El homicidio del reconocido estilista, Mauricio Leal, y su madre, Marleny Hernández, ha causado gran conmoción en Colombia. Luego de que su hermano, Jhonier Leal, aceptara los cargos por el crimen. Fueron millones de personas las que se pronunciaron mediante las redes sociales: entre indignación, sorpresa y terror, parece difícil de entender lo que sucedió.
Aunque el asesinato ocurrió el 22 de noviembre pasado, la última vez que Mauricio habló con un medio de comunicación fue el 27 de octubre. Frente a los micrófonos de ‘Mi Vitrina’, el peluquero explicó los giros que tuvo en su vida: cómo empezó en la industria, los dolores que, en secreto, lo aquejaron por muchos años y la aventura que emprendió para convertirse en una sensación en el mundo de la belleza.
Nacido en Cartago, Valle del Cauca, el camino de Mauricio empezó, como él aseguró, desde que tenía uso de razón: “Yo siempre me quedaba mirando las peluquerías y sentía que era parte de...”. El día que su mamá le dijo que pensaba inscribirse en un curso de estilismo, esa pasión, que ya venía en su interior, terminó de afirmarse. Pese a que no lo dejaban ingresar para las clases, Leal confesó que observaba todo desde la ventana.
El primer oficio, lejos de las peluquerías:
Sus papás se divorciaron cuando tenía 15 años, pues discutían mucho. Sin embargo, fue ese el momento en el que él entendió que debía hacerse responsable de la casa. Lejos de las peluquerías, su primer puesto laboral fue recorriendo las calles: “Empecé a trabajar empacando encomiendas. Trabajé de domiciliario en mi bicicleta llevando las arepas a tiendas y a supermercados chiquitos, graneros”. Leal relató que durmió “cuatro horas máximo” durante ese año con varias responsabilidades, sumada la del colegio.
Por esa época, Mauricio conoció a una señora que conocía de su iglesia, a la cual le manifestó que le “encantaba el mundo de la peluquería”. Tocó esa puerta y, posteriormente, se abriría para desempeñarse en el negocio de unos amigos. “El puesto que me consiguió fue lavando pelo, era el auxiliar. En esa época, la persona que lavaba pelo era quien servía el tinto, que barría, que trapeaba, que abría y cerraba... ayudaba con todo”.
“Ahí conocí el trabajo de todos”, puntualizó Leal, quien relató que esa experiencia le sirvió para entender la labor que desempeñan cada una de las personas de una empresa: desde la que sirve los tintos hasta la que recibe a los clientes y lava los baños: “Yo respeto y cuido porque a mí me tocó hacer todo”.
El día que todo cambió
Un mes después de haber laborado bajo dichas funciones, Mauricio manifestó que dijo una mentira, de las pocas en toda su vida, según explicó. Le dijo al jefe del establecimiento que él era peluquero. Aunque no tenía mayor bagaje en el tema, ese día “me pasó lo que las personas no creen, y es cuando a ti te toca el espíritu santo. Yo sentí eso”. Más allá de los nervios, este mostró la agilidad, no de un estilista profesional, pero tampoco de un principiante. Como un don, así definió Leal lo que fue el estilismo representó en su vida.
Al jefe le gustó el corte, lo contrató como peluquero y poco a poco empezó a construir su fama como uno de los referentes del mundo de la belleza en el país. A los clientes les encantó no solo el estilo para realizar los cortes, sino también la forma en la que maquillaba. “Todo fue un éxito desde el día cero”, sentenció al citado medio.
Con los años, Leal sería recordado como el “estilista de confianza” de figuras públicas como Carolina Cruz, Fanny Lu, Andrea Serna, Gabriela Tafur, Lina Tejeiro y Cristina Umaña, entre muchas otras. Por sus manos pasarían muchas de las reinas de belleza de cara a la participación en los eventos. Su cadena de peluquerías marcó, sin duda, un antes y un después en la industria.
Los dolores, la otra cara de la moneda
Los desafíos de salud fueron una constante en la vida de Mauricio, así no lo evidenciara: “Tuve un problema de espalda y de tórax. Cuando me vine a vivir a Bogotá ya tenía los inicios de esto. Eso es algo que la gente debe saber. La gente trabaja mucho y se queja, pero trabajar mucho y tener un dolor constante es más difícil”.
“Me dolía al respirar, al gritar, al agacharme, al dormir, al sentarme”, explicó. Y por esa razón, tuvo que someterse a un trasplante de tórax y quedarse en reposo durante tres meses: “Yo logré todo lo que he logrado con un dolor en la espalda y en el pecho que no se me quitaba con nada”.
La intención de siempre “atender de la mejor forma a las clientes en mi peluquería” fue uno de los pilares que lo convirtieron en un ejemplo a seguir para muchas personas en el mundo de la belleza.
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