demuestra que el ciclismo sigue siendo un mecanismo de construcción de país”, enfatiza el británico.
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