Hace unos días Gustavo Petro lanzo su libro titulado “Una vida, muchas vidas”, en el que el líder de la oposición cuenta detalles sobre él, que nadie hasta la fecha conocía. Entre sus relatos da a conocer algunos detalles de su infancia, su ingreso al grupo guerrillero M-19, sus opiniones sobre otras figuras políticas y otros temas más.
La autobiografía que posee más de 300 páginas muestra desde sus ojos la lectura del país, incluso, en uno de los capítulos cuenta de forma detallada cómo fue el encuentro con Carlos Castaño, uno de los fundadores del paramilitarismo en Colombia; y su percepción sobre el criminal.
Para esto, Petro se remonto al año 2000 cuando era representante a la cámara y la violencia ejercida por los grupos armados en el país estaba en uno de sus puntos más altos. El político recordó que la razón por la que tuvo la oportunidad de conocer a Castaño fue porque este le extendió un invitación.
El líder de Colombia Humana cuenta que al principio rechazó la propuesta, pero después de consultarlo con su equipo, en el que se encontraba el hermano de Germán Castro Caycedo y Angelino Garzón decidió aceptar la invitación pese al temor que tenía de que algo saliera mal.
Cuando iba hacía donde se encontraba Castaño, por noticia se anunció que las AUC habían secuestrado a Carlos Alonso Lucio, excompañero suyo en el M-19, lo que le hizo que su camino fuera más difícil y su cabeza estuviera llena de duras e incertidumbre, pero ya no había vuelta atrás.
El camino fue largo, pues hubo varios cambios de transporte y se demoró bastantes horas, pero al final llegó a una finca donde había una gran reunión. Alrededor de 40 personas estaban de celebración y el simplemente entró y fue apartado de los invitados.
“No alcanzaba a ver los rostros de las personas reunidas, pero debían ser unos treinta o cuarenta, todos bien vestidos. Supuse que eran ganaderos o latifundistas del departamento. A mí me llevaron a un cuarto y, minutos después, entraron los que eran integrantes de la cúpula del paramilitarismo. No reconocí a muchos, pero al lado de Castaño había un hombre muy gordo, tal vez Don Berna o Monoleche”, relata en el libro.
En la discusión que sostuvo con el líder paramilitar y su cúpula hubo puntos de gran enfrentamiento pues los dos tenían perspectivas diferentes del el impacto que tuvo el paramilitarismo en Córdoba. Pese a que el dialogo no fue muy grato, fue un momento interesante en el que puedo analizar al temido personaje y su percepción fue contraria a lo que se imaginó.
“En el fondo, era una persona débil mentalmente, que se diluía ante contrincantes con convicciones e ideas profundas... Yo no me dejé encerrar, pero sí comprendí que Carlos Castaño no era el jefe del paramilitarismo. Era apenas una figura que ponían ante las cámaras y las personas vulnerables para asustar”, escribió el congresista.
Pese a que Castaño le pareció una personas débil, aún en ese momento temía por su vida, pues se encontraba solo en medio de un grupo de sujetos armados que disentían todo lo que pensaba y que mostraban su incomodidad frente a sus posturas, pero por cosas de la vida salió de la hacienda ileso. Tiempo después se enteró que las AUC tenía un plan para matarlo pero no había sido ejecutado.
“Hoy tengo la sensación de que Castaño no quería matarme y que, a su manera, pensaba que me debían respetar... Aquel día sentí que, para Castaño, yo podía ser útil en el futuro, y por eso defendió la tesis de no asesinarme. Por eso, creo, salí de la hacienda ubicada en las alturas de la serranía”, concluyó.
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