La Normanda nació en el año de 1968, en la calle 23 con carrera 9. Desde esa época comenzó la historia de uno de los restaurantes más emblemáticos del centro de la capital colombiana, reconocido por dar una oferta de comida criolla de la más alta calidad y con una de las mejores sazones, según cuentan sus visitantes. Pese a que paso por mucho y logró mantenerse en pie por más de 50 décadas, en enero de 2022 anunció que tras una época dura por pandemia cierra sus puertas.
Según información del diario colombiano El Tiempo, Moisés Polidoro Saavedra Vargas oriundo de Sotaquirá, del departamento de Boyacá fue el primer propietario, sin embargo, tras su fallecimiento, tiempo después, pasó a manos de su sobrina Luz Marina Saavedra.
Durante muchos años se posicionó en la sociedad bogotana como un referente de la comida tradicional colombiana, con una oferta gastronómica que iba desde el ajiaco hasta el famoso corrientazo, que valía 14 pesos cuando todo inició. Además, por muchos años fue el lugar de preferencia de políticos, personajes de la farándula y la tauromaquia, periodistas, litigantes, entre otros.
Años más tarde, a comienzos del siglo XXI, por el gran éxito del primer restaurante, sus propietarios ya gozaban con la fortuna de tres sedes, con la misma oferta gastronómica pero con un plus, música en vivo que se podía disfrutar a la mesa o desde la tarima.
Pese al atractivo y que alcanzó ha ser un gran referente en la capital por su apuesta y ubicación, Rafael Alfredo Cárdenas, uno de los administradores comentó que su deceso comenzó por muchos factores entre los que se encuentra la evolución de las costumbres rolas y la inseguridad en las calles, que hoy golpean más que nunca a sus habitantes.
“Influyeron varios factores. El centro ya no era el mismo, la inseguridad se acrecentó, y nuestra copiosa clientela fue mermando. Le estoy hablando de numerosos comensales de empresas aledañas a nuestros restaurantes, como Telecom, Caracol Radio, Sutatenza, Inravisión, RTI, Estudios Gravi, Bavaria, entre otras, que se trasladaron a distintos puntos de la ciudad”, anotó Cárdenas.
El administrador, cuenta que en la época dorada de los restaurantes habían muchas más ofertas de entretenimiento alrededor, pero con el tiempo fueron mermando al igual que los visitantes del sector. Incluso, llegaron a tener 1.500 clientes diarios, pero actualmente solo gozaban con la presencia de una de las sedes, por que las otras fueron cerrando a medida que el mercado se transformaba.
Cárdenas le contó a El Tiempo, que lo que produjo el final de todo fue que luego de la pandemia las deudas fueron inevitables y ahora para liquidar y quedar a paz y salvo con todo están vendiendo todo lo que había en el local. Lo que mas lamenta el hombre es que con el cierre del último local también se muere un referente cultural y el sueño por el que año tras año luchó la familia Saavedra.
“La pandemia nos dio la estocada final. Habría que superar un lío jurídico por una deuda acumulada de arriendo, y estamos ilíquidos. Las dueñas del inmueble nos dieron plazo para entregar el 20 de enero. Por eso estamos vendiendo hasta la vajilla”, aseguró con profunda tristeza.
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