La monja colombiana Gloria Cecilia Narváez permaneció secuestrada desde febrero de 2017 por yihadistas del grupo extremista Al Qaeda en Malí. Fueron más de cuatro años de cautiverio hasta que recobró la libertad el pasado 9 de octubre y regresó al país apenas el 17 de noviembre.
En su relato para medios de comunicación, la religiosa aseguró que vivía todo el tiempo con zozobra de ser asesinada porque, “para la cultura (islámica), la mujer no vale nada y más si se es católica”.
Sobre cómo fue su secuestro, contó que ese día estaban viendo las noticias cuando escuchó el sonido de perros ladrando. “Salí a mirar y de repente aparecieron cuatro hombres armados con fusiles y machetes. Habíamos cuatro hermanas en ese momento”, aseguró.
El grupo armado tenía intenciones de llevarse a los hermanas más jóvenes, pero la colombiana les suplicó que se la llevaran a ella en vez de a sus compañeras. “Me fui con ellos. Recuerdo que me llevaron en una moto. Viajé varios días. También recuerdo que caminamos largos trayectos con muy poca comida y agua”, afirmó.
“Me maltrataron, me humillaron, me ponían cadenas. Se burlaban de mí. Decían que era un perro de iglesia y me golpeaban”
Narváez, en su crudo relato, agregó que con un carbón y una hoja trataba de escribirle cartas a Dios y a su familia todos los días para agradecer que seguía con vida.
“Yo nunca decía nada. Al contrario, oraba por ellos. Nunca guardé rencor. Escribía cartas con carbón a Dios todos los días y le daba las gracias por un día más de vida. Seguro Dios quiere que yo sea más humilde, más paciente, quizá más entregada a mi labor. Te agradezco por todo lo que me enseñas y te pido por las personas que me tienen secuestrada para que puedan vivir según su religión”, narró.
A sus captores le pedía su libertad hasta que ocurrió el milagro. El jefe del grupo extremista le pidió que se montara en una camioneta y la trasladaron hasta un lugar donde militares de Malí la esperaban para informarle que era libre.
“Agradezco a las autoridades malienses, al presidente, a todas las autoridades de Malí, el esfuerzo que hacen para que seamos liberados, que Dios los bendiga, que Dios bendiga a Malí”, fueron las primeras palabras de la monja una vez libre.
La monja, de 59 años, es oriunda del departamento de Nariño y miembro de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, una congregación de origen suizo nacida en 1893 en Colombia y con presencia en 17 países. Precisamente, cuando fue secuestrada trabajaba como misionera desde hacía seis años en la parroquia de Karangasso, en Malí.
Colombia ha sufrido miles de secuestros en el marco de un conflicto armado de más de medio siglo. La colombiana Ingrid Betancourt se convirtió en símbolo de ese flagelo luego de más de seis años de cautiverio.
Los secuestros también son corrientes en Malí, sumido en una grave crisis de seguridad, sobre todo en el centro del país, uno de los focos de violencia yihadista. Desde marzo de 2012, varias zonas del país y sus alrededores se encuentran en manos de grupos yihadistas vinculados a la red Al Qaida.
A lo largo del cautiverio se dieron a conocer cuatro pruebas de que Narváez estaba viva, la última fue una carta fechada el 3 de febrero de 2021 y divulgada en julio por su hermano Édgar.
Según la policía colombiana, aunque públicamente el grupo que la tenía no exigió una cifra determinada, se logró establecer que el objetivo final era económico.
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