A lo largo de la historia reciente de Colombia, se han dado a conocer diferentes expresiones artísticas que muestran la violencia armada, el conflicto entre distintos actores armados y las principales consecuencias que deja en términos sociales, sobre todo en los territorios.
No solo el periodismo se encargó de documentar la barbarie de la época conocida como La Violencia, o los ataques de grupos guerrilleros en diferentes pueblos del país, más allá de que autores como Alfredo Molano Bravo y Germán Castro Caycedo acudieron a la crónica para mostrar lo que no se veía en televisión; la fotografía cobró también gran importancia y, después, la pintura a través de figuras como Alejandro Obregón.
Precisamente, el artista nacido en Barcelona expresó en el lienzo no solo la violencia social, sino contra el ecosistema. Una muestra de ello fue Parque Salamanca, la cual fue publicada en 1978 y donde hace una crítica al ecocidio ocurrido durante la construcción del Canal del Dique y el impacto negativo que se extendió hasta la ciénaga de la virgen, ubicada al norte de Cartagena.
Aquel solo fue uno de los tantos mensajes de protesta expresados a través del lienzo; de hecho, la serie ‘Desastre de la ciénaga de la virgen’, fue publicada y presentada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá -MAMBO- en 1986. Dicha obra fue emprendida por el artista momentos después de conocer la obra que se llevaría a cabo en medio de manglares, causando un considerable daño ambiental también sobre la ciénaga de Boca Grande.
Estas y otras obras, inspiradas en el cubismo y el surrealismo, harán parte de la literatura, pues no solamente podrán verse a través de galerías de museo, sino que estarán presentes en ‘Alejandro Obregón pintor’, un recurso literario que recorre su vasta obra que se compone de la visibilización de especies como el cóndor andino, así como resignificar y agregarle valor al simbolismo de las cuencas hidrográficas.
Y es que su extenso legado, justamente, ha despertado un reciente interés por parte de otros artistas y aficionados, debido a la crítica internacional sobre el arte latinoamericano, dejando como primera impresión que muchas de las pinturas de Obregón fueron inspiradas en vanguardias europeas que sirvieron para mostrar determinado foco de la fauna colombiana.
El libro es un aporte a la revisión detenida que merece cada pintura del español que se deslumbró con la costa caribe, pero que fue punzante en cada pincelada sobre la transculturalidad que era necesaria para cuestionar el uso que se le estaba dando la biodiversidad en aquella zona del país. Además, ‘facilita’ el trabajo de investigadores, estudiantes y artistas para ver de manera detenida, el impacto de su surrealismo sobre la sensibilización del espectador.
Finalmente, vale mencionar que a través de la pintura no fueron pocos los que mostraron de manera descarnada la realidad nacional. Débora Arango (1907-2005), fue una de las pioneras de lo que fue la primera revolución estética en Colombia. Sus fuertes mensajes contra el dogmatismo de la academia le costaron decenas de restricciones y hasta censura a la hora de mostrar sus obras.
Por ejemplo, en 1940 realizó, con el respaldo del entonces ministro de Educación, Jorge Eliécer Gaitán, su primera exposición individual en el Teatro Colón de Bogotá. Sin embargo, la galería duró solo 24 horas, pues tuvo que ser desmontada por presiones de varios sectores de la sociedad capitalina, encabezadas por el líder conservador Laureano Gómez, quien fue presidente de la República en 1950.
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