Tras 20 años de una campaña presidencial frustrada por el secuestro de la guerrilla de las Farc en 2002, Ingrid Betancourt regresó a la arena política para aspirar a la Casa de Nariño, con el mismo partido que lo intentó hace dos décadas: Verde Oxígeno.
Este 18 de enero de 2022, Betancourt anunció que se lanzaba como candidata para competir en una consulta el próximo 13 de marzo con una coalición que ayudó a consolidar, la Coalición Centro Esperanza, de la que hacen parte Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo y Jorge Enrique Robledo.
Como cualquier candidatura, la de Betancourt no estuvo lejos de las críticas de los ciudadanos, las principales consecuencia de los hechos y viejas indignaciones revividas de los años posteriores a su liberación, cuando exigió reparación a los vejámenes que sufrió por parte la guerrilla y a causa de la incapacidad estatal.
“Estoy aquí para terminar lo que empecé en 2002″, aseguró Betancourt en el lanzamiento de campaña, donde brindó un discurso con un hablar pausado y prudente. Distinto al tono explosivo de su primera apuesta política cuando era senadora de la República.
“Hace 14 años me acusaron cuando me liberaron nuestros héroes de Jaque. Me acusaron de haber sido ingrata, oportunista, codiciosa, por haber pedido que se me reconocieran los derechos que la ley colombiana había establecido para proteger a las víctimas del terrorismo”, sostuvo Betancourt.
Ella fue consciente que su principal afectación a la imagen se dio después de su liberación de los más de seis años de secuestro, tras el rescate de la Operación Jaque, en 2010, cuando demandó al Estado colombiano una reparación para ella y su familia por 13.000 millones de pesos por los perjuicios morales y económicos causados a raíz del secuestro.
“A las víctimas nos acusan de haber dado papaya, de haber estado en el mal sitio, en el mal momento, de ser culpables de reclamar y defendernos. Ya no distinguimos entre el bien y el mal”, dijo Betancourt, quien agregó que los captores se volvieron expertos en voltear la torta.
Cuando demandó la reparación, las críticas se volvieron contra ella. Hasta el entonces ex comisionado de Paz, Camilo Gómez, comparó a Betancourt con la persona que se mete a un sitio donde hay una balacera, según contó la BBC. El vicepresidente de la república, Francisco Santos, aseguró que era “un premio mundial a la ingratitud y a la desfachatez” en la emisora Caracol Radio.
Esas criticas calaron en la opinión pública que promovieron incluso declarar persona no grata a Betancourt en redes sociales y ella terminó por abandonar el país y desistir de sus pretensiones, para continuar su recuperación personal en Francia. Donde se encontró con los problemas familiares.
En el programa Los Informantes contó después que para ese entonces había una ruptura familiar, pues pese a los esfuerzos de su esposo, su madre y su hijos en buscar la liberación y la presión internacional, él había hecho vida con otra persona tras los años de secuestro.
El divorcio de Betancourt con Juan Carlos Lecompte se conoció a mediados de 2011 gracias a la revista Semana, que develó la novela de amor que llegaba a su fin. Además, hubo un profundo pleito por la separación de bienes que correspondía al proceso de familia, entre los que se conocieron las regalías de los libros de la ex política colombo-francesa.
Betancourt buscó después del secuestro otra profesión y desarrollo profesional, estudió teología en la Universidad de Oxford y se dedicó a escribir, completando su obra que había empezado desde antes del secuestro. Allí publicó en 2008 Cartas a mamá desde el infierno y No hay silencio que no termine en el año 2010. En el 2014 publicó su primera novela The Blue Line, una historia de amor ambientada en Argentina.
Recibió varios reconocimientos como la Legión de Honor francesa, así como Premio a la Mujer del Año de la World Awards Association y Premio Holandés a la Resistencia que le permitieron sostenerse durante unos años, junto al activismo en contra del secuestro y sus obras publicadas.
En 2018 participó en política con un apoyo a Gustavo Petro, pero no volvió a radar electoral sino hasta el año pasado, el 2021, cuando llegó al país para participar en un acto de reconocimiento de la Comisión de la Verdad, donde compartió por primera vez después del secuestro con los excombatientes de las Farc. Se quedó, para apoyar diálogos en medio del paro nacional y ayudó a conformar la Coalición Centro Esperanza.
“Tengo un pasado muy difícil en relación con la seguridad, ustedes saben que de mí se dijeron muchas cosas y se me acusó de haber sido imprudente, de haber querido que me secuestraran. Yo soy muy consciente que esa desinformación va a seguir ahí, y que yo me tengo que mover no solamente con mucho cuidado físicamente sino porque también cada paso que yo dé van a tratar de deformarlo. La experiencia de la vida lo pone a uno en una situación de prudencia y de valorar cada paso que se da”, dijo en entrevista con Caracol Radio este 19 de enero.
Aseguró que estar lejos del país varios años le permitió alejarse de las rencillas personales, los rencores y desconfianzas, e incluso que tiene en su corazón a Álvaro Uribe y a Juan Manuel Santos. “Uno si se quiere tiene el ombligo sembrado en la tierra de su país”, sostuvo y por eso ahora emprendió una polatón para aspirar a ganar su consulta.
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