Por la muerte de Anderson Arboleda en Puerto Tejada, Fiscalía acusó a dos policías

El ente acusador duró un año y medio en investigaciones antes de imputar la responsabilidad de los dos patrulleros

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Luego de un año y medio de investigaciones, este lunes la directora especializada contra las violaciones a los Derechos Humanos de la Fiscalía, Deicy Jaramillo Rivera, confirmó que se acusó a los patrulleros Leonardo Ardila Hernández y Rafael Francisco Polanco Arrieta de la Policía Nacional, “por su presunta responsabilidad en la agresión y posterior muerte de Anderson Andrés Arboleda Montaño, en hechos ocurridos el 19 de mayo de 2020, en Puerto Tejada, Cauca”.

De acuerdo con la Fiscalía, los dos patrulleros, quienes están adscritos al cuadrante seis del mencionado municipio, llegaron al barrio Santa Elena “increparon al joven porque, al parecer, incumplía el aislamiento preventivo obligatorio decretado por el COVID-19. Uno de los funcionarios lo habría golpeado con el bastón o tonfa en la cabeza y el brazo izquierdo; mientras que el otro, supuestamente, le lanzó una sustancia que sería gas pimienta. La víctima, de 19 años, fue trasladada a una clínica en Cali, Valle del Cauca, donde murió dos días después producto de un trauma craneoencefálico severo”, se puede leer en el comunicado de prensa emitido por el ente investigador.

Se sabía que Anderson Andrés vivía con una tía en Puerto Tejada, donde vendía tenis por encargo. “También estaba prestando el servicio militar desde hacía más de año y medio y aspiraba a terminar el bachillerato para poder ayudar a su mamá”, le contó Magalí Arboleda, tía del joven, al diario El Tiempo.

Recordemos que Anderson Andrés Arboleda Montaño quiso denunciar el delito por el que moriría poco después, pero lo ignoraron. “Lo sacaron como a un perro de la estación de Policía”, contó su mamá, Claudia Ximena Arboleda.

De acuerdo con información de la Revista Semana, la madre lo acompañó el martes 19 de mayo a las 11:00 p. m. al comando central del municipio para elevar una queja formal.

Según relató la madre de la víctima, es que media hora antes de poner la denuncia los dos patrulleros mencionados lo habían golpeado en la puerta de su casa. Anderson, que no acostumbraba a hablar mucho, les gritó a varios uniformados presentes que habían cometido una injusticia al darle esos golpes, según la denuncia hecha por la familia.

Claudia Ximena le contó a esta revista que aún se acuerda del momento en que fue a la estación con su hijo y Fabio Torres, quien es su actual pareja y recuerda perfectamente las palabras del oficial que los atendió. “Nos dijo: váyanse de aquí, yo no les creo nada. Yo sé quiénes son los patrulleros de ese cuadrante y son gente decente. A esa historia le falta un pedazo y ahora no tengo tiempo para ustedes”.

El otro recuerdo que tiene la madre es 12 horas después de que los policías agredieran a su hijo. Relató que esa noche Anderson se fue a dormir tras dejar la estación de la Policía, pues se sentía mal y tenía dolor de cabeza, pensaron que era algo leve tras los fuertes golpes. Luego, en la mañana, su abuela fue la primera en darse cuenta que Anderson no estaba bien. “Ella me llamó y me dijo eso. Yo pensé que de pronto estaba profundo. Llegué una hora después y traté de levantarlo, pero él ya no reaccionaba. Lo cogí por el cuello, le gritaba: hijo, hijo despierte”. Desde entonces, Anderson no se volvió a despertar.

En la clínica ESE Norte 3 de Puerto Tejada lo remitieron a Cali, a la clínica Valle del Lili. A las 3:00 p. m. les dijeron que tenía muerte cerebral y no había mucho por hacer. Su cráneo sufrió una fractura considerable que permitió un filtro de sangre en el cerebro. Un golpe contundente en la parte trasera generó la lesión, según informó el centro médico.

Luego de eso, lo intubaron en la unidad de cuidados intensivos. El jueves 21 de mayo llamaron a la mamá. “Llegamos nuevamente a Cali y me llevaron hasta donde estaba él. Tenía un tubo en el pecho, pero casi no respiraba. La enfermera explicó que ya era cuestión de tiempo para que muriera. Le cogí la mano y estaba tibia todavía. Lo miraba fijamente como si estuviéramos hablando. Yo le decía cosas, pero obviamente él no me respondía. Poco a poco fui sintiendo cómo se iba, cómo soltaba la vida”.

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