Caso Diego Felipe Becerra: Condenan a 22 años de prisión a coronel de la Policía por manipulación de la escena del crimen

El excomandante tendrá que responder por los delitos de favorecimiento en homicidio agravado y fabricación, porte y tenencia de armas

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Condenan a cinco policías por
Condenan a cinco policías por el asesinato del grafitero Diego Felipe Becerra. Foto: archivo

Este lunes 25 de octubre, un juez condenó al coronel Nelson de Jesús Arévalo, excomandante de la Estación de Policía de Suba, a 22 años de prisión por su responsabilidad en la manipulación de la escena del crimen para desviar la investigación que se adelantaba por la muerte del joven Diego Felipe Becerra Lizarazo, el 19 de agosto de 2011.

El excomandante tendrá que responder por los delitos de favorecimiento en homicidio agravado y fabricación, porte y tenencia de armas. De acuerdo con la investigación, Arévalo llegó al lugar de los hechos a la medianoche y habló durante varios minutos con los agentes de la Policía que estaban en el sector.

“Supo de la obtención del arma y la escenificación”, precisó la jueza, quien señaló además que en base a las declaraciones de varios testigos, desde el primer minuto, Arévalo sabía de la estrategia de los policías para inculpar a Becerra.

De igual forma, el teniente Rosember Madrid Orozco recibió una pena de 11 años de prisión, mientras que el patrullero Wilmer Antonio Alarcón, quien ya había sido condenado a 37 años de prisión por el homicidio del joven, fue sentenciado a 22 años. El abogado Héctor Hernando Ruiz también recibió una pena de 20 años.

Dentro del proceso judicial quedaron absueltos de sus cargos los coroneles José Javier Vivas y John Harbey Peña. Esto porque, según la juez, la Fiscalía General de la Nación no encontró pruebas de que los uniformados tuvieran conocimiento sobre la intención de plantar un arma para alterar la escena del crimen.

La juez también absolvió del delito de favorecimiento de homicidio a los civiles Jorge Narváez, el conductor del bus que atestiguó que Becerra subió para atracarlo, algunos instantes antes del supuesto cruce de disparos con la Policía; y a Nubia Mahecha, la esposa del mencionado.

Cabe recordar que en 2017, el subintendente Nelson Giovanni Tovar fue condenado a ocho años de prisión, en un preacuerdo con la Fiscalía, por ser quien puso el arma de fuego junto al cuerpo sin vida de Diego Becerra, al norte de Bogotá. A este se le permitió cumplir su sentencia bajo casa por cárcel, tras haber colaborado con la justicia. Los delitos por los que responde son fraude procesal, falsedad ideológica en documento público, ocultamiento, alteración de material probatorio, favorecimiento, porte ilegal de armas de fuego y falsa denuncia.

A estos sucesos también se suma Wilmer Alarcón, quien le disparó al joven grafitero, y cuyo procedimiento de captura fue legalizado en Yopal, Casanare, a finales de agosto, por parte del Cuerpo Técnico de Investigaciones y el Gaula. Este fue trasladado en su momento a la cárcel La Picota, de Bogotá, donde cumplirá su condena pendiente a 37 años, 6 meses y 1 día. Cabe destacar que esta pena había sido impuesta en agosto de 2016, cinco años después del homicidio

DESARROLLO DE LOS HECHOS:

Diego Felipe Becerra rechazó una salida a cine con sus papás para ir con sus amigos a pintar un grafiti. En esas estaba la noche del 19 de agosto de 2011, bajo el puente de la calle 116 con avenida Boyacá, dejando grabada la imagen del Gato Félix, cuando fueron sorprendidos por policías.

Los jóvenes corrieron porque, como era común, los uniformados los golpeaban y les quitaban las pinturas. Pero el patrullero, entonces adscrito al CAI Andes, Wilmer Alarcón alcanzó a Diego Felipe y le disparó. El menor de entonces 16 años fue llevado a la Clínica Shaio con un disparo en el área lumbar de la espalda y un orificio en un hombro que le causaron la muerte, después de llegar al centro asistencial.

Su padre llegó a la clínica, conoció el fallecimiento, y un uniformado le dijo que había encontrado un arma. En la escena del crimen vio a los policías en una dudosa conversación y decidió alertar que había una alteración de los hechos, pues su hijo estaba pintando un grafiti, no era un criminal. A partir de ese momento, se empezó a ‘desenmascarar’ el entramado que buscaba inculpar al menor de edad.

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